Cristina y Alberto Fernández, cuando ella asumió el 10 de diciembre de 2007. Foto: Página 12.
No está dicha la última palabra. Ni mucho menos. Todavía quedan muchas jugadas por hacer. Pero Cristina Fernández volvió a tomar la iniciativa, desplegó su propia estrategia y descolocó a propios y extraños. A pesar de que, sobre todo el oficialismo, se niegue a admitirlo.
Por de pronto Mauricio Macri se quedó sin una enemiga directa a la que enfrentar. O dicho de otro modo: lo privaron de su principal argumento y motivador de discurso de campaña, teniendo en cuenta que él mismo carece de méritos y logros propios para exhibir. Hasta ahora todo lo actuado estuvo centrado en polemizar y agrandar la disputa con la ex presidenta. Incluso después de conocido el anuncio Macri solo atinó a reiterar su latiguillo sobre “no volver al pasado”, como si a las argentinas y los argentinos de a pie les cayera mal pensar en volver a un pasado en el que gozaban de mejor calidad de vida. Con el cinismo que lo caracteriza Marcos Peña se mantuvo en la idea de que el anuncio “a nosotros no nos cambia nada”. En los dos casos se trata de respuestas de manual seguramente extraídas de los consejos de Durán Barba. Por el momento y a pesar de los nuevos datos el oficialismo no encuentra una alternativa discursiva diferente a la polarización.
Una vez más Cristina usó el efecto sorpresa como táctica política. Y descolocó reconfigurando el escenario. La expresidenta, que es una jugadora de toda la cancha, en este caso les corrió el arco. A todos. A Macri, pero igualmente a los propios. También porque subrayó que, siendo importante, el debate no se agota en las candidaturas y que hasta las personas más importantes y trascendentes pasan a un segundo plano cuando se trata de pensar en objetivos más grandes y sustanciales que encarnan un proyecto de país. Por eso eligió avanzar por la autopista de la búsqueda de consensos (que incluye por lo menos la convocatoria a los que transitan la avenida del medio y algunos más), superando las propias fronteras. Aún corriendo el riesgo de que la ampliación de la base de los acuerdos pueda conspirar, por lo menos en primera instancia, contra la profundidad de algunas propuestas.
Con la jugada apuntó también al peronismo federal. En ese equipo Sergio Massa se sigue haciendo el distraído pero sus tiempos se acortan drásticamente, aunque hay indicios de que ya se convenció que este no es su tiempo presidencial y que lo mejor que le puede pasar es lograr un lugar que lo mantenga vigente políticamente de cara al futuro. Schiaretti y Urtubey (Pichetto es apenas un actor de reparto) corren el riesgo de quedarse solos porque se abrió el periodo de pases con los gobernadores peronistas a la cabeza. Al salteño le puede caber el premio consuelo de acompañar a Macri en un nuevo armado de Cambiemos.
Pero si bien el dato que gana los titulares es la instalación de la fórmula Fernández-Fernández, la exmandataria fue mucho más allá del anuncio de un acuerdo electoral. Expuso, con su habitual claridad argumental, una propuesta mirando con realismo a la situación del país y de la ciudadanía, y apuntando hacia el futuro con criterio de gobernabilidad. Habló de la Argentina, pero no olvidó el contexto latinoamericano y mundial. Usó el hecho electoral, la proximidad de los comicios para trascender el acontecimiento puntual y señalar la tarea que viene por delante. Habló, con realismo, de la necesidad de plantear objetivos que puedan ser cumplidos. En esto también hubo –sin mencionarlo– un tiro por elevación para Macri, sus mentiras y su inalterable cuota de cinismo. Sin perder de vista el corto plazo, el mensaje superó en mucho al cortoplacismo.
En los próximos días, cuando los actores comiencen a recuperarse de la sorpresa del anuncio y asimilen su contenido habrá reconfiguraciones y reposicionamientos de todo el escenario político. Ni por asomo se puede decir que está dicha la última palabra.
Pero hoy es importante valorar que, en el momento en que el escepticismo hacia la política gana lugar entre los ciudadanos, lo que hizo Cristina Fernández fue reinstalar en el centro de la escena el valor de la política. En el discurso y en los gestos. Por la política renunció a un primer lugar que podría haberle correspondido en propiedad. Por la política abrió el camino a las PASO y al debate interno para los que quieran anotarse destrabando de esta manera los bloqueos personalistas y las intransigencias convertidas en obstáculos para avanzar hacia acuerdos que permitan lo más importante: que la oposición gane las elecciones nacionales destronando la propuesta política encabezada por Mauricio Macri. Por decisión política relanzó nuevamente el diálogo ciudadano como forma de construcción, asumiendo que este es un camino que debe ser transitado todavía de manera muy intensa y creativa por las y los dirigentes, pero también por los distintos núcleos políticos, de organizaciones, de la militancia.