En muchas ocasiones cuando mis alumnos graduandos universitarios están por terminar sus estudios les he preguntado sobre sus planes. Ellos están entusiasmados con la idea de terminar su carrera y comenzar a trabajar. Veo sus ojos cómo brillan cuando hablan sobre sus planes y lo que quieren llegar a ser: gerentes, encargados de un departamento, empresarios independientes, etc.
Entonces recuerdo cuando yo estaba ahí, lista para
salir al "mundo real", con muchos sueños y expectativas de lo que yo iba a ser. Me visualizaba trabajando en uno de esos edificios altos, con paredes de vidrio, lleno de oficinas, con personas yendo y viniendo, vestida como ejecutiva, viviendo en mi propio departamento y comprando mi propio auto. Era tan bonito pensar que podía llegar a lograr lo que tanto anhelaba, quería llegar a ser una profesionista brillante y sabía que tenía las capacidades para hacerlo.
Pero Dios tenía otros planes para mí, completamente diferentes a los míos...
Hasta ese momento había vivido en un mundo seguro donde mis padres había provisto lo necesario para mí, había estudiado mi carrera en una Universidad Adventista, así que no había tenido problemas con exámenes o clases los sábados, asistía a mi iglesia y participaba en sus actividades, mis amigos compartían las mismas creencias y valores que yo, así que todo había resultado fácil para mí.
Pero ahora tendría que salir a buscar trabajo, a un mundo un tanto o un mucho desconocido para mí. Ahí estaba haciendo mi primer currículo, sin experiencia, y comenzando a asistir a entrevistas de trabajo.
Es entonces cuando aquellas historias de dos personajes bíblicos, José (hijo de Jacob) y Daniel, que desde pequeña había escuchado tantas veces, cobraron un verdadero significado en mi vida, porque me identifiqué con ellos y supe que yo también podía tomar decisiones como las de ellos si me mantenía fiel a Dios en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.
José y Daniel tuvieron el provilegio de nacer en familias en las cuales se les enseñó a amar y respetar a Dios, donde cada día ellos escuchaban de sus padres y maestros hablar acerca de las promesas maravillosas que Dios había dejado para su pueblo. Yo me los imagino jóvenes sanos, bien parecidos, con grandes ideales, participando en su iglesia y con grandes sueños y anhelos para su futuro. Me imagino el deseo en ellos de llegar a ocupar un lugar en ese futuro que comenzaban a visualizar desde "su mundo", ese mundo en el cual se sentían seguros y protegidos, donde sus padres habían hecho todo lo posible para que ellos aprendieran los valores eternos.
Pero un día sus vidas cambiaron y nunca volverían a ser igual. De pronto se encontraron en un país distante y desconocido, en medio de otra cultura, de otros dioses, solos, sin sus padres y maestros. Tendrían ahora que enfrentar la vida ellos mismos, sin la seguridad que su hogar les otorgaba.
Ahora tenían que decidir: adaptarse a ese nuevo mundo y olvidarse de los principios y valores que se les habían inculcado o aferrarse a su FE y a las promesas que ahora se veían tan borrosas.
En ese momento de mi vida yo también tenía que tomar una decisión que afectaría mi vida futura. Entonces decidí ser Fiel a Dios pasara lo que pasara.
Comenzaron las entrevistas de trabajo, antes de ir oraba a Dios para que Él me acompañara, siempre estuve segura, nunca demostré nervios. Las entrevistas transcurrían normalmente y cuando veía que existía la posibilidad de que me dieran la oportunidad de trabajar ahí, les preguntaba sobre la jornada de trabajo, a veces me decían que era de lunes a sábado y entonces yo les agradecía pero les decía que yo no podría trabajar ahí porque el Sábado iba a la iglesia. Así amablemente terminaba la entrevista. Salía de ahí tranquila y segura que ese lugar no era el que Dios tenía para mí. Algunas veces me decían que lo pensara bien, que era una buena oportunidad, que veían que yo tenía un futuro promisorio y que no dejara una oportunidad como ésa. Pero yo estaba segura de mi decisión.
Y no me arrepiento porque más de una vez me volvieron a hablar para ofrecerme el trabajo con la condición de trabajar sólo de lunes a viernes, y cuando pregunté el por qué de esa consideración, me contestaron que porque ellos buscaban personas que fueran firmes en sus convicciones pues ese tipo de personas les daba seguridad y confianza.
Es por eso que a mis alumnos les insto a que no tengan miedo por no conseguir el trabajo que desean, si somos fieles a Dios y firmes en nuestras convicciones, Dios abre las puertas y cierra las que no nos convienen.
