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Prisionero de guerra aliado a punto de ser decapitado en 1943. Fuente y autoría: Desconocida (dominio público), vía Wikimedia.
Normalmente, si se nos pregunta sobre los crímenes de guerra cometidos por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría apenas podemos mencionar la Masacre de Nankín (conocida también como la Violación de Nankín) o los terribles experimentos con humanos del Escuadrón 731. Desafortunadamente, hubo muchas otras atrocidades que no deben caer en el olvido. A veces, nuestro eurocentrismo nos lleva a fijarnos desmedidamente en la barbarie nazi, pero lo cierto es que algunos de los crímenes de guerra de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial igualan e incluso superan a los cometidos por sus aliados del Eje.
La masacre de Manila (febrero-marzo de 1945)
A comienzos de 1945, el general Yamashita había planeado la salida de sus hombres de Manila y combatir en el campo. Sin embargo, dos almirantes japoneses ignoraron su orden y mandaron a sus hombres que permaneciesen dentro de la ciudad. Cuando las tropas estadounidenses llegaron, las fuerzas niponas se dieron cuenta de que se enfrentaban a una muerte segura y descargaron toda su rabia contra los desgraciados civiles que se encontraban atrapados en la ciudad de Manila.
Durante semanas, los japoneses violaron, saquearon y asesinaron. Aparte de los bayonetazos y las decapitaciones, ametrallaron a civiles y prendieron fuego a edificios con personas dentro. Los norteamericanos detuvieron sus ataques de artillería para que los japoneses pudieran rendirse, pero estos últimos prefirieron seguir con su orgía sangrienta.
Cuando los estadounidenses lograron por fin liberar la ciudad comprobaron que casi todos los soldados japoneses habían muerto, tras llevarse consigo 100 000 bajas civiles. El incidente dejó a Manila como una de las ciudades más arrasadas de toda la Segunda Guerra Mundial.
El ferrocarril de la muerte (junio de 1924-octubre de 1943)
Puesto que los buques de carga eran vulnerables a los ataques aéreos aliados, los japoneses buscaron una línea de suministros alternativa para mantener sus fuerzas en Birmania. Esto culminó con la construcción de una línea férrea de 415 kilómetros entre Tailandia y Birmania. Para la construcción de esta línea se usaron 60 000 prisioneros de guerra aliados y 200 000 asiáticos obligados a trabajar como esclavos en esta faraónica empresa.
Durante el año que duraron las obras, miles de “trabajadores” murieron debido a las terribles condiciones de trabajo y al trato inhumano recibido. Un total de 13 000 prisioneros de guerra y de casi 100 000 esclavos asiáticos perdieron la vida en la construcción de esta línea de ferrocarril. El sombrío destino de los supervivientes no terminaría con la finalización de las obras: aunque los japoneses reubicaron a algunos de los prisioneros, decidieron conservar un contingente para el mantenimiento y la reparación de las vías de cara a los inminentes ataques aliados.
La masacre del I-8 M (26 de marzo y 2 de julio de 1944)
Uno de los submarinos japoneses más célebres, el I-8, pasaría a la Historia como el responsable del hundimiento de dos embarcaciones aliadas y por la terrible conducta de la tripulación nipona tras estos acontecimientos.
El submarino japonés I-8 entrando en la bahía de Kagoshima. Fuente y autoría: Desconocida (dominio público), vía Wikipedia.
El 26 de marzo de 1944, el submarino avistó y hundió al carguero holandés Tsijalak, a varios cientos de kilómetros de las costas de Colombo, en Sri Lanka. Los japoneses se llevaron a bordo a 103 supervivientes y los masacraron con espadas y mazas. A los que lograron sobrevivir les ataron vivos, les dejaron en la cubierta del submarino y les ahogaron al sumergir el submarino. Solo cinco lograron sobrevivir a esta atrocidad
Tan solo unos pocos meses después, los japoneses destruyeron el buque de carga estadounidense Jean Nicolet y sometieron a los supervivientes al mismo tratamiento brutal. Los japoneses torturaron y mataron a los prisioneros haciéndoles pasar porun bosque de espadas y bayonetas, antes de arrojarlos por la borda. Los japoneses se sumergieron en cuanto vislumbraron aviación aliada, con 30 prisioneros todavía en la cubierta del submarino. Solo dos docenas de los más de 100 prisioneros sobrevivieron.
La masacre de Sook Ching (febrero-marzo de 1942)
Tras la caída de Singapur, los japoneses querían barrer todo atisbo de resistencia, especialmente entre los chinos que vivían en la región. Para conseguirlo, la tristemente célebre policía secreta del Kempetai empezó la Operación Sook Ching (en español podría traducirse como “operación de purga mediante la limpieza”) en febrero de 1942.
Después de internar e interrogar a toda la población china de Singapur, el Kempetai condujo a sus vehículos militares a los que se consideraban peligrosos. Luego, fueron transportados a las afueras de la ciudad y ejecutados. Esta operación de purga se extendería con prontitud a las demás partes de Malasia.
Las prisas hicieron que los miembros del Kempetai, insuficientes en número, trataran sin piedad especialmente a los habitantes de zonas rurales. Eliminaron pueblos enteros solamente por la mera sospecha de presentir actividad subversiva. Aunque no disponemos de cifras oficiales de fallecidos, las fuentes japonesas hablan de en torno a 5000-6000 muertos mientras que las de Singapur y China aumenta la cifra a 30 000-100 000.
La masacre del océano Índico (18 de marzo de 1944)
En la última incursión llevada a cabo por buques de guerra japoneses en el océano Índico, el crucero pesado Tone hundió al buque mercante británico Behar y capturó a 180 supervivientes. El capitán Haruo Mayuzumi transmitió su hazaña a su superior, el contralmirante Naomasa Sakonju, esperando una felicitación, en cambio, Sakonju estaba iracundo porque el capitán había hecho prisioneros “inutiles”. Ordenó que se procediese a la ejecución de los supervivientes.
Mayuzumi le pidió a su superior en varias ocasiones que les perdonase la vida, pero Sakonju se negó y finalmente Mayuzumi tuvo que cumplir con la cruel orden. Dividió a los supervivientes en dos grupos formados por 36 y 72 miembros respectivamente. El primero incluyó al capitán del Behar y al resto de personal importante y, al final, fue transferido en su totalidad a un segundo barco, salvándolos así de la muerte. El segundo grupo no tuvo tanta suerte. Al caer la noche, los japoneses decapitaron a todos sus integrantes y sus cuerpos fueron arrojados al mar.
Sakonju sería colgado más adelante y Mayuzumi terminaría cumpliendo una pena de 7 años de prisión por su papel en este crimen de guerra.
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