Todos no lo saben.
Todos no lo ven.
Todos no lo creen.
No saben;
Que así como soy de libre, de felíz… también me aterro; que las noches también las he pasado ahogada en agua salada, sentada en un rincón de la habitación, tratando de esconder el rostro de los miedos que me quieren de vuelta.
Que me aterran el pasado, el presente y el futuro.
Que me rompo cada que me irremediablemente me detengo a pensar; cuando me preocupo por los míos, cuando me preocupo por querer, cuando siento que me comprometo, cuando la vida y mi libertad están en juego, cuando me dejo llevar y me dejo para dar. Porque aunque nunca estoy sola, debo responsabilizarme de mí, y cuando estúpida e inútilmente me responsabilizo también por la felicidad de los demás.
Cuánto me aterra cuando quiero tirar todo a la mierda, pero tengo que tragarme el miedo con vasos de lágrimas, porque no puedo fallarles, no puedo fallarme.
Hago mi camino y sigo, para entonces darme cuenta que así como las hay noches en que me enamoro de mi soledad, las hay otras en lunas -como la de hoy- en que desearía que alguien estuviera cerca para abrazarme y decir que todo está bien, para sentirme segura… entonces ella, mi soledad, me abraza susurrándome que si hubiera alguien cerca que pudiera reconfortarme, entonces querría estar sola en mi habitación o cualquier lugar, para hacer con libertad.
Recuerdo aquellos años, no muy lejanos… donde parecía tener, pero tenía nada.
Nada excepto lo que invitaba a pensar en una vida segura y otro hogar lejos del hogar. No tenía nada excepto otra casa que más bien hacía de jaula, con los mismos pesares de toda la vida.
Un amor y una familia que sólo existían.
Pero no eran, nunca fueron.
Hoy no tengo lo mismo, pero sí a una madre a kilómetros y años de distancia, a quien amo más que a nada. Una madre a la que no le dedico ni tiempo ni presencia que me hagan sentir orgullosa, una madre de quien me asusta dejar en manos de alguien más, a quien me asusta añadir preocupaciones y tristezas. … por querer vivir, por no estar cerca. Tengo una madre, que se siente orgullosa, que me admira. Tengo una madre que me entristece no se sienta tan fuerte como me ve ser.
Hoy no tengo lo mismo, pero sí tengo vida, pero sí aprendizaje, pero sí mi libertad.
Hoy no tengo lo mismo.
Acompañada de lejos, pero triste.
Hace años no tengo lo mismo. Tengo una soledad que me deja ser, que me hace felíz, que se convierte en impulsividad, que me hace felíz, que me hace llorar… porque tengo miedo de errar.
Triste soledad.
Felíz compañía.
Soledad que me enamora y me deja ser, me hace felíz.
Compañía que me entristece, porque nadie quiere vivir.
Todos no lo saben.
Todos no lo ven.
Todos no lo creen.
Que no siempre llevo los sueños bien puestos. A veces se me caen, a veces los sacudo.
A veces olvido en donde los dejé…
De vez en cuando los encuentro entre polvo debajo de la cama y con sonrisas genuinas me los cuelgo en el cuello. Nunca se fueron.
Y me los cuelgo, porque nunca se fueron.
No tengo lo mismo, pero tengo mis sueños y mi libertad.
No tengo lo mismo, tengo incertidumbre, pero soy felicidad.
Y me los cuelgo, porque no se han ido.