
Ocho largos y especulativos años pasaron desde el desilusionante pero aún así potente último trabajo en estudio de Divididos, Vengo del placard de otro (2002). En ese lapso de tiempo, entre refritos, infinidad de shows, la partida de Araujo detrás de los parches y la llegada refrescante de Catriel Ciavarella, Ricardo Mollo y Diego Arnedo tuvieron tiempo para resignificar su sentido rockero y apostar por la mirada retrospectiva para componer un puñado de canciones machacantes, con estilo bien sesentoso (tal y como el título lo indica), plagado de referencias autobiográficas e históricas. Es así como llega a las disquerías Amapola del 66, un ritual coya lleno de funk del bueno, con guiños al grounge y la tonalidad Who, Zeppelin y, sobre todo, del gran Hendrix ("ríos de cuerdas que vienen de vos justo a mí corazón", en la canción homónima del disco).
El mayor cambio que se puede palpar en Amapola... es la lírica, ya que probablemente estemos ante el álbum con letras más obvias en toda la carrera de Mollo (incluyendo Sumo), dejando claramente atrás el legado spinetteano para permitir que varias generaciones se adapten al estilo lleno de mapas visuales que afirma el trío en este nuevo trabajo, incluyendo a esa camada de jóvenes a la que el guitarrista y vocalista hace referencia en su charla celestial con Luca Prodan en "Muerto a laburar" ("¡Ay, si volvieras acá no podrías creer que pasó!"), una canción que, además de recordar al ídolo de masas desde los '80 y otrora líder de Sumo, se dirige a todos esos eternos "semidioses" de la historia del rock que fueron inmortalizados por los fanáticos (léase Hendrix, Morrison, Barrett, Joplin, Cobain, e incluso Michael Jackson).
Se puede entender que en este nuevo disco Divididos haya querido expresar ese amor por el rock que mamaron en su adolescencia, así como Arnedo nos canta pastosa y nostálgicamente en "Avanzando retroceden", como suenan esos arreglos de guitarra en la dinámica y explosiva "Mantecoso", o en la misma "Amapola del 66". Pero también podemos palpar una clara alusión a su propia discografía, en una sucesión de tracks que invitan al recuerdo retrospectivamente, empezando el itinerario con "Hombre en U" y "Buscando un ángel", ambos siendo reflejo de esa época en piloto automático entre Narigón del siglo (2000) y Vengo del placard de otro (2002); luego la fuerza de Gol de mujer (1998) en "Mantecoso", "Muerto a laburar", "Amapola del 66" y "La flor azul" (el cover del disco, interpretando la conocida chacarera de Mario Arnedo Gallo, padre del bajista); luego el misticismo rockero fusionado con el folklore propio de La era de la boludez (1993) en esa transición ancestral tan prodigiosa hecha entre "Senderos", "Jujuy" (ambas unidas por un poema del jujeño Churqui Choquevilca) y la más modernita "Caminando". El parate memorial para brindar por Led Zeppelin (más concretamente por "Starway to Heaven") aparece en la monumental "Boyar Nocturno", donde Mollo muestra que ni su voz ni su viola perdieron fuerza, sino al contrario, para luego saltar a la parsimonia ya mencionada en el tema interpretado por Arnedo -porqué no, una alusión a lo que dejó el Vivo acá (2004)-, y finalmente coronar el nuevo trabajo con la explosividad propia de Otroletravaladna (1994) con "Perro funk" y Acariciando lo áspero (1991) con el emotivo blues "Todos", dedicado a los chicos de la tragedia del colegio Ecos en Santa Fé.
Matizada por la esencia del trío, Amapola del 66 se consagra a sí misma como el elemento faltante para que, luego de una larga y criticada espera desde el último disco editado a principios de la década pasada, Divididos reafirme su apodo de "aplanadora del rock n' roll". Más allá de ciertos maniqueísmos para acoplar el producto al mercado que tanto reprochan en la filosofía de cada letra de los trece tracks que la componen, este es un trabajo sobrio a cargo de viejos pesos pesados que no temen amoldarse al universo del ringtone y el temporal para mostrarles (o recordarles) a todos quiénes son.
Calificación (del 1 al 10): 8