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Crítica cinematográfica: Pan negro

Publicado el 14 enero 2012 por Monotematicosfm @curnom

 Crítica cinematográfica: Pan negro
No cabe la menor duda de que Agustí Villaronga es un gran director y que posee la capacidad de dotar a las imágenes de sus películas de una profunda e impactante belleza. Desde el primer momento de la película el espectador recibe un potente mazazo, al igual que el caballo, de forma que la belleza y la brutalidad quedan rápidamente impresas sobre el resto de lo que veremos. Villaronga nos sitúa desde el punto de vista de un niño, Andreu, que debe aprender de las inclemencias de la vida a marcha forzada durante la Guerra Civil Española.
En una zona rural de Cataluña, un hombre que viaja en carreta con su hijo es asesinado por un encapuchado desconocido. El carro con el cadáver, el niño y el caballo son despeñados por un barranco, y un niño, Andreu lo presencia todo. El principal sospechoso de haber realizado el terrible crimen es el padre de nuestro niño protagonista, por lo que su padre debe huir al exilio y Andreu quedarse en casa de su abuela. El joven se introducirá en el mundo de los adultos, repleto de oscuros secretos perturbadores, pero manteniendo su punto de vista infantil y fantasioso.
La imaginación del chico domina el inicio de la película, y todo parece tener un matiz fantástico. Conforme va evolucionando la trama, esa fantasía desaparece, ya que Andreu comienza a madurar y a conocer a los adultos que le rodean. Entonces la visión de la película cambia con él, se vuelve más dura y pesimista. La película trata del proceso de maduración de Andreu, pero también de la creación de un monstruo que al rechazar frontalmente las horribles actuaciones de sus padres se niega a formar parte de ese grupo.
Cuando asistimos al cambio de visión de Andreu, a la bisagra sobre la que se articula la trama, descubrimos la verdadera naturaleza de los personajes que pueblan Pan negro. Existen los inocentes, los niños y algún que otro personaje como es el caso de la abuela, y los malvados adultos. La creación de los personajes adultos, principalmente de los padres de Andreu, es terrorífica, no es que sean personajes ambiguos y grises, son realmente malos, humanos a pesar de todo ya que quieren a su hijo, pero verdaderas malas personas. Esto es a lo que el joven se niega a formar parte.
Algo perturbador y terrible impregna esta pérdida de la inocencia del chico. La fotografía es posiblemente, junto con la dirección, lo más brillante que nos deja el film, maravillosa y lírica. Las actuaciones por lo general son superiores, los actores adultos más consagrados geniales, y maravillosos los niños, en especial los que interpretan a Andreu y a su prima que perdió una mano por una bomba. Pese a todo, la potencia visual y argumental de la que somos espectadores durante la primer parte de la película se pierde en cierto modo en la segunda, que se vuelve levemente errática. Pese a todo el balance final es positivo y merece la pena dejarse envolver por el universo que Villaronga nos muestra.
Cameo edita, como ya hizo con sus anteriores filmes, el último trabajo de Villaronga. La calidad de imagen es magistral, y nos permite deleitarnos con la pulcra fotografía, pero los subtítulos, ya que merece mucho la pena visionarla en su versión original en catalán, no son tan exactos como nos gustaría que lo fueran. En cuanto a extras no está nada mal. Lo más interesante que podemos encontrar es un making of lleno de suculenta información que nos complemente la experiencia de la película desde detrás de las cámaras. También incluye el día de Pan negro y la rueda de prensa en el Festival de San Sebastián, que tiene una grabación realmente mala, pero que se le persona ya que resulta muy interesante lo que el equipo técnico y artístico nos cuenta. 


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