Revista Cine
No es fácil hablar de “Arraianos”, una película entre el documental y lo experimental que firma el lucense Eloy Enciso después de su alabado documental “Picnic” en 2007. “Arraianos” no tiene un argumento definido como para poder considerarla una película de ficción según el concepto que tenemos de ellas, y tampoco es un documental al uso en el que se nos muestren los puntos de vista y las explicaciones de los protagonistas del mismo, sino que es una combinación estética de la vida cotidiana de los habitantes de la frontera entre Galicia y Portugal, los arraianos a los que hace alusión el título, y la declamación por parte de éstos de textos sacados de la obra teatral O Bosque del escritor Jenaro Marinhas del Valle.
Pero el hecho de tratarse de una película diferente a los que estamos acostumbrados, no implica que no se pueda disfrutar de ella sin necesidad de buscarle un sentido a lo que estamos viendo. Hace unos meses se estrenó en nuestro país otra película “pequeñita” en la que se mostraba la naturaleza y el mundo rural a través de los ojos de una maravillosa niña de 4 años, en la que tampoco se desarrollaba una historia convencional y a la que “Arraianos” recuerda en varios momentos, la francesa “Nana”. Pero la diferencia entre la película de Valerie Massadian y la de Enciso es que, mientras aquella dejaba todo el peso de la película a la improvisación de la pequeña que desviaba la atención de todo aquello que se mostraba alrededor, “Arraianos” se centra en mostrarnos hasta el más mínimo detalle de la vida en las aldeas fronterizas del sur de Galicia mediante una sucesión de primeros planos, no sólo de los aldeanos mientras realizan sus labores o declaman los fragmentos de O Bosque, sino también de la propia naturaleza en todo su esplendor, con una elegancia sostenida en la impecable fotografía de Mauro Herce, de quien pudimos ver su gran trabajo este mismo año en otra de las grandes películas españolas recientes, “A puerta fría”. Enciso se recrea en cada detalle potenciando el sonido real de cada gota, de cada movimiento del viento sobre los árboles, o de cada golpe de hacha sobre los troncos, creando imágenes tan fascinantes como la contemplación de cómo todo desaparece bajo la niebla o la transformación en segundos de la balsa de aceite que semeja el río en un mosaico incomprensible fruto del oleaje provocado por la brisa.
“Arraianos” es la última propuesta de una nueva forma de hacer y de ver cine que poco a poco se va abriendo paso en las carteleras, avalada por el paso por distintos festivales de cine de vanguardia, en los que, en el caso de la película que nos ocupa, va acumulando premios como el Gran Premio Vanguardia y Género del Festival de Locarno o el Premio Nuevas Olas del Festival de Sevilla.
Rodada en un dialecto entre el gallego y el portugués, “Arraianos” es una obra fría en la que incluso se utiliza a sus “actores” como parte del decorado, como si desde la propia naturaleza salieran las voces que recitan los pasajes teatrales sin más emoción que la que puede inspirar el bosque por sí mismo, y por tanto no es una película para espectadores que esperen ver el comienzo, nudo y desenlace de una historia que, en esta ocasión, no existe, pero está más cerca de provocar las sensaciones que pueden causar otras formas de arte, al basarse casi por completo en la pura contemplación.