Revista Economía

Crisis, crisis, crisis...

Publicado el 21 octubre 2022 por Pacolopez

Un entorno que produce ansiedad y que se autoalimenta de alguna manera.

Ante todo tenemos la madre de todas las crisis, el Armagedon que apunta a un planeta inhabitable a medio plazo: la CRISIS CLIMÁTICA. Ya no es solo una teoría, sino que la estamos viviendo todos en nuestras propias carnes. Estamos a 21 de octubre y estoy escribiendo esto con la misma indumentaria que visto en pleno agosto.

Pero nos rodean muchas más crisis:

  • La migratoria, que contemplamos a diario en las noticias, y que tiene múltiples ramificaciones.

  • La política, que es generalizada, y que está conduciendo al auge de la ultraderecha y a una cierta crisis de la izquierda, que reproduce modelos de frentismo, que nos recuerdan a tiempos pasados y peores, y que en gran parte es el resultado y/o la consecuencia de la falta de líderes de peso. Hay quien la denomina también crisis de la democracia.

  • La geopolítica, que es consecuencia de las heridas no curadas del pasado, de la historia, y que genera una tensión planetaria y nos conduce a guerras como la que estamos viviendo en Ucrania, que no deja de ser una guerra europea e incluso podríamos decir que una guerra mundial, en la que prácticamente todos los países están alineados en un bando u otro. De nuevo se echan en falta los líderes políticos de altura, que sepan encontrar espacios de concordia y de acuerdo, frente a extremistas inflexibles. ¿Dónde ha quedado la diplomacia fina?

  • La crisis energética, que también produce un enorme desasosiego, y que es consecuencia de una transición del modelo energético que es más lenta de lo que debiera. Y a la que contribuyen, sin duda, tanto la crisis política como la geopolítica de guerras, frentismo y enfrentamientos. Y, por último, que en nada contribuye, al contrario, a resolver la crisis climática, con moratorias al carbón o a las centrales nucleares. Además de ahondar en otras crisis, como la de la pobreza.

  • La crisis de natalidad, o de envejecimiento, en el mundo desarrollado, que nos está abocando a sociedades de viajes, económica y socialmente insostenibles, como sabemos bien (aunque nos cuesta reconocerlo) en países como España.

  • La crisis fiscal, que aboca a numerosos países a afrontar enormes déficit fiscales y con ello deudas multimillonarias que los sitúan al borde de la quiebra y ponen en cuestión el sostenimiento del estado del bienestar, aparte de ser una amenaza para el equilibrio de los mercados financieros y de todo el sistema económico y social como lo conocemos. Acabamos de ver qué ha pasado en Gran Bretaña, ante sospechas de un posible exceso de déficit. Y en España tenemos una Espada de Damocles que es el sostenimiento del coste de las pensiones. Aparte de hipotecar el futuro de nuestros nietos.

  • La crisis sanitaria, en dos planos: la posible llegada de nuevos virus y enfermedades desconocidas, como consecuencia de la intervención humana y del cambio climático; y el deterioro de los sistemas sanitarios, que han pasado el tsunami de la Covid 19 pero han quedado agotados, y sus perspectivas son bastante grises en muchos países. En España, por ejemplo, por la escasez de profesionales y equipos, que los ciudadanos sufren con largos períodos de espera para ser operados o simplemente atendidos en los centros de atención primaria o por les médicos especialistas.

  • La crisis de la globalización, cuyo auge parece haber quedado atrás. Para unos para bien y para otros para mal. Y que ocurre como consecuencia del impacto de las otras crisis: política, sanitaria, geopolítica, migratoria, etc.

  • La crisis financiera, provocada por la inflación (en gran medida consecuencia a su vez de las otras crisis: energética, sanitaria, política, en una especie de círculo vicioso) y por la consecuente subida de tipos de interés, que a su vez agudiza otras crisis: económica, social, financiera...

  • La crisis social, dolorosa, que deja a los menos favorecidos en la estacada y que provoca episodios de hambre, incluso en el primer mundo, que multiplica la presencia de sintecho junto a tiendas, restaurantes y coches de lujo, y que obliga a las administraciones a volcar recursos, y a ahondar en sus déficit, en otro círculo vicioso con las crisis migratoria, económica y política.

  • La crisis de valores, en una sociedad en la que se agudizan las posturas extremas frente a fenómenos como la inmigración, la libertad sexual, el aborto, etc. Incluso el propio concepto de familia, que ha sido un fundamento capital en muchas sociedades, como la española, ha quedado muy afectado, influyendo y siendo influido por la crisis de natalidad e incluso la crisis migratoria.

  • La crisis de las ciudades, que hace que veamos escenas impactantes, por suciedad, polución, delincuencia, movilidad imposible, etc., en lugares como Nueva York, Barcelona, Pekín, o tantos otros lugares. Las grandes ciudades están reinventándose, y mientras tanto perdiendo habitantes, un fenómeno que la tecnología y el teletrabajo ha acelerado.

  • La crisis del campo deshabitado, que en muchos países es imparable, y que ha generado fenómenos políticos como el de la España Vaciada, que está arrastrando un movimiento político singular. En general el mundo se está concentrando en las grandes ciudades, en un proceso que parece irreversible y que se están haciendo grandes esfuerzos para que no lo sea.

  • La crisis del sistema educativo, que sufrimos en países como España, donde los más viejos tenemos la sensación de que la escuela, e incluso la educación superior, evolucionan a peor. Y donde vemos cambiar los planes educativos de forma cíclico y con un exceso de politización. O el fracaso histórico de la formación profesional, que ahora, en España, parece que se está encarrilando adecuadamente, por fin. Todo ello provoca crisis sociales, como la existencia de los ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan, o las altas tasas de desempleo, simultanemente a la escasez de profesionales cualificados para muchos puestos de trabajo (desde fontaneros a ingenieros, pasando por multitud de ejemplos de técnicos especializados).

  • La crisis del sistema judicial, que todos los días exaspera a los ciudadanos españoles, tanto por su politización como por su ineficiencia, y también por la falta de empatía social de muchos magistrados. Los juicios tardan años en resolverse y en muchos casos el ciudadano de a pie escucha estupefacto las sentencias que se promulgan, dudando mucho de la habilidades humanas e incluso de la ética de quienes las promulgan. De nuevo todo esto contribuye a la crisis social y política en la que vivimos. Al menos en muchos países, como España.

  • La crisis de la convivencia y de la existencia. Va a ser la última que menciono, no porque no haya más, sino porque al final todas las crisis están relacionadas, y quizás estas sean de las que mayor impacto cotidiano tienen. Una de sus consecuencias es de tipo psicológico, y vemos como aumenta el número de suicidios. Pero también de tipo social, cuando crece la conflictividad en las escuelas, en los hospitales, en las parejas, incluso en la atención que las empresas deparan a sus clientes, y no digamos si estos son personas de edad, para la que este mundo en continua crisis se está volviendo insoportable, y algunos deciden dejarlo por las bravas, añadiéndose a la estadística de viejos que se quitan la vida.. Y la estadística de delitos de género, que nos abochorna cada día en los medios de comunicación, pensando que estamos en una jungla social, y aumentando nuestro miedo a relacionarse con los demás, agravando con ello la rueda del desencuentro...

En fin, siento que este post me haya salido tan pesimista, pero creo que solo siendo conscientes de la amplitud y gravedad del problema podremos intentar hacerle frente.


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