Normalmente, si se nos pregunta sobre los crímenes de guerra cometidos por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría apenas podemos mencionar la Masacre de Nankín (conocida también como la Violación de Nankín) o los terribles experimentos con humanos del Escuadrón 731.
Desafortunadamente, hubo muchas otras atrocidades que no deben caer en el olvido. A veces, nuestro eurocentrismo nos lleva a fijarnos desmedidamente en la barbarie nazi, pero lo cierto es que algunos de los crímenes de guerra de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial igualan e incluso superan a los cometidos por sus aliados del Eje.
La masacre de Manila (febrero-marzo de 1945)
A comienzos de 1945, el general Yamashita había planeado la salida de sus hombres de Manila y combatir en el campo. Sin embargo, dos almirantes japoneses ignoraron su orden y mandaron a sus hombres que permaneciesen dentro de la ciudad.
Cuando las tropas estadounidenses llegaron, las fuerzas niponas se dieron cuenta de que se enfrentaban a una muerte segura y descargaron toda su rabia contra los desgraciados civiles que se encontraban atrapados en la ciudad de Manila.
Durante semanas, los japoneses violaron, saquearon y asesinaron. Aparte de los bayonetazos y las decapitaciones, ametrallaron a civiles y prendieron fuego a edificios con personas dentro. Los norteamericanos detuvieron sus ataques de artillería para que los japoneses pudieran rendirse, pero estos últimos prefirieron seguir con su orgía sangrienta.
Cuando los estadounidenses lograron por fin liberar la ciudad comprobaron que casi todos los soldados japoneses habían muerto, tras llevarse consigo 100 000 bajas civiles. El incidente dejó a Manila como una de las ciudades más arrasadas de toda la Segunda Guerra Mundial.
El ferrocarril de la muerte (junio de 1924-octubre de 1943)
Puesto que los buques de carga eran vulnerables a los ataques aéreos aliados, los japoneses buscaron una línea de suministros alternativa para mantener sus fuerzas en Birmania. Esto culminó con la construcción de una línea férrea de 415 kilómetros entre Tailandia y Birmania. Para la construcción de esta línea se usaron 60 000 prisioneros de guerra aliados y 200 000 asiáticos obligados a trabajar como esclavos en esta faraónica empresa.
Durante el año que duraron las obras, miles de "trabajadores" murieron debido a las terribles condiciones de trabajo y al trato inhumano recibido. Un total de 13 000 prisioneros de guerra y de casi 100 000 esclavos asiáticos perdieron la vida en la construcción de esta línea de ferrocarril. El sombrío destino de los supervivientes no terminaría con la finalización de las obras: aunque los japoneses reubicaron a algunos de los prisioneros, decidieron conservar un contingente para el mantenimiento y la reparación de las vías de cara a los inminentes ataques aliados.
La masacre del I-8 M (26 de marzo y 2 de julio de 1944)
Uno de los submarinos japoneses más célebres, el I-8, pasaría a la Historia como el responsable del hundimiento de dos embarcaciones aliadas y por la terrible conducta de la tripulación nipona tras estos acontecimientos.
El 26 de marzo de 1944, el submarino avistó y hundió al carguero holandés Tsijalak, a varios cientos de kilómetros de las costas de Colombo, en Sri Lanka. Los japoneses se llevaron a bordo a 103 supervivientes y los masacraron con espadas y mazas. A los que lograron sobrevivir les ataron vivos, les dejaron en la cubierta del submarino y les ahogaron al sumergir el submarino. Solo cinco lograron sobrevivir a esta atrocidad
Tan solo unos pocos meses después, los japoneses destruyeron el buque de carga estadounidense Jean Nicolet y sometieron a los supervivientes al mismo tratamiento brutal. Los japoneses torturaron y mataron a los prisioneros haciéndoles pasar porun bosque de espadas y bayonetas, antes de arrojarlos por la borda. Los japoneses se sumergieron en cuanto vislumbraron aviación aliada, con 30 prisioneros todavía en la cubierta del submarino. Solo dos docenas de los más de 100 prisioneros sobrevivieron.
La masacre de Sook Ching (febrero-marzo de 1942)
Tras la caída de Singapur, los japoneses querían barrer todo atisbo de resistencia, especialmente entre los chinos que vivían en la región. Para conseguirlo, la tristemente célebre policía secreta del Kempetai empezó la Operación Sook Ching (en español podría traducirse como "operación de purga mediante la limpieza") en febrero de 1942.
Después de internar e interrogar a toda la población china de Singapur, el Kempetai condujo a sus vehículos militares a los que se consideraban peligrosos. Luego, fueron transportados a las afueras de la ciudad y ejecutados. Esta operación de purga se extendería con prontitud a las demás partes de Malasia.
Las prisas hicieron que los miembros del Kempetai, insuficientes en número, trataran sin piedad especialmente a los habitantes de zonas rurales. Eliminaron pueblos enteros solamente por la mera sospecha de presentir actividad subversiva. Aunque no disponemos de cifras oficiales de fallecidos, las fuentes japonesas hablan de en torno a 5000-6000 muertos mientras que las de Singapur y China aumenta la cifra a 30 000-100 000.
La masacre del océano Índico (18 de marzo de 1944)
En la última incursión llevada a cabo por buques de guerra japoneses en el océano Índico, el crucero pesado Tone hundió al buque mercante británico Behar y capturó a 180 supervivientes. El capitán Haruo Mayuzumi transmitió su hazaña a su superior, el contralmirante Naomasa Sakonju, esperando una felicitación, en cambio, Sakonju estaba iracundo porque el capitán había hecho prisioneros "inutiles". Ordenó que se procediese a la ejecución de los supervivientes.
Mayuzumi le pidió a su superior en varias ocasiones que les perdonase la vida, pero Sakonju se negó y finalmente Mayuzumi tuvo que cumplir con la cruel orden. Dividió a los supervivientes en dos grupos formados por 36 y 72 miembros respectivamente.
El primero incluyó al capitán del Behar y al resto de personal importante y, al final, fue transferido en su totalidad a un segundo barco, salvándolos así de la muerte. El segundo grupo no tuvo tanta suerte. Al caer la noche, los japoneses decapitaron a todos sus integrantes y sus cuerpos fueron arrojados al mar.
Sakonju sería colgado más adelante y Mayuzumi terminaría cumpliendo una pena de 7 años de prisión por su papel en este crimen de guerra.
Las ejecuciones del Akikaze (18 de marzo de 1943)
En este extraño episodio, a priori increíble y, sin duda, brutal, fuerzas niponas ejecutaron a civiles alemanes y chinos, bajo sospechas de estar colaborando con los Aliados.
Todo comenzó cuando el destructor japonés Akikaze, en ruta al feudo nipón de Rabaul, recogió a civiles chinos y a misioneros alemanes que vivían en las islas Kairuru y Manu, en el Pacífico Sur. De camino hacia su destino, el capitán del Akikaze recibió la orden de ejecutar a todo el grupo.
Para conseguirlo sin llamar mucho la atención, los japoneses condujeron a sus víctimas una a una a la parte trasera de la embarcación para ahorcarlas en un improvisado patíbulo. El sonido del propio barco y del viento hizo que las víctimas solo se fueran enterando de su destinó una vez que ya era totalmente inevitable. Después de tres horas, los japoneses habían logrado matar a sus "pasajeros", incluyendo a dos niños a los que arrojaron por la borda aún con vida.
La ocupación japonesa de Nauru (agosto de 1942-septiembre de 1945)
Incluso una pequeña isla del Pacífico Sur como la de Nauru no pudo escapar a los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación de la isla, los japoneses cometieron diversas atrocidades y algunas de ellas destacaron por su brutalidad sin precedentes.
Después de una ofensiva sobre el aeródromo de la isla por parte de bombarderos americanos en marzo de 1943, los japoneses decapitaron y mataron a bayonetazos a cinco australianos prisioneros como venganza. Ese mismo año, los japoneses también deportaron a más de 1000 indígenas para trabajar como esclavos en otras islas ocupadas.
Durante su ocupación, los japoneses exterminaron por propia cuenta toda la colonia de leprosos de la isla. Fueron conducidos en embarcación, llevados hasta alta mar y hundidos a continuación, sin que ninguno pudiera salvarse.
La masacre de Palawan (14 de diciembre de 1944)
En otra masacre de prisioneros de guerra, los japoneses estacionados en la isla de Palawan, trataron de matar a todos sus prisioneros estadounidenses después de asumir erróneamente que las fuerzas aliadas habían procedido a la invasión de la isla. Después de conducir a los prisioneros a unos refugios antiaéreos improvisados, los japoneses procedieron a quemarlos vivos.
Los que trataban de escapar de las estructuras en llamas fueron asesinados a bayonetazos, disparados o apaleados hasta la muerte. Unos pocos lograron conseguir escapar hasta la costa y ocultarse, aunque los japoneses lograron capturarlos a casi todos.
Serían torturados y ejecutados sin piedad. De los 150 prisioneros americanos, menos de una docena lograron sobrevivir para contarlo: los pocos afortunados consiguieron milagrosamente encontrar la fuerza suficiente para escapar nadando y ocultarse.
Las noticias de esta masacre instaron a las fuerzas aliadas a llevar a cabo diversas incursiones para liberar prisiones y campamentos de prisioneros japoneses dispersos por todo el archipiélago filipino.
La masacre del hospital militar de Alexandra (14-15 de febrero de 1942)
Justo un día antes de la rendición británica en Singapur, los soldados japoneses atacaron el hospital militar de Alexandra y asesinaron sin piedad a todos los allí presentes que se iban encontrando, incluyendo al personal médico y a los propios pacientes. Ni tan siquiera los que estaban en la mesa de operaciones lograron salvar la vida.
Después de la masacre, los japoneses obligaron a los que todavía seguían con vida a limpiar aquel escenario dantesco y fueron recluidos en salas. Al alba, los japoneses agruparon a los 200 supervivientes y los mataron a bayonetazos en el patio. Solo cinco sobrevivieron a esta segunda masacre al conseguir ocultarse en una alcantarilla.
El general Yamashita, al enterarse de este crimen de guerra de la Segunda Guerra Mundial, mandó apresar y ejecutar a los responsables.
La masacre del aeródromo de Laha (febrero de 1942)
Este macabro crimen de la Segunda Guerra Mundial se saldó con la muerte de más de 300 prisioneros de guerra australianos y holandeses, tras la captura nipona de la isla indonesia de Ambon. Para vengarse de los Aliados por haber destruido uno de sus dragaminas, los japoneses seleccionaron prisioneros al azar y los ejecutaron a bayonetazos y mediante decapitación en el cercano aeródromo de la isla. Luego repitieron el proceso hasta en tres ocasiones adicionales durante febrero de 1942.
La magnitud de esta atrocidad fue tal que un tribunal militar australiano procesó a más de 90 oficiales y soldados japoneses tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en uno de los mayores juicios por crímenes de guerra que se recuerdan. El tribunal condenó a cuatro de los acusados a muerte. Pero no lograron nunca condenar al cerebro de la masacre, el contralmirante Hatakeyama, ya que murió a la espera de ser juzgado.
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