La mayoría de las informaciones sobre las matanzas en los campos de refugiados de Sabra y Chatilla, en septiembre de 1982, y de Jenin, a mediados del pasado abril, presentan a los palestinos como víctimas y al israelí Ariel Sharon, como verdugo.
La realidad es menos maniquea: las masacres de Sabra y Chatilla, fueron una venganza de los cristianos libaneses contra los palestinos, sin participación israelí.
Entonces se vivía la guerra fría: los palestinos y Siria eran prosoviéticos, Israel y Jordania proamericanos, y el Líbano sufría ambas influencias.
En 1970, Arafat trató de derrocar al rey Hussein de Jordania, lo que le costó, en el llamado “septiembre negro”, entre 10.000 y 20.000 muertos.
Huidos al Líbano, sus hombres iniciaron una guerra contra los prooccidentales cristianos que provocó unos 100.000 muertos entre 1970 y 1982.
En septiembre de 1982 los palestinos ayudaron a Siria a asesinar al presidente libanés, el cristiano Bashir Gameyel: sus correligionarios se vengaron en los campos de Sabra y Chatilla asesinando a unos 400 palestinos, sin que Sharon hiciera nada a favor o en contra.
Ahora, la ONU anuncia que el asalto israelí al campo de Jenin del pasado abril no fue una masacre, sino un combate con muertos en ambas partes, y que los milicianos palestinos se escondían entre su población civil, generalmente rodeándose de mujeres y niños.
Pero la falsedad de la masacre quedará porque quien miente primero influye el doble.