A través del aprendizaje el ser humano crea la perspectiva entre la pulsión y la razón. La educación es el lubricante de la emoción. En la selva del capital, las formas son los instrumentos necesarios para salvar el interés animal de todo mortal.
La variable ambiental racionaliza las emociones y construye los valores. El “hombre zombie”, como así ha sido etiquetado por parte de la antropogía económica, es aquel que transita sin rumbo por su laberinto vital. El ser de la “venda en los ojos” está inmerso en el “tener” y en la “inmediatez”, no cabe la espera en el sacrificio del aprender.
La cultura neoliberal nos ha metido en esta espiral. ¿Cuáles son los valores que rigen el paradigma actual?, o dicho de otro modo, ¿cuál es la fuente que motiva al alienado de hoy?
La crisis de los tres últimos años ha tambaleado los mimbres del dinero fácil. El ladrillo sin formación ha sido el “cóctel molotov” de la explosión. Miles de jóvenes decidieron invertir en el bono del “ahora” en detrimento del “después”. El bono cortoplacista, o dicho de un modo más claro, el dinero sin formación, ha resultado ser la peor inversión.
Ya lo dijo Durkheim, existen fenómenos que sólo se puede explicar desde la abstracción integral y la cosificación del hecho social. Nuestro suspenso en educación debe ser tratatado como un conglomerado causal sin caer en la falacia del reduccionismo univarial.
¿Cómo queremos salir de esta crisis multicausal sin solucionar su sesgo principal? Sin formación no existe innovación, o dicho de otro modo, inmersos en el túnel del pensamiento vertical nunca podremos cambiar el bucle de nuestro sistema actual.
No es una cuestión de “MIR para profesores“, corriente socialista y, al parecer también conservadora. No es una cuestión de volver a la batalla entre biologistas y ambientalistas. Ahora, según el último informe de la CEOE, es todo un problema de capacidad, o dicho de otro modo, los alumnos fallan porque sus fundamentos biológicos no son aptos para su apta inculturación. No es un problema de selección de los mejores para que no se intoxiquen de los peores, corriente de Aguirre.
La ecuación “enseñanza igual aprendizaje” es falaz. El aprendizaje no es un efecto de la enseñanza, sino una cuestión de voluntad. Podemos querer enseñar, arrimar el hombro, dejarnos la piel con la tiza y la voz, pero si no existe una voluntad por aprender, gastaremos la voz y la tiza en el saco roto de la desesperación.
La falta de voluntad y la desmotivación como variables explicativas del fracaso escolar. La pregunta, ¿Para qué estudiar si gano más como peón?, sintetiza el pensamiento juvenil de los últimos años.
Establecer el mismo procedemiento de selección de médicos para profesores es la forma latente de canalizar nuestro error en una cuestionada “falta de profesionalidad docente”, y por tanto, faltar a la verdad.
¿Se puede afirmar que países con procesos de selección similares al nuestro actual tienen las mismas tasas de fracaso escolar? la respuesta es evidente. Ante esta evidencia, es necesario abordar el problema desde la motivación.
Si no conseguimos motivar y enderezar la voluntad de aprender mediante toda la comunidad educativa, seremos docentes en potencia desmotivados y con una crisis de voluntad.
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