Revista Cultura y Ocio

Cristina castro moral

Por Acalvogalan
CRISTINA CASTRO MORAL


Mencionada por:
Sergio Espinosa
Menciono a:
Juan Gelman
Aurora Luque
Sergio Espinosa
David Leo García
Silvia Guerrero Rosa
Ana Castro
Cristian Alcaraz
José Alberto Arias Pereira
Eduardo Aceituno
Esteban Espada
Fran Tejero
Elena Mateos
Francisco Morales Lomas
Raúl Díaz Rosales
Javier Guzmán Romero
Bio-bibliografía
Nace en Málaga en 1989. Estudia guitarra clásica y diseño en Sevilla, aunque ahora mismo lo hace en Dinamarca ya que nunca ha visto nevar. Se inicia en el mundo de la literatura gracias a las aventuras del pollito Pío, aunque actualmente se decanta por los versos de Gelman, Pizarnik y cualquiera lo suficientemente indecente como para sonrojar a las viejecitas respetables. Ha ganado algún concurso, ha publicado algún poemario, ha leído en algún recital… Pertenece hasta la médula a la generación Mollina de escritores noveles y colabora siempre que puede en la revista “La Cuerva”, descendiente directa de este colectivo. Desde hace 5 años alimenta un blog de manera irregular, tanto en calidad como en ritmo.
http://sombrasblancas.blogspot.com/
Poemas
Un perro andaluz
Tu cuerpecito de aceite me llena la boca
mi boca sobre bajo tras la tuya
de enredos camaleónicos.
Me rompes la cáscara cada vez que vengo a verte
me salen fantasmas jóvenes de los ojos
y tú los atiendes como si fueran invitados tuyos.
Te han enviado con una bofetada
a sacarme del ayer con la mano abierta
a arrancarme a tiras el silencio mío
y plantarme el silencio de los dos.
Arrúgame
a ratos te veo al borde del abismo
recibiendo los vientos de la hora más negra
recuerdo el acabado mate del silencio
una vez se durmió un cuervo sobre tu hombro
gáname la batalla de la saliva
aún así no sabrás por qué lo hacemos habitable
mírame
estoy acampando en el hueco de tus manos
Renacimiento
Cobraba más humo aquella luna
que las mil cámaras muertas de la espera
yo sin vaho ni misterio
yo indiferencia motriz
difunto yo sin alas ni pecho ni fantasma
sin compartir las colillas resabiadas
gruesos islotes con resina
para cada despertar de resaca
y he aquí que sobrevivió la polilla más grande
la más definitiva venus
para ver el final de los tiempos
el que tocaba hoy en la mañana
queda aún la eónica mirada absorta del pecho
pues las rosas más sucias tienen aún
interés servido a sus primeros dibujantes
tiras de espectro en almíbar
contra más de un mandato iracundo
surgieron a borbotones de cada oreja
de la muchedumbre
retomando con más furia
el espejo que la grava
y el crescendo eterno de las bocas abiertas
del grito desgarrado sin motivo aparente
el de los teatros y los mercados
y el cielo hecho pedazos por la prisa del vibrato
por querer escapar todos los ángeles
al mismo tiempo arrollándose
cataclismo de cataclismos
la tragedia mayúscula de la que hablaba el fuego
añicos sobre el mundo
y cristales azules debajo de todas las lenguas
¿Y luego? Sólo un niño
vestido de túnicas robadas al vuelo
tocaba la guitarra
con los rizos alambrados de su madre.
Brillaba en cada esquina una gota de sangre
derramada por temblor o descuido,
me guiaban el camino las vidas arrebatadas
de mis hermanos.
Te encontré a pesar de las auroras moribundas
amontonadas en cada embarcadero.
Escondidos bajo las ruinas
aprendimos a hilar caleidoscopios
y a emborrachar de sudor
a los pájaros que se acercaban.
El uno de las cinturas fue más grande
que todos los vacíos arrancados ansiados imaginados
que todos los estigmas del cielo
que todas las estrellas nacidas sin noticia.
Las curvas claras del cuerpo
bastaron al silencio para cobrar sus deudas:
lloró un árbol de niebla
al ver que cada beso era un astro
y cada caricia una pluma blanca y nueva.

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