El cine del director japonés Hirozaku Kore-Eda se caracteriza por el realismo y la cercanía, por una visión contemplativa de la vida muy humana y aparentemente sencilla, aunque esconde más de lo que nos surgiere a simple vista. El director lleva desarrollando su maestría desde la década de los noventa, pero fue con Nadie sabe, en 2004, que alcanzó el reconocimiento por parte del gran público, algo que ya hacía mucho había conseguido en muchos festivales de cine europeos. Junto con Nadie sabe, su película más conocida y aclamada ha sido la hermosa Still Walking, de la que nos ocuparemos en esta ocasión.
Los hijos de una anciana pareja regresan a la casa de sus padres con sus respectivas parejas en una reunión familiar para conmemorar el fallecimiento de su hermano mayor. El anciano es huraño, la anciana afectiva, pero ninguno de los dos aceptan la pareja que tiene su hijo, una viuda con un hijo. Los roces familiares surgirán en algunas ocasiones humorísticamente y en otras de una forma más trágica.
En 1953 en gran director japonés Yasujiro Ozu dirigió un claro precedente de Still Walking: Cuentos de Tokio. La película, que es considerada por muchos una de las mejores de la historia del cine, trata sobre una pareja de ancianos que van a visitar a sus hijos, que hace mucho que no ven, a Tokio, la distancia existente entre ambas generaciones se nota rápidamente, y los egoístas hijos se deshacen de sus padres. Guardando las distancias se encuentran similitudes entre ambas cintas. Los personajes en Still Walking son complejos, de esta forma nos sorprendemos con el comportamiento del anciano, que en algunas ocasiones es infantil e insoportable y en otras puede llegar a ser muy amistoso, incluso con el hijo de la viuda, aunque solo sea para su propia conveniencia. Si bien el personaje central podría ser el hijo de los ancianos, su comportamiento en el inicio se asemeja muchísimo al de los hijos de la película de Ozu. Está deseoso de volver, pero comprendemos posteriormente los complejos que siente ante sus padres, ya que no tiene trabajo.
Still Walking se oculta tras una máscara de sencillez, pero en el fondo tiene una gran simbología y profundidad. Hay instantes que casi podrían llegar a despertar nuestra memoria como la magdalena a Marcel en la novela de Proust. La película es humana, hermosa, cercana y emotiva, tan solo es un fragmento en la vida de una serie de personajes, pura rutina, pero dice tanto acerca de las relaciones humanas, tanto de pareja como familiares, los personajes llegan a cobrar vida, al igual que la casa, en especial con ese pequeño pero excepcional detalle de las baldosas rotas del cuarto de baño.
Una película excelente y emotiva, para ver con detenimiento y admirar sus sutilezas. Tras ver esta película hay que plantearse seriamente el ver más de la filmografía de su autor.