Los best-sellers juveniles están a la moda, y el cine se apunta al carro adaptando todo lo que cae en sus manos. Al igual que ya se hizo con Harry Potter o con la horrible saga de Crepúsculo ahora le toca el turno a la, de momento, trilogía de Los juegos del hambre. Si bien los libros no tienen una pinta especialmente apetecible, y ya parecía difícil sacar algo decente de ellos, el experimento les ha salido aún peor de lo que las predicciones más pesimistas pudieron augurar.
En un futuro distópico y hortera, doce distritos están sojuzgados por un decimotercero, que cada cierto tiempo les hace participar en los juegos del hambre. Se selecciona un hombre y una mujer de cada distrito, entre doce y dieciocho años, se les instruye en la supervivencia y se les suelta a todos en una zona acotada para que se maten entre sí y que solo quede un único ganador. La protagonista de la historia es una joven que decide reemplazar a su hermana en esta misión, y que tratará de sobrevivir como buenamente pueda en este disparatado mundo.
Visualmente es de lo peor que se ha podido ver en cines en mucho tiempo, un futuro nauseabundo lleno de gente extravagante y hortera, con grandes pestañas y colorines por todos lados. La cámara al hombro por lo general resulta bastante insoportable, pero en esta ocasión llega a cotas jamás imaginadas, resulta prácticamente imposible ver nada ni seguir la acción. Casi dos horas y media otorgan a este film un carácter absolutamente insufrible. La historia está ya bastante trillada, y los romances y las típicas chorradas predecibles que bien se puede esperar cualquiera cuando vea los primeros quince minutos acaban ocurriendo de la forma más estúpida y aburrida posible. Un martirio chino, para nada recomendable.