A ti Hardwicke, a ti...
Nota: 2
Lo Mejor: Por fin vemos 'algo' de violencia en una de Hardwicke.
Lo Peor: Es tan absurda e incoherente como las frases del Twitter de David Bisbal.
Nada más dar comienzo la película, es inconfundible la mano de la realizadora de la saga Crepúsculo, Catherine Hardwicke. La directora vuelve a repetir en un escenario bastante similar lleno de pinos y montañas. Vamos, que me dicen al principio que es alguna de la franquicia vampírica y me lo creo. Cuando me enteré de que se iba a rodar una nueva película sobre Caperucita Roja con un rollo tétrico, el tema me interesó, pero al descubrir que esta cineasta iba a ponerse a los mandos de la dirección, me hice una idea cuasi-perfecta de lo que iba a resultar de esta cinta, una historia de amor entre Caperucita y un par de personajes en un contexto 'emo-idílico'. 'Efestiviwonder', ñoñería a tutti en un film en el que al menos las chicas nos ponemos las botas con los personajes masculinos principales, un malotillo rebelde y su competencia directa, un chico más paradillo que también se enamora de la muchacha. ¿No os recuerda a algo? Sí, amigos, sigue siendo la misma mierda de triángulo amoroso qu ya nos tragamos antes, aunque no nos sorprende viniendo del trasero de Hardwicke.
No os vais a encontrar con la típica trama de Caperucita haciendo su inquietante travesía por el bosque hasta llegar a casa de la abuelita, lo cual hubiera sido mucho más molón. El argumento es uno de esos rollos neorománticos con la protagonista como la piba de la aldea por la que todos se pajean. Desde niña vive enamorada de un tío con una constante expresión de oler un tufillo alrededor, pero su familia quiere casarla con el herrero, que es de más pasta y chica, por el que yo hubiera comprado también. Este contexto en el que los dos machitos enfrentan sus musculitos por la barbie de turno, sucede mientras un lobo, hombre-lobo, o lo que sea, se va cargando a la peña. El caso es que llaman al Padre Solomon, un tipo obsesionado con el tema que se dedica a dar caza a las bestias y les cuenta una historieta en la que les desvela a los habitantes que el lobo está entre ellos en forma humana y que puede ser cualquiera, hasta la abuela, nada adorable por cierto y la cual parece haberse metido un tripi nada más levantarse de la cama, además de que cocina unas sopas, a la vista, vomitivas. Y cómo no, tras una farra que se gastan los aldeanos con un cutre-baile medio lésbico y una buena borrachera, donde Charlie Sheen se lo hubiera pasado teta, Caperucita descubre que el hombre-lobo también la quiere a ella.
Veamos, aparte del empalagoso rollo aburrido del triángulo amoroso que hay que aguantar durante todo el metraje, Hardwicke no nos ofrece una explicación lógica de absolutamente nada, le da igual. El hombre-lobo, escapado directamente del zoológico de Crepúsculo y del que yo llegué a pensar que saldría el hormonado pesadete de Taylor Lautner, mata a la peña, pero no se los come. ¿Por qué? No te esfuerces en averiguarlo, porque no lo sabrás, es malvado y cruel, punto, y quedaba más bonito así, sin cuepos descuartizados. De hecho, no verás ni una sola gota de sangre en los cadáveres, sólo un par de manos mutiladas más secas que la cuenta bancaria de Nicholas Cage. Por otro lado, si quiere a la protagonista, ¿por qué no se la lleva y punto en lugar de dar tantos rodeos y ponerse a charlar con ella como si fuera la hora del té? Tío, eres un animal gigantesco con dientes y pezuñas enormes, ¿en serio no puedes soltar un zarpazo a Barbie-Caperucita en lugar de ir cargándote a los aldeanos? ¿Y a qué coño viene que el cazador tenga un elefante de latón como elemento torturador cuyo método no acabamos de conocer? Hardwicke, te tengo calada, conozco tus planes, hacer películas visualmente bonitas y con intérpretes que están buenos para que las niñas y las románticas empedernidas suspiren por tu bazofia. Lo peor es que los resultados en taquilla confirman que la jugada te sale bien.
No hay mucho que decir del trabajo del reparto, Amanda Seyfried hace lo de siempre, estar ahí correctamente haciendo de muñeca deseada. El par de maromos que la acompañan, Siloh Fernandez y Max Irons, no aportan más que Paquirrín en un brainstorming. Gary Oldman como el Padre Solomon queda un poquito sobreactuado, con esa voz de pirata acabado y botella de ron al narrar sus batallitas, mejor que continúe su trabajo en el Batman de Nolan. Luego tenemos a la mítica Julie Christie como la abuelita, con unos desorbitados ojos constantes, como con una sorbedosis de vozka-redbull, y al progenitor de Caperucita, interpretado por el padre de Bella también en Crepúsculo, Billy Burke, que no da nada la talla en su rol.
La única pieza que se puede salvar de todo este producto mojabragas para soñadores románticos, es la estética visual de la ambientación, porque es de lo poco que la directora sabe hacer, presentarnos una película que a los ojos resulta poética. Aunque eso sí, se me hicieron inevitablemente tortuosas las escenas en las que Caperucita se imagina con el chico de la expresión estreñida paseando entre la nieve -instante que me evocó el hermoso momento de la menstruación-, caminando por los bosques, mirándose con cara de paletos enamorados, etc. Y aquí me surgió otra pregunta, ¿por qué coño la capa de Caperucita es más larga en sus fantasías? ¿A qué viene esa gilipollez?
Caperucita Roja ¿A quién tienes miedo? está creada directamente para fans de Crepúsculo, así que a los que les va ese rollo ya tienen un entretenimiento húmedo mientras esperan la llegada de la última entrega de su saga favorita. Seguramente, no les guste tanto como la historia vampírica, pero les servirá como calentamiento. El resto de los mortales poco van a encontrar en una cinta en la que lo más coherente son los títulos de crédito del final. Ah, y un detalle más que olvidaba y que puede animarnos por fin a comprar esa Mágnum para evitar el sufrimiento: huele a secuela.