La directora polaca Agnieszka Holland dirige "Charlatán", una película basada en hechos reales sobre el sanador Jan Mikolášek que en los años 30 decía tener un don para detectar enfermedades y recetar compuestos naturales al margen de la ciencia médica. Nominada a la Mejor Dirección en los Premios del cine europeo, es una recomendable mirada a esta figura checa con un acertado contraste de pasado y presente que nos ayuda a entender y conocer mejor al personaje.
Agnieszka Holland, actual presidenta de la Academia de cine europeo, es una directora que siempre se ha caracterizado por mostrar la realidad en sus películas. "Europa, Europa" (disponible en Filmin) ya es un clásico sobre la época nazi pero tampoco podemos olvidar su incursión en la figura de Beethoven en "Copying Beethoven" o en la relación entre los escritores Verlaine y Rumbaud en el siglo XIX que presentó en "Vidas la límite".
Ahora se fija en Jan Mikolášek, un reconocido sanador checo que siempre vivió al margen de la situación política pese a situarse el relato entre los años 30 y los años 50. Convivió con los nazis pero también con los comunistas manteniendo en todo momento una postura distante que le ayudara a evitar los problemas. Sin embargo, los totalitarismos no permiten que vivas al margen y te exigen sacrificios que demuestren tu lealtad.
No deja de ser una muestra más de represión de lo desconocido o de lo que nos asusta tal y como ocurriera con las brujas o la Santa Inquisición. Aunque la persecución la reconocemos en muchas otras épocas y personas, la figura de Jan Mikolášek es peculiar. Un hombre generoso y entregado con la persona anónima para ayudarla en sus enfermedades pero a la vez cruel y desagradecido con los más allegados. Ese contraste se refleja perfectamente en la película gracias a la interpretación sublime de Josef Trojan.
Tampoco es anecdótica su orientación sexual en un régimen que perseguía abiertamente la homosexualidad. Su moralidad chocaba con su inclinación sexual generando auténticos conflictos que intentaba aplacar flagelándose frente a un Cristo que le recordaba su fe. Quizás esa tez seria y completamente inexpresiva era su forma de marcar distancia con una sociedad que no le podía aceptar.
Nos encontramos, por tanto, ante un retrato eficaz sobre un hombre al que los nazis quisieron utilizar y los comunistas explotar económicamente sociabilizando su negocio. Ni unos ni otros podían vivir al margen de una persona que generaba un gran impacto en sus conciudadanos y cuyos remedios resultaban ser útiles. Una caza de brujas, como si de un mago se tratara, amparada en la mentira y la calumnia.
Cine basado en hechos reales que nos sigue recordando lo peligroso que es el totalitarismo y el rechazo hacia lo que no consigues entender. Portentosa la directora en este trabajo esquivando los típicos errores de un biopic para llevarlo a cotas más altas con múltiples mensajes.
José Daniel Díaz