El otro día, alguien me dijo
- Jordi... ¿porqué no volvemos a Europa?
- ¿A Europa? - le pregunté como haciéndome el loco
- Sí, tu a Londres y yo a Suiza. Podría trabajar seis meses por 25.000 euros, y vivir de rentas los otros seis meses en Londres, mientras tu ganas, por ejemplo, esos 25.000 euros durante el año.
En ese momento, mi cabeza no estaba calculando los 50.000 euros trabajando los dos, si no los 50.000 euros trabajando ella en Suiza. No, es broma. Los 75.000 euros serían...
Ella dice conocer a alguien en Suiza, que le dió trabajo durante un año por ese peazo sueldo (imposible en España o en Uk si no eres un crack enchufado). Nunca le pregunté como logró cobrar eso sin estudios y siendo de la otra punta del mundo, pero yo no era (ni soy) de los que se mete en la vida de los demás (a pesar de algunos).
Esta semana nevó. Nevó mucho por Tokyo, pero solamente fue un día (podéis deleitaros con más fotos en cualquiera de los blogs de extranjeros por estas tierras).
Como cada año por estas fechas, me levanto mirando atrás el año anterior (aunque muy fresco en mi mente).
Si, podríamos ganar 50.000, 75.000 euros al año con un mínimo esfuerzo en Europa, pero no seríamos los mismos.
Ella huiría de su Japón. Pasaría de ser una señora a ser una japonesita en lo que se tarda en salir del avión en Heathrow, por ejemplo. Tendría su trabajo en esa empresa fashion y cool. Ganaria esa pasta gansa solo por sonreír a sus clientes que se gastan en almuerzo lo que yo como en una semana. Y yo estaría, por ejemplo, en Londres haciendo camas mientras programo webs y traduzco a deshoras.
¿Seríamos felices? puede ser que se trate, solamente, de la crisis de los 30 que yo, al tener un pacto con el diablo, me da casi a los 35. Aunque algunos elementos pululantes les gustaría mucho. Demasiado. A-mén.