Codicia
«Aquí en España, doctora, se ha concentrado una gigantesca crisis de codicia, que llegó a sus límites alimentada por el proverbial apego de cada cual a lo suyo y a la ausencia de sentimiento colectivo, al egoísmo del españolito y al ande-yo-caliente-ríase-la-gente. Los bancos lo pusieron todo perdidito de créditos tirados por los suelos, pero, ¡ay!, ya no nos queremos acordar de aquellos años en los que todos deseábamos que los pisos valieran más, y más, y más… Venga, doctora, que nos creímos todos millonarios de golpe y mi piso de mierda llegó a costar lo mismo que un adosado en las afueras de París. ¿No nos dimos cuenta de que aquello era una falacia que tenía que reventar o, más bien, no nos quisimos dar cuenta? Políticos y bancos tuvieron una enorme parte de responsabilidad, sin duda, unos por permitir la burbuja y no velar por el bien común y otros por llenarla de aire caliente, pero, ¿y el comportamiento de cada cual? ¿Para qué vale que el precio de su piso en aquel entonces creciera sin parar, si resulta que sus hijos no se podían emancipar? Las consecuencias de aquella locura colectiva de codicia las vamos a pagar durante generaciones: el país se endeudó hasta extremos, y ahora eso es el pretexto perfecto para recortar y recortar servicios públicos. Mi codicia, y la tuya, y la de aquel, y la de aquella, nos ha traído la ruina a tod@s. Gracias a tod@s por esta nada tan absoluta.»