Revista Política

Crisis

Publicado el 30 octubre 2012 por Alejandropumarino

Crisis

En rueda de prensa en el Congreso de los Diputados, Soraya Rodríguez  aseguró que los socialistas "lamentamos no haber actuado antes y no  haber puesto en marcha un cambio legislativo que hubiera impedido"  las situaciones "terribles" que se siguen viviendo en España. "Nos equivocamos" al no haberlo hecho, aseguró la portavoz,  "debíamos haberlo hecho", pero eso no incapacita al PSOE, añadió, para  defender ahora desde la oposición que se tomen esas medidas. Esa es la intención del PSOE, aseguró, al defender la proposición  de ley con la que pretenden "parar" los desahucios y que los amenazados  puedan negociar su deuda con las entidades financieras.

Es mucho más fácil ser crítico de ajedrez que ajedrecista, lo mismo que resulta más sencillo hacer política desde la oposición que gobernando. Resulta pueril creer que la modificación de la ley hipotecaria (o como se llame) fue un descuido del PSOE durante sus años de gobierno; más bien suena a que quien verdaderamente rige los destinos del mundo occidental es el capital y es necesario supeditarse a los intereses de las grandes entidades financieras.

Pero no nos engañemos: La culpa no es de los bancos o los grandes inversores, no. Somos nosotros, la gente de a pie, quienes hemos pedido prestado un dinero para la adquisición de una vivienda, pero también para cambiar el vehículo o para unas vacaciones de lujo, siempre en la confianza de que el continuo incremento del precio del ladrillo cubriría la deuda en caso de problemas económicos. La crisis, unida a la caída del precio de la vivienda desató la hecatombe y resulta imposible hacer frente a los compromisos adquiridos, cuando los salarios se ven congelados o bajan, el número de parados en la familia aumenta y las cuotas regulares de la hipoteca llegan mensualmente sin que la venta del inmueble pueda solucionar el problema.

Desde luego que es preciso llegar a un acuerdo con las entidades financieras; por supuesto que la hipoteca debería cubrir el capital prestado y no persistir deudas más allá del embargo correspondiente, pero no queda bien pintar lobos con piel de cordero y viceversa. Todos tenemos la culpa, desde el cliente que creía hacer un negocio redondo con la compra de un piso, hasta el banquero que colocaba capital a un interés conveniente. Los dos se equivocaron y el error lo tendremos que pagar todos nosotros.


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