Ser un hombre libre conlleva un gran esfuerzo, por lo que aunque vivimos en una sociedad que se enorgullece de su gran libertad en realidad los hombres que la componen son esclavos. Lo son porque es más cómodo vivir esclavizado. Esto que digo resultará escandaloso e incluso ofensivo, pero si se analiza cuidadosamente no habrá más remedio que reconocer que es así, y ese será el primer paso para la libertad porque desde luego el esclavo ideal es aquel que no sabe que lo es y por tanto nunca intentará liberarse.
“Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda” (Martin Luther King)
Observemos a nuestro alrededor y veremos personas dobladas en su interior porque no han alcanzado ni quieren alcanzar la madurez afectiva y psicológica adecuada. Veremos adultos infantilizados, esclavos de sus emociones y de sus traumas emocionales.
Nos quejamos mucho de la crisis económica pero no nos damos cuenta de una crisis mucho más grave que tenemos en este país. Tenemos un gran problema de infantilismo. De personas que no hacen nada por madurar. De personas que descuidan su salud física, mental, emocional y psicológica y siempre están esperando que vengan alguien de fuera a arreglarle sus problemas.
No es un país de personas autosuficientes sino de personas dependientes, de personas esclavas y de adultos-bebés que esperan eternamente seguir recibiendo el alimento de su mamá.
¡Es que nadie quiere darse cuenta de esto! A los gobernantes desde luego no les interesa que seamos autosuficientes. La mayor rebelión consistiría en ocuparse cada uno de sí mismo, de su desarrollo emocional, psicológico e intelectual y de adquirir las herramientas necesarias para saber discernir. Sin esto no existirá nunca libertad ni progreso.