El paso del tiempo es algo por lo que todos debemos atravesar. No importa el sexo, o las opiniones acerca del envejecimiento. Mientras más años se cumplen, más nos acercamos a él. En la juventud, es normal sentir gran emoción durante los cumpleaños. Pero esto comienza a ser menos agradable después de los 30. A partir de aquí, nos damos cuenta de que ya no somos jóvenes y es ahí cuando inicia la crisis de los 40.
En las mujeres, esta preocupación se instala en el pensamiento desde antes de llegar a la tercera década. Pero, resulta común que los hombres comiencen a manifestar ciertas conductas alrededor de los cuarenta años. Si has llegado hasta aquí, es porque deseas conocer más sobre este tema. Es por ello que, a continuación, hablaremos sobre este proceso vital, qué lo causa y cómo tratarlo.
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¿Qué es la crisis de los 40?
Se entiende como crisis de los 40, la etapa que atraviesa una persona a nivel emocional y psicológico, cuando se acerca o se cumple esta edad. Se trata de percibir con mayor conciencia el paso de los años. Llegar a la conclusión de que se ha ido la juventud y la esperanza de vida se encuentra justo en la mitad del camino. Esto puede ocurrir en cualquier momento de la vida, sin embargo, es más común que suceda en la mediana edad.
Al llegar a este momento, se comienzan a tener pensamientos comparativos. La persona tiende a comparar su vida actual con la expectativa de vida de su juventud. Prestando excesiva atención a los sueños y proyectos que hasta el momento no se han podido cumplir. Teniendo entonces la idea, de que todo aquello que no se ha podido lograr, ya no será posible debido a la edad. Generando un estado de frustración, dolor y desengaño.
Otras situaciones que se comienzan a pensar, son las rutinas que se llevan en la vida. Resultando estas en muchos casos, insatisfactorias o incompletas. Esto lleva a reflexionar de que en adelante, comenzará una especie de declive. Acompañada de la percepción de que se está perdiendo atractivo, potencial y fuerza.
Estas emociones pueden llevar a quien las siente, a un gran estrés. Lo que además, puede llevar a la manifestación de conductas impulsivas, donde se hacen necesarios cambios drásticos. Se podría decir que la crisis de los cuarenta es una especie de duelo a la pérdida de la juventud. Al principio, la persona se niega a estar envejeciendo, siente rabia, dolor y finalmente aceptación. Puesto que, por fortuna, la crisis de la mediana edad puede superarse con el tiempo.
¿Por qué ocurre la crisis de los 40?
Por lo general, la crisis de los cuarenta guarda una estrecha relación con el nivel de satisfacción que se tiene con la vida. En ello se engloba el estado laboral y sentimental, con las expectativas de uno mismo y los logros alcanzados. Puede existir una fuerte desilusión por los cambios que han experimentado el cuerpo, la salud, el entorno social o afectivo. Lo que lleva a que la persona de esta edad, sienta la fuerte necesidad de aplicar cambios en su vida.
La crisis de los 40 es también el resultado de situaciones ocurridas de forma súbita en la vida. La muerte de los padres, por ejemplo o la ida de los hijos de casa. Este malestar emocional, puede acompañarse de una falta de sentido a lo que está ocurriendo en la vida. Afectando principalmente en el ámbito laboral, donde se puede experimentar agotamiento y pérdida de vocación.
¿Cómo reconocer la crisis de los 40?
Los signos más habituales de que se ha entrado en la crisis de los 40 son:
- Irritabilidad
- Bajo estado de ánimo.
- Necesidad de un cambio de estilo de vida y apariencia.
- Insatisfacción con la familia y el trabajo.
- Encaprichamiento con otras personas, por lo general de menor edad.
- Miedo a las enfermedades y a la muerte.
- Obsesión por entrenamientos y ejercicios.
En el ámbito psicológico, la persona suele tener una imagen negativa de su vida actual, en comparación a lo que deseaba desde la juventud. Entonces, comienzan a aparecer los miedos, que con el paso del tiempo se vuelven más fuertes. Existe una negación a la edad que se tiene y las condiciones físicas del momento. Lo que se acompaña además de una especie de hipocondría.
Aumenta la ansiedad, comienza a sentirse una gran angustia y aparece la depresión. Estados anímicos tristes, apáticos, llenos de lentitud y falta de placer por hacer las cosas que antes se disfrutaban. También puede ocurrir una pérdida de apetito y del sueño.
Resulta habitual que durante esta etapa, se presente la rebeldía hacia la rutina y lo establecido, llevando a conductas poco lógicas e impulsivas. Puede haber arrepentimiento por las cosas que dejaron de hacerse en la juventud. Percibiendo la rutina actual como una aburrida carga, llena de desesperanza y aburrimiento. Donde se piensa que, debido a la edad que se tiene, los sueños jamás podrán cumplirse.
¿Cómo tratar esta situación?
Lo principal al llegar a la mediana edad, es aceptar que nos encontramos en una nueva etapa de la vida. Un tiempo que puede ser muy hermoso, si se vive a plenitud. Es cierto que se ha ido la juventud, pero no por ello se ha envejecido. Simplemente se ha llegado a un nivel donde existe una mayor experiencia, pero aún se conserva la fuerza para vivir al máximo.
Tener apoyo de seres queridos
Para afrontar esta crisis efectivamente, es importante contar con el apoyo de las personas más queridas. Cuando esto no es posible, el desgaste emocional puede ser severo. Resultando muy difícil lidiar con los cambios que trae esta situación.
Mejorar la alimentación y hacer deporte
Una excelente forma de enfrentar esta crisis, es hacer deporte. Pero es importante hacerlo de forma controlada, evitando la obsesión. Esto puede ayudar a liberar la tensión y la irritabilidad. Al mejorar físicamente, la autoestima se eleva y el estado anímico es mejor. La alimentación es también muy importante para mantenernos con energía y saludables.
Realizar tratamientos estéticos
Otra forma de mejorar los ánimos en esta etapa de la vida, es invirtiendo en bienestar y salud. Existen hoy en día numerosos tratamientos estéticos que pueden ayudar a mejorar desde dentro hacia fuera. Devolviendo esa apariencia juvenil que tanto se anhela.