Lucarelli y su típica estampa.
En medio de un fútbol -y mundo- podrido por las deudas y beneficios millonarios, de mercenarios del balón y de la misma pasión que este desprende. Encuentro en Cristiano Lucarelli, un ejemplo del verdadero balompié. Aquel que se guía por los sentimientos, impulsos y demás reacciones naturales provenientes del ser humano, y no del dinero. No elogio ni crítico sus ideales políticos, alabo su valentía para defender los mismos con su medio, el calcio. Aunque algunos no sean capaces de verlo, en un juego como este, es casi imposible no relacionar los ideales políticos con los deportivos. Desde el punto de vista por el cuál los vivo, el ser de un conjunto u otro, no es vestir de rojo o azul, es algo más que lo que se divisa en días de partido. Es el día a día, el cómo se actúa en cada uno de los mismos y el cómo se responde a las adversidades que se plantean en cada uno de ellos. Es una forma de vida, aunque suene algo fanático. Y esta forma de plantear tú existencia basada en el fútbol, cómo no, va de la mano con las ideas políticas, en las que casualmente su significado coincide, cambiando algunas frases como ”vestir de rojo o azul” por ”votar con la papeleta roja o azul” o incluso cambiar el ”días de partido” por ”los días de mitin”. Aquí no se entra a valorar si sus ideas son racionales o no y el si actúa civilizadamente a la hora de defenderlas, claro está. En este aspecto ya entra en la valoración personal, que aquí, no se verá reflejada.
“Algunos creen que el estilo de vida de un futbolista no se condice con el comunismo, pero yo ya era comunista antes de ser futbolista” -Cristiano Lucarelli
Es un hincha más, al igual que yo y muchos más. Y que al contrario de aquí el soñador, y otros tantos. Ha cumplido el casi que utópico sueño de defender el equipo de su vida, el mismo con el que lloró derrotas y victorias desde su mismo nacimiento. No fue sencillo, tras pasar sin mucha gloria por Atalanta, Valencia y Lecce, la primavera -época en la que las esperanzas reviven- de 2003, año en que el Lucarelli militaba en las filas del Torino. Y en el que su representante, Carlo Pallavicino, andaba buscándole un nuevo equipo. En la misma primavera, las ofertas, procedían de clubes que militaban en Primera, y además eran sensatas con su rendimiento: la mayoría de las mismas, rondaban el millón de euros por año. Pero el azar jugó a favor de su amada squadra y él: el club toscano ascendió. Y Lucarelli ”obligó” a Pallavicino a buscarle un hueco en el equipo de su vida. Vida en la que hasta entonces no pudo disfrutar de dicho privilegio. El conjunto con el que triunfaría, tan sólo podía ofrecerle la décima parte del dinero que podía recibir de otras entidades. El delantero toscano, que no tosco, aceptaría. Y a partir de aquel momento, su vida, echaría a volar, al igual que su fútbol.
“Para algunos, un sueño es ser millonario. Comprarse una Ferrari, un yate. Para mí, lo mejor de mi vida sería jugar en Livorno” – Cristiano Lucarelli
Otro aspecto que se entra a valorar es que tras cumplir tal quimera y convertirse en ídolo y más tarde leyenda en el Livorno, no decidiese venderse a otra camiseta más apetecible, en el aspecto competitivo y económico, claro está. En el ocaso de su carrera lo hizo, pero tras no quedarle gota que sudar por su amado equipo. El jugador Amaranto, además de ser un ejemplo en todo lo reflejado, realizó la increíble gesta que rondaba su cabeza desde su infancia, y fue el poder anotar el tanto con el que su Livorno ascendería a la Serie A de la mano de dos leyendas en el club obrero, como Cristiano y Protti , y así fue, con su gol número 25 en su primera temporada, una de las muchas más que vendrían.
Además, de ser un gran patrón -nunca mejor dicho- de fidelidad, lo fue como delantero. Ariete -porque merece este calificativo futbolístico- letal de cara portería, más por tierra que por aire, aún así, sin salir mal parado de ninguna de las dos facetas. Sus 188 cm de altura ayudaban en cantidad a la hora de cazar y fabricar goles. Con una potencia endiablada conjugada con el acierto en sus botas, le hacían en sus tiempos como Capocannoniere de la Serie A ser imparable. Con su humildad y fuerza por bandera, el delantero consiguió anotar una cifra aproximada de 100 goles con la maglia centenaria que vistió durante un inolvidable lustro. De Lucarelli no nos quedamos con los goles -aunque ayudan- ni las participaciones en Champions con tanto incluído -que las tuvo-, nos quedamos con su capacidad de predicar con el ejemplo y hacer ver a los meros espectadores y negociantes de este juego, que no es tan sólo eso, un juego. Es una forma de vivir el fútbol aplicada a la vida, tan válida como las demás.
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