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Criaturas fantásticas

Publicado el 27 diciembre 2025 por Hugo Rep @HugoRep

La creencia arraigada entre los comunes sobre que en el infierno el castigo principal son el fuego y las llamas eternas no es del todo correcta. De ello puede dar fe el conde Janusz Swiroginski, noble de antigua estirpe y pariente lejano de la dinastía real de la Polonia medieval.

Uno de los castigos más comunes del averno, especialmente para aquellos de mente clara y rápida es el de retornar al pasado y revivir sus errores de cuando eran seres de carne y hueso. No hay cosa peor para la persona inteligente que repetir permanentemente los mismos errores sin poder enmendarlos, errores muchas veces cometidos tratando de llevar adelante actos con muy buenas intenciones. No por nada existe un dicho popular que reza: “el camino hacia el infierno está plagado de buenas intenciones”.

Lo cierto es que allí estaba el conde reviviendo por enésima vez su propio entierro rodeado de los gnomos, fantasmas, duendes y elfos que vivían con él en su regio palacio, vecino, para más datos, del famoso y espectacular castillo de Lublin o "Zamek Lubelski" si lo prefieren en su idioma original.

Criaturas fantásticas

Castillo de Lublin en la actualidad

En vida, el conde Janusz pasaba sus días atemorizado y angustiado por esos seres fantásticos que no paraban de gastarle bromas, asustarlo apareciéndose de repente detrás de un pesado cortinado de terciopelo bordó (de esos que abundaban en demasía en su castillo) o simplemente escondiendo sus artículos de uso cotidiano justo cuando más los necesitaba. Recordaba por ejemplo la desaparición simultánea de su jubón y de la costosa hopalanda justo en el momento en que debía salir para una recepción en el castillo real invitado nada menos que por la reina.

Tan aterrado estaba el conde que un día, agobiado y medio loco, convocó a su hermano Stanislaw para que lo ayudara y le brindara ideas para deshacerse de esos personajes nefastos. Lo que desconocía el desdichado era que su propio hermano de sangre envidiaba su fortuna, su palacio y sus tierras plenas de siervos labradores y criadores de ganado que le tributaban grandes impuestos y alimentos, mientras que el debía contentarse con la pobre dote de su esposa renga.

Stanislaw, rápido de reflejos, lo acusó de loco y brujo ante el rey Juan III Sobieski y luego de un breve juicio, muy parcial por otra parte, el conde acabó sus días en la hoguera, como un verdadero acólito del diablo.

Ahora, a muchos años y repeticiones de su historia, el desdichado Janusz es amigo de los gnomos, fantasmas, duendes y elfos, cambió su postura cuando comprendió que el verdadero peligro e infortunio estaba dentro de su propia familia y no en las bromas y sustos de esas fantásticas y simpáticas criaturas.

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