Con un enano y media hora de más
Nota : 5,5
Lo mejor: Charlize Theron, por ella lo vale.
Lo peor: la somnolencia que provoca la película después de un prometedor prólogo.
No es ninguna novedad que Hollywood lleva años empeñado en darle una vuelta de tuerca a los clásico cuentos con los que todos hemos llegado a conciliar
el sueño en nuestra más tierna infancia. A la memoria nos pueden llegar títulos
con más o menos acierto: desde la entretenida El Secreto de los Hermanos Grimm de la mano del polifacético Terry Gillian, hasta la empalagosa Por Siempre Jamás, que versiona el
clásico cuento de La Cenicienta de manera aún más azucarada que Emma García en su rancho de la
felicidad. Además, es complicado evitar mencionar que hace unos meses tuvimos la “suerte” de disfrutar
precisamente de otra versión del mismo cuento que hoy no atañe titulada Blancanieves (Mirror, Mirror), con un
tono mucho más jocoso e infantil protagonizado por la puta más famosa de América, Julia Roberts. Esta Blancanieves y La Leyenda del Cazador nos trae una propuesta de blockbuster con
el oscurantismo de rigor y una Charlize Theron haciendo suyo un papel que le viene como anillo al dedo.
Blancanieves y La
Leyenda del Cazador cuenta con un presupuesto desmesurado que
supera ampliamente los 200 millones de dólares, una inversión nada desdeñable
cuya responsabilidad ha caído sobre el debutante Rupert Sanders, un tipo que
hasta la fecha era un realizador publicitario con gran dominio visual, patente durante todo el filme. Sin embargo, el director
no ha sabido otorgarle el ritmo suficiente a la cinta durante sus laaargos 127
minutos fruto de un exceso de protagonismo del apartado técnico en detrimento
de un guión que no consigue mantener con interés al espectador más allá del comienzo. De hecho, durante el prólogo nos
encontramos los minutos más vibrantes del largo y es por ello que uno
sale del cine con un mal sabor de boca -además de bostezos- ante la
oportunidad desperdiciada.
El mayor problema que se encuentra en Blancanieves y la Leyenda del Cazador es el pobre desarrollo de la
historia, que transcurre enteramente por la travesía del Bosque Oscuro alcanzando el tedio más soporífero ante la desesperanza de si llegarán en algún maldito momento a su destino. Sanders
desespera en una recreación tan detallista de la atmósfera de esta versión de Blancanieves, aunque finalmente acabe rozando la parodia con un diseño de las hadas que provocaba más de una
carcajada en la sala. El punto de inflexión que consigue que el espectador despierte de su
letargo es la llegada de los carismáticos Siete
Enanitos, interpretados entre otros por los
veteranos Ian Mcshane (Deadwood) y Bob
Hoskins, siendo los entrañable mineros una panda de rufianes que malviven a
base de ingenio. Desde luego, la llegada de los enanos, nada desentonados a pesar de estar interpretados por actores de tamaño normal, supone un énfasis en la parte cómica del libreto que hasta entonces había
carecido completamente de ella, y de vida en general más allá de los ya comentados minutos iniciales.
Ahora toca la pregunta del millón, ¿Qué tal está Kristen Stewart una vez ya se ha despojado del personaje de Bella? (Amanecer Parte 2 lleva tiempo rodada). La
mayoría conocemos a esta actriz por su papel en La Saga Crepúsculo y su capacidad para adoptar la pose de estreñida
durante todas las películas de la saga vampírica. Pues bien, en esta Blancanieves parece ser que todavía no
han caído los Activia de Coronado y
la pequeña Kristen sigue con
la misma inexpresividad que ya dejó patente en su visita al Hormiguero de Pablo
Motos. Tampoco ayuda el hecho de que estemos ante el personaje menos trabajado
por los guionistas, un rol que se aleja de cualquier matiz y se basa por completo en la
castidad cuyas motivaciones nunca sobresalen al dejarse llevar por los acontecimientos. Es bastante evidente que no es sangre lo que fluye por las
venas la actriz protagonista de Adventureland
a diferencia de una Charlize Theron que
hace carnaza de su compañera de reparto. Hacía tiempo que la vanidad no encontraba mejor reflejo cinematográfico, y eso es gracias a la protagonista de Prometheus. Aún así, a pesar de que la vengativa madrastra es el personaje mejor retratado de la película, quizás sobre ese
pequeño flashback metido con calzador que nos revela el
origen de todos sus males. Por la parte masculina, Chris Hemsworth, al que recientemente hemos disfrutado en Los Vengadores, sabe dotar de cierto
carisma a su cazador aunque finalmente acabe diluyendo toda esa bravura
descontrolada en la sacarina más empalagosa.
En resumidas cuentas, Blancanives
y la Leyenda del Cazador se acaba salvando en los últimos 15 minutos con
una batalla final que, sin ser nada que no hayamos visto antes, por lo menos
entretendrá (aunque el discurso evocador de Blancanieves
a sus vasallos no es ni mucho menos de la escuela de Willian Wallace) a los espectadores que sigan despiertos. Pero no
hay que confundirse, la versión de Rupert
Sanders del clásico de Blancanieves
no es ni mucho menos una mala película, pero el aburrimiento pasa una factura
demasiado grande a costa de una apuesta fresca a la que le sobran treinta
minutos de metraje y que acaba encajando mejor en el baúl de las decepciones que en el de las sorpresas, como era su intención.