Revista Cine
Que los atenienses quieran renovar su oferta turística, sus símbolos arquitectónicos más universales, fuego en mano -saben de filosofía tanto como de guerreros y estrategias-, es origen de disgustos de algunos, caso de los rezagados europeos, y alegrías de pocos, como los especuladores de siempre. Que las elecciones británicas no sean cosa de dos, mañana se verá, y los alemanes puedan terminar enmarcando la fotografía de la unión europea, cuatro cuartos de lo mismo para los del párrafo anterior. Que en España se llenen de algarabía las calles de Triana, Ruiz se decida a sumar los votos perdidos de Rodríguez y Rajoy, y cantemos lo bonita, redonda, y puñeta y pequeña, que es la peseta, para contento o pesar de muchos o ninguno, es tan irreal como que una directora de cine se disfrace de escultora, cree un monstruo y lo plante en medio de... Shànghǎi, por decir una ciudad poblada, exótica y lo bastante alejada de la crisis como para saber si es real o de ciencia ficción.
Que unos tipos que saben que las camisas se planchan porque un día vieron a su madre despedir a una mujer fea e hispana, ¿o era fea y polaca?, por culpa de una arruga rebelde, te sigan diciendo dónde invertir nuestros ahorros, esos que de ir a la ventanilla a reclamarlos te iban a echar a patadas, te griten dónde se encuentra el futuro (=negocio), y tú les hagas caso, tampoco es muy de creer.
Ergo, si todo ello ha sido, es, posible, o estamos locos o muertos o seguimos flotando y no hemos caído. La caja negra del avión del capitalismo en el que viajábamos, aunque hace meses que se estrelló contra la nada en medio de ninguna parte, misterioso siglo XXI, sigue mandando señales, pero quienes las reciben no se ponen de acuerdo en cómo efectuar el rescate. Y, lo que es más grave, cuando la tengan en la mesa bajo su atenta mirada, están de acuerdo en que permanezca cerrada: no la piensan abrir. Por si esta contaminada, dicen. Por si les explota en la cara, me temo.
El caso es que las criaturas crecen y pueden hacerse gigantes. Y como los sueños son para hacerse realidad, al pequeño Miguelín de Isabel Coixet para la Exposición Universal me remito - un bebé de seis metros y medio que asusta más que invita a conocer a sus paisanos-, y si la globalización traía el reparto de tareas, la universalización de las ideas, la riqueza mundial ,¿cómo no íbamos a empobrecernos nosotros los occidentales (=primer mundo)? Entonces, ¿a qué viene tanto afán por salir de la crisis? Hundamos a los ricos y todos estaremos al mismo nivel, ¿no? Así pensaron, piensan, algunos. Unos héroes. A salvo en sus ranchos, pero unos héroes.
Miguelín