En un mundo cinematográfico donde las películas de superhéores inundan la cartelera cada fin de semana, es interesante ver una película en la que el protagonista intenta huir de la fama conseguida en una saga del estilo vengador con Superpoderes. Birdman, dirigida por Alejandro González Iñárritu, es una tragicomedia que nos acerca a la mente de Riggan Thomson, interpretado por Michael Keaton (el que en su día fue Batman, ¿un guiño del director o mera coincidencia?) en un momento delicado de su carrera profesional.
Tras haberse saltado al estrellato con la saga de tres películas de Birdman, Riggan decide hacer algo útil y valioso y se embarca en la gran aventura de dirigir una obra de teatro de Broadway. Por si la labor no fuera lo suficiente difícil, entre bambalinas vemos que no está solo en este complicado camino, si no que le acompaña su alter ego con poderes, el mismo Birdman en persona que le llena la cabeza con ideas de grandeza y glorias pasadas. Su hija Sam, interpretada por la camaleónica Emma Stone, también le da verdaderos quebradero de cabeza y el ego del famoso actor de teatro Mike Shiner, muy bien interpretado por Edward Norton, no le ayuda, más bien le trae por la calle de la amargura. Si añadimos a todo esto una crítica de teatro empeñada en destruir sus primeros pasos en el teatro, una novia embarazada, una exmujer preocupada por su hija y los nervios del directo, el resultado es un cóctel perfecto para el fracaso que transcurre a ritmo de jazz con pinceladas de dramatismo, surrealismo y en algunos casos comedia. El final de la película es un misterio que hay desvelar yendo al cine, solamente el espectador puede decidir si todo ha conseguido triunfar o ha fracasado en el intento ¿Tú qué opinas?
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