Comencé a trabajar, en un ambiente completamente diferente al mío, donde el socializar consistía en salir a los antros y fiestas que organizaba la empresa o los compañeros de trabajo, donde había personas de todo tipo, compañeros de trabajo envidiosos y traicioneros y jefes que gritaban, insultaban y humillaban. Pero recordaba cómo Daniel y sus amigos se mantuvieron siendo diferentes a los demás, mientras que otros compañeros suyos, de su mismo pueblo se "acomodaron" a la cultura que los rodeaba. Así que ahí estaba yo, confiando sólo en Dios, sin miedo a serle fiel.
En un Despacho Contable donde trabajé, la encargada de Recursos Humanos me dijo: te hemos elegido a ti porque el jefe que te va a tocar es muy especial, nadie le gusta, pero tú vienes de la misma Universidad donde él estudió, a ver si no te pone peros. Cuando me presenté con él coincidió que teníamos gente conocida en común, así que eso ayudó a romper el hielo y ganarme su confianza. Trabajé muy bien con él, era una persona muy amable y trabajadora de quien aprendí muchas cosas. Pero también comprendí cómo la presión del ambiente donde estamos nos puede afectar. Él había sido adventista, pero al comenzar a trabajar había decidido trabajar un Sábado, luego otro y así comenzó a dar concesiones hasta que ya no pudo y dejó de asistir a la iglesia. Aunque la jornada de trabajo era de lunes a viernes, la mayoría de los mas de 150 Contadores que trabajaban ahí iban a trabajar el Sábado porque nos les bastaba con la semana, así que cuando empezaron a ver que yo no iba, me comenzaron a preguntar por qué. Mi jefe me aconsejó que dijera que los sábados estudiaba, pero yo le dije que no iba a mentir, no tenía por qué, así que les decía que el Sábado era el día que dedicaba a Dios y asistía a mi iglesia, fue así cómo mis compañeros se acercaba para hablar de esas dudas que ellos tenían sobre Dios y la Biblia, fue una excelente oportunidad para hablar a otros sobre mi Fe.
A mis alumnos les insisto en no camuflar su fe. Mi jefe resultaba algo enigmático para mis compañeros porque veían que era una persona muy diferente a los demás, responsable, confiable, amable, que nunca se metía en problemas, no tomaba ni fumaba. Pero él nunca les habló acerca de lo que lo hacía diferente, tenía una oportunidad preciosa de dar testimonio de Dios pero tal vez el haber dado tantas concesiones y haber dejado de lado sus convicciones no se lo permitía.
Otro aspecto en la vida de José que me ha marcado, es su ejemplo de ser el mejor en lo que hacía, gracias a eso José llegó a ser el hombre de confianza de Potifar, del encargado de la cárcel y hasta del Faraón de Egipto.
En el lugar donde trabajé me esforcé por hacer lo mejor y cumplir con mis obligaciones al 100%. Entonces pude ver los resultados. Cuando trabajé en Despachos Contables adelantaba el trabajo en los meses que no había mucho qué hacer recopilado los datos para que cuando llegara la época de las declaraciones anuales ya tuviera la información lista y no se me acumulara el trabajo, así que cuando mis compañeros se quedaban hasta tarde en la noche para terminar sus declaraciones, yo me podía ir temprano a mi casa tranquila de que las declaraciones estaban terminadas. Eso me ayudó a ganarme la confianza y sobre todo el respeto de mis jefes, ellos estaban seguros de que no les iba a quedar mal y que estaba cumpliendo con mi responsabilidad. Así que cuando tenía que pedir un permiso para asistir a un campamento de la iglesia o por cualquier otra razón, ellos me daban el día sin descontármelo. Mientras yo oía como le gritaban a mis compañeros a mí nunca me faltaron al respeto, al contrario, en ocasiones me pedía consejos.
Uno de los "problemas" que ven mis alumnos, y muchos miembros de la iglesia es con respecto al Sábado, se quejan de lo difícil que es que les den el Sábado en los trabajos. Yo les digo que en primer lugar antes de comprometerse en un trabajo deben dejar claro que ese día lo necesitan libre, no lo deben dejar para después. Pero si ya estando trabajando les dicen que deben trabajar el Sábado ellos deben ser los mejores en lo que hacen para que en el momento que pidan el día, sus jefes valores su trabajo y prefieran darles el día que perderlos como empleados.
¡Qué gran oportunidad es trabajar donde podemos dar testimonio de que somos cristianos con nuestro comportamiento diario, nuestro hablar, nuestro pensar, nuestro actuar!
Pero, ¡Qué responsabilidad tan grande tenemos ante Dios de dar a conocer a otros de Su amor!
¿Qué estás haciendo tú en tu lugar de trabajo?
¿Estas iluminando el lugar donde trabajas o te estás camuflando?