Nota: 3
Lo mejor: la batalla final es ese refugio que los que tenemos dos cromosomas X llevamos buscando durante toda la franquicia.
Lo peor: ¿Cuántas canciones empalagosas caben en la banda sonora de una película? Las mismas que abdominales en el estómago de Taylor Lautner. Es decir, todas las que hagan falta para que sea imposible caminar por el cine sin resbalarse.
Ya está. Ya se ha terminado. Las imprimaciones y los amores inmortales vuelven a dejar paso a la última de Sarah Jessica Parker en el epicentro de la tradicional discusión de pareja frente a las puertas del cine. La saga Crepúsculo llega a su final y con él las esperanzas de muchos fans que por fin cumplen su sueño de ver en pantalla la única franquicia completa que se han leído. Pero para otros, esta última entrega supone una liberación mucho más frívola que la que trajo consigo la abolición de la esclavitud, aunque con un sentimiento de alivio parecido. Se acabó el acompañar a tu pareja un viernes cada año a la primera sesión con la correspondiente bufanda, gafas de incógnito y la coartada de turno para los colegas ya preparada. Puede que esa sensación de libertad, casi perceptible en los rostros de cada varón con menos de 8 centímetros de flequillo en la sala de cine, haya contribuido a que Amanecer Parte 2 sea una de las películas de la saga que mejor sensación general ha dejado entre la prensa especializada (mayoritariamente hombres con perilla sin perfilar), o quizás sea por el contundente y largo enfrentamiento final que por fin nos regalan tras 6 años de peleas de patio de colegio sin apenas llegar a las manos, pero lo que está claro es que Amanecer Parte 2 no es tan terrible como sus predecesoras por todo lo expuesto y, principalmente, porque es la primera de toda la saga que nos cuenta una historia original más allá de las aventuras sexuales de una virginal adolescente más apática que Rajoy frente a una bandeja de cava y fuet.
En un ejercicio de idéntica codicia al acontecido con la adaptación del último libro de la saga Harry Potter, desde la productora Summit decidieron dividir la última novela de Stephenie Meyer en dos filmes para estirar la gallina de los huevos de oro. En el caso de la lucha entre los legendarios mortífagos frente a las fuerzas del bien encarnadas por la promoción más brillante del histórico colegio Hoghwarts (todo muy épico, que se note que J. K. Rowling se molestó en crear un contexto para los personajes), la estrategia incluso podría tener justificación de no haber dejado el realizador David Yates todo el juguillo para la segunda parte de Las Reliquias de la Muerte. Pero vamos, que había algo que exprimir y estirar. Hablando de una franquicia tan limitada como Crepúsculo ("ahora me gusta el lacio, ahora me voy con el del Winstrol"), no. Una película de vampiros moñas puede que no haga daño a nadie, pero cinco es otra cosa bien diferente