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Título: Coherence
Dirección: James Ward Byrkit
Guión: James Ward Byrkit & Alex Manugian
Reparto: Nicholas Brendon, Emily Foxler, Maury Sterling, Lorene Scafaria, Hugo Armstrong,Lauren Maher, Elizabeth Gracen
Género: Thriller, Ciencia-Ficción
Duración: 89 minutos
Año: 2013
País: EE.UU.
Música: Kristin Øhrn Dyrud
Fotografía: Nic Sadler & Arlene Muller
Productora: Bellanova Films / Ugly Duckling Films
Distribuidora: Good Films
Crítica de “Coherence” en Sitges 2013
Tras recibir el premio al mejor guion en el Festival de Sitges 2013 y atesorar reconocimientos en otros festivales, como FantBilbao y Fantastic Fest, en nuestro país se estrena la primer trabajo de James Ward Byrkit, una película que ha dado de que hablar por su puesta en escena con los escasos mimbres con los que disponía.
Rodada en menos de una semana y con unas localizaciones tan escasas que se podrían contar con los dedos de una mano, estamos ante un alegato perfecto de cómo se pueden llevar con éxito una película de ciencia ficción sin un abultado presupuesto de productoras importantes. Y es que cuando el dinero escasea y las ideas arrecian, es lógico pensar que no existe ningún impedimento para llevar a cabo nuestras locuras más personales, eso es lo que debió pensar nuestro James Ward, que tras colaborar con Gore Verbinski en la historia de “Rango” (2011), se pasó al largometraje salvando las distancias entre ambos proyectos.
Em, es una joven que acude a casa de unos viejos amigos para cenar, la típica cena de amigos que hace años que no se ven y que quieren ponerse al corriente de cómo les ha ido la vida, que si mi relación va viento en popa, pues en mi trabajo no andan las cosas muy bien, ya sabéis, donde se sacan los trapos sucios, se afilan cuchillos y se hace una retrospectiva de la vida ya vivida.
Todo esto sería una noche más, si no fuera por la llegada de un invitado del que no tenían constancia que se fuera a presentar, un cometa cuya presencia provocara una serie de sucesos paranormales que pondrán a prueba a nuestros protagonistas, en una velada que se desdoblara en diversas realidades. con distintas resoluciones a cada cual más extraña. ¿Quiénes son los que están fuera?, ¿qué intenciones tienen? o ¿hay alguna salida a esta paradoja? son algunas de las diversas preguntas que se harán nuestros desavenidos amigos ante la entelequia en la que se encuentran.
Y es que en 1923, un cometa provoco que muchos habitantes de un remoto pueblo de Finlandia se encontrasen desorientados y perdidos, esta leyenda, junto a informaciones infundadas de los medios de comunicación, provocara una psicosis en los huéspedes de la casa ante este nuevo cometa que surca la atmósfera terrestre. El miedo a los desconocido nos mostraran lo débiles que somos ante circunstancias tan adversas, los conflictos se apoderaran de sus acciones y les llevaran a buscar ayuda entre la oscuridad sin saber que posiblemente esa será su mayor perdición: afuera se han generado realidades paralelas donde ellos mismos no sabrán si están viviendo una ilusión fruto de las copas de más o por el contrario, se encuentran ante una brecha temporal de difícil escapatoria.
Estamos ante un proyecto indie donde no veremos caras muy conocidas, ni tan siquiera música que destacar porque es inexistente, solo esta James Ward cámara en ristre, rodando una película usando como escenario una casa como bloque central de toda la trama e improvisando las conversaciones según el estado de ánimo que se encuentran los personajes, fruto más bien de la desesperación del momento. Podría centrarme en otros aspectos, pero es que todo se sustenta sobre todo en su guión, que aunque podría haber arriesgado un poco más en la trama y haber realizado un salto con tirabuzón incluido, no está nada mal para ser una ópera prima.
Esa oscuridad que lo engulle todo y que solo deja atisbar algunas ventanas con luces, en las que no sabes si el que está allí eres tú o simplemente el reflejo de lo que consideras que te gustaría ser. Supongo que a muchos nos habrá pasado que en el transcurso de un día al mirarnos en el espejo no tengamos la misma percepción de nosotros mismos según nuestro estado de ánimo y eso es otro de los muchos aciertos con los que cuenta el director y que irónicamente queda perfectamente reflejado.
Me encanta como introduce el factor de aleatoriedad, ese factor determinante que en distintos contextos te da resultados diferentes aunque los elementos de los que dispongamos sean los mismos, es magistral y cuanto menos que acertada. Albert Einstein aseguraba que el mundo se regía por una serie de leyes y que Dios no era muy dado a jugar con dados mientras que Schrödinger era muy crítico con esta teoría.
El experimento imaginario donde un gato es introducido por un investigador en una caja junto a una muestra de veneno, nos plantea una superposición entre dos realidades que hasta que uno no abre la caja, no sabe cuál de la dos se ha producido, una donde fallece el gato por envenenamiento y otra donde sigue con vida. Esta paradoja Schrödinger es trasladada en toda la película constantemente. Por ejemplo si la trasladamos al film, tenemos una reunión de amigos que se convierte en una camada de gatos cuya casa es la caja pero donde no hay veneno alguno por mucho que los busquen y cuyo investigador les ha abandonado a su suerte.
Como dice el dicho “la curiosidad mato al gato” y en el caso de nuestros protagonistas su curiosidad les llevara a profundizar en lo desconocido hasta límites insospechados, ya será el espectador el que decida con que quedarse de lo que le presenta James Ward o si su cerebro definitivamente se ha colapsado entre dos realidades.
Lo mejor: Es un buen ejemplo de que una película con un presupuesto paupérrimo no tiene que renunciar a la ciencia ficción. No todo son efectos especiales en este género. Lo peor: El desconcierto que reina en algunos momentos puntuales o algunas interpretaciones que no están a la altura
Crítica: Iván Heral