Fedor Dostoiewsky dejó escrito que “el pueblo que no castiga la violencia será castigado por ella”, algo que está cumpliéndose en España con numerosos actos ilícitos que se perdonan siguiendo el buen corazón, el buenismo, que domina el país.
Parece cierto lo que afirma el jurista Constantino Allegue cuando señala que “España es un Estado de Derecho atemperado por el estricto incumplimiento de las leyes”.
Los jóvenes aspirantes a etarras, cuyos actos de guerrilla callejera eran calificados como terrorismo, se encuentran con un juez poco mayor que ellos que dice que lo suyo son juegos de niños.
Quizás el juez Santiago Pedraz fue un niño sometido a una férrea disciplina paterna de la que se venga ahora. Se da mucho entre los permisivos: como una muestra del buen rollito dominante, indultan las revueltas y motines violentos para devolverle a la sociedad las iras familiares.
A los envalentonados cachorros de ETA se les implora “necesitamos la paz”, pero ellos responden con terrorismo porque ya no se les castiga, como decía Dostoiewsky.
Buen rollito de la discriminación positiva es la comprensión de la juez que casi absolvió al bailaor Farruquito por su origen étnico-cultural, a pesar de que atropelló a un infeliz que iba por un paso de peatones, huyó y culpó del homicidio a su hermano.
Buen rollito es la solución del caso del Barcelona F.C., exonerado de uno de los actos más vergonzosos de la historia mundial del deporte, después de que numeroso público del Camp Nou se ensañara con los jugadores de su rival, el Real Madrid, y les lanzara botellas, hierros, y hasta una cabeza de cochinillo.
A otros equipos les cerraron el campo; a éste, que estaba condenado a la clausura por dos partidos, se le ha perdonado la sanción: gran definición de España, la del jurista Allegue