Editorial Los libros del lince.
140 páginas. 1ª edición de 2011.
He comentado hasta ahora en el
blog dos libros de la editorial Los libros del lince, y, después de un
simpático intercambio de correos electrónicos, el editor Enrique Murillo me envió a mi casa los dos libros de relatos de la
joven escritora Marina Perezagua
(Sevilla, 1978), dos obras que parecen entusiasmarle especialmente.
Los estoy leyendo de forma
consecutiva y en orden cronológico (cuando empiezo a escribir esta entrada sobre
Criaturas
abisales, tengo Leche leído por la mitad).
Criaturas abisales está compuesto por catorce relatos, de corte
fantástico, expresionista, extraño, onírico… en todo caso, alejados en mayor o
menor medida de la narración realista.
Según me adentraba en el libro,
tras haber leído más o menos la mitad de sus relatos, empecé a pensar que el
nexo de unión de las piezas leídas era la imposibilidad de las relaciones de
pareja, cómo la realidad conducía a que la pareja rompiera su unión, o cómo
mantenerla hacía que la pareja tuviera que aislarse del mundo: en Fredo
y la máquina, una joven en coma en un hospital nos habla de su relación
imaginaria con su joven vecino de habitación de hospital, también en coma; en El
rendido se encuentran dos depresivos, y ella, obsesionada con perderle
a él, incluso porque él comenta suicidio, idea una estrategia para conducir a
su pareja a la cárcel y así mantenerle aislado de todo; en Iluminaria, una joven
está tan convencida de la fuerza del amor que comparte con su pareja que idea
una máquina para que mediante sus movimientos amatorios se pueda generar la
energía que su casa necesita; en Nuevo Reino una pareja acaba
compartiendo su amor en un mundo submarino, mientras el resto de los habitantes
del planeta ha desaparecido (este relato comparte otra característica con el
titulado La loba y con Jana y Jano: la idea del mundo
destruido, la supervivencia tras el apocalipsis); en Bodas de oro se habla de
las reglas del extraño amor que parece mantener unidos a una pareja de
ancianos; en El testamento también se habla del amor de una pareja, pero
aquí se incluye una variante: la relación con el hijo, y con la madre de uno de
ellos; en De la mar el tiburón, y de la tierra el varón una mujer con
tendencias caníbales tiene la suerte de poder encontrar a un semejante.
El cuento que abre el conjunto, Lengua
foránea, también podría incluirse en el apartado anterior: en el de las
extrañas reglas que rigen las parejas, o la dependencia entre los humanos (con connotaciones
sexuales); quizás este cuento sea el más puramente onírico y surrealista del
conjunto: una lengua mayor que la de tamaño humano atraviesa la ventanilla de
un avión y juega con Olga W. la protagonista; no sin esconder alguna sorpresa
final.
La lectura de la mayoría de los
cuentos de este libro sumerge al lector en el desconcierto, en el desasosiego
de lo enfermizo de las relaciones entre los seres humanos, en contextos
extraños e imaginativos. De hecho, la vocación por lo universal parece tan grande
en Perezagua que rara vez sitúa a sus personajes en un entorno o época
reconocible, o si lo hace esta contextualización parece estar tomada al azar gracias
a la pura imaginación. Así, por ejemplo, el cuento El testamento transcurre en Tennesse igual que podría haberse
situado su acción en cualquier otro lugar. Los nombres de los personajes,
españoles o extranjeros, contribuyen también a esta idea de deslocalización
narrativa.
El lenguaje que emplea Marina
Perezagua en sus narraciones me ha parecido bastante maduro si tenemos en
cuenta que éste es su primer libro, que sale al mercado en 2011, y que la
autora ha nacido en 1978. Casi ningún titubeo lingüístico se percibe en estas
páginas, escritas de un modo elegante, sin barroquismos pero tampoco haciendo uso
del despojamiento formal.
El cuento Gabrielle es posiblemente
el más realista del conjunto, pues todo en él podría explicarse mediante la
locura de la madre de los hermanos protagonistas; una locura, de todos modos,
extraña y desasosegante.
En los dos últimos cuentos del
conjunto La Impenetrable y Jana y Jano he podido percibir, de
una forma más clara que antes, una influencia sobre estos relatos que hasta
ahora venía solamente sospechando, la de Franz
Kafka. La Impenetrable nos habla de la incorporación a un circo de una
joven con una extraña cualidad: su vagina no puede ser penetrada, y me parece
que guarda filiación con relatos kafkianos como Un artista del hambre o Un
artista del trapecio. En cambio Jana
y Jano, una nueva distopía, donde se describe la extraña condena que somete
esta nueva sociedad al culpable de asesinato, me ha recordado al Kafka de En la
colonia penitenciaria. En todo caso, la pulsión sexual o erótica
explícita es mayor que la de las narraciones de Kafka.
Quizás se podría decir de alguno
de los relatos que hablan de parejas que, aunque Perezagua dibuja en ellos un
mundo siempre diferente al anterior, está escrito bajo las mismas intenciones
narrativas –o las mismas ideas- ya empleados previamente. Algo, por otro lado,
bastante habitual en un libro de relatos, donde es muy difícil que todos los
cuentos tengan el mismo nivel o no se repitan los temas tratados.
En todo caso, Criaturas abisales supone un debut
narrativo notable, una apuesta muy sólida por una escritura imaginativa y desasosegante,
con un destacable empleo del idioma.
Esta reseña podía acabar en el
párrafo anterior, pero me apetece hacer una reflexión más, una reflexión que
tiene más que ver con una postura estética que con una reseña formal. Me ha
dado la impresión de que últimamente, desde el mundo del relato, existe una
tendencia a despreciar al relato realista, como si se tratase de una vía
muerta, y como si sólo el relato no realista pudiera tener sentido como medio
de expresión de la modernidad; un “disparen a Carver”, en definitiva. Si usted es un aficionado al relato de los
que reniega del realismo entonces Criaturas
abisales va a ser su libro. Pero yo, que soy más practicante como escritor
y más degustador como lector del relato realista me gustaría apuntar que he
echado en falta en este libro una aproximación a personas más cercanas, a
personas con miedos más cotidianos.
Voy a sostener la idea de que es
más difícil escribir un relato realista solvente que un relato fantástico
solvente, porque éste último puede partir de una idea sencilla (un hombre
obsesionado con el agua, por ejemplo) y exagerando esta idea con un nivel de
escritura correcto se puede hacer un relato no realista que funcione, pero para
escribir un relato realista que funcione el autor ha de conocer más a los seres
humanos y saber dibujar para sus personajes psicologías convincentes.
Es decir, leo los cuentos de Criaturas abisales, me parece que están
bien escritos, me generan un cierto desasosiego, pero me cuesta emocionarme con
sus personajes como puedo hacerlo con los de un relato de James Salter o de Alice
Munro, por citar a dos de los autores de relatos realistas comentados en el
blog. Por eso he sentido curiosidad por saber cómo se enfrentaría Perezagua a
la escritura de un relato protagonizado por unos personajes preocupados por
perder el trabajo o por la falta de dinero.
En todo caso, no quiero afear con
este último comentario, a favor del realismo en el relato, la grata impresión
que me deja éste, como he dicho, notable debut narrativo de la joven autora
Marina Perezagua.