Laura Lazcano
¿Con cuál os quedáis, cisne blanco o cisne negro?
Nota: 9
Lo Mejor: todo, perfecta cohesión entre la estética y los aspectos más técnicos.
Lo Peor: la madre de Nina ensangrentada recuerda sospechosamente a la de Haley Joel Osment en El sexto sentido.
Luz tenue. Música elegante. Se adivina un escenario. Primer plano de los pies de Natalie Portman bailando. Plano conjunto y vemos aparecer un bailarín detrás de ella. La música cambia de repente, se acelera denotando peligro. El bailarín se convierte en un monstruo de pelaje negro. Es una de las pocas veces en todo el filme que vemos bailar a Portman segura de sí misma. Fundido a negro y descubrimos que era un sueño. Este es el comienzo de la esperadísima quinta película de Darren Aronofsky, que ya cuenta con cinco nominaciones a los Oscar, doce a los Bafta, cuatro a los Independent Spirit Awards y cinco a los Satellite Awards. Y se las merece todas.
Black Swan es un drama psicológico con Natalie Portman en el papel de Nina, una joven bailarina entregada en cuerpo y alma a la danza. Es elegida por Thomas (Vincent Cassel), director de la compañía de teatro, para representar el papel principal en “El lago de los cisnes”. La relación tensa con su madre (Barbara Hershey), la rivalidad con su compañera Lily (Mila Kunis) y el anhelo por alcanzar la perfección le provocan una presión que deriva en una situación casi permanente en la que lo más difícil es discernir la realidad de lo imaginario.
Portman nos hace partícipes de una de las mejores actuaciones de su carrera dando vida a una chica inocente, frágil, vulnerable e inestable; perfecta para interpretar al cisne blanco, que vendría a representar la pureza, lo virginal. Dominada por su autoritaria madre y obsesionada por el deseo de llegar a ser la mejor debe ser capaz de personificar los dos cisnes: el blanco y el negro. Aronofsky juega aquí con la dualidad de las diferentes características que implica cada uno de los cisnes.
SPOILER - Asimismo y al hilo de lo anterior, el director plantea un claro paralelismo con las alucinaciones que sufre Nina. También hay un motivo temático recurrente, que es el de los espejos, cuya función normalmente es la de duplicar algo, en este caso la realidad. El cisne negro surge cada vez que Nina revela sus dudas, miedos e inseguridades. Se duplica la realidad, creando o mostrando la que se encuentra en la mente de Nina. Esto nos conduce a la idea del Doppelganger o “gemelo malvado”, en el caso de Nina: el cisne negro.FIN SPOILER-
Volviendo al reparto, la película cuenta con secundarios de lujo, mención especial merece la actuación Winona Ryder en el papel de Beth, una bailarina lesionada.
Dentro de la estética de la cinta, la banda sonora está a cargo de Clint Mansell, habitual colaborador en toda la filmografía de Aronofsky (¿quién no se acuerda de la melodía de Réquiem por un sueño?). Mansell ha sabido adaptar con éxito las partituras de Chaikovsky de “El lago de los cisnes” para las escenas de ballet, captando así el punto de vista clásico y combinándolo a su vez con grupos como Chemical Brothers o Al Tourettes para las escenas de discoteca logrando un carácter más contemporáneo.
Por otra parte, es necesario mencionar la cuidada fotografía de Matthew Libatique que logra la puesta en escena con otro doble juego o dicotomía entre la inocencia y la bondad, representada mediante colores rosa pastel o blanco en la habitación de Nina frente a los decorados de los escenarios de ballet, con pasillos angostos, sucios y el maquillaje agresivo del cisne negro que transmiten un ambiente claustrofóbico y malsano. A ello contribuyen en gran medida los efectos de sonido, como las risas ahogadas o los pies de Nina girando sin cesar y quebrándose. Incluso el hecho de que la película abra con un fundido a negro y cierre con un fundido a blanco pertenece a este juego. Llaman la atención los efectos especiales, bastante explícitos, como las plumas, el efecto de la piel del cisne sobre la de Nina y los ojos rojos cuando ya está siendo consumida por el cisne negro.
Sin embargo, no sólo se trata de la estética, ya que la estructura narrativa resulta estar al mismo nivel creando entre las dos una unión perfecta. Dentro de la narración hay que destacar la técnica visual: conseguida mediante el uso de planos subjetivos cuando la cámara sustituye la mirada de Nina; la cámara le sigue por detrás, lo que provoca una inmersión más efectiva del espectador en la historia. Para rodar las escenas de ballet se utiliza el recurso de la cámara en mano, que contagia una sensación de rapidez y cercanía, una comprensión más profunda del esfuerzo casi sobrehumano de Nina. Casi plano secuencia. Buen trabajo.
Para concluir, Black Swan consigue perturbar al espectador a la vez que maravillarlo por su estética cuidada, sus buenas interpretaciones (sobre todo la de Natalie Portman), un montaje destacado y meticuloso y buenos efectos especiales. Todo esto ayuda a mantener el suspense hasta el final. Estamos ante una inquietante reflexión de tintes fantásticos acerca de cómo la obsesión por la perfección puede conducir a la autodestrucción: la asimilación del mito del Dr.Jekyll y Mr.Hide. Si rastreamos un poco las huellas de esta película, descubrimos el afán de superación de Nina y su obsesión por bailar en Las zapatillas rojas (Michael Powell, 1948), su sexualidad reprimida y ese ambiente de autodestrucción y paranoia en Repulsión (Roman Polansky, 1965), Carrie (Brian de Palma, 1976) e incluso en La pianista (Michael Haneke, 2001).
Spoilers: La primera vez que Nina interpreta al cisne negro en el escenario ante el público, nos damos cuenta de que su sombra se desdobla en dos (idea/concepto del Doppelganger). La figura de bailarina que contiene la caja de música de Nina está partida en dos justo antes de que Nina interprete su papel en la obra “El lago de los cisnes” como presagio de lo que ocurrirá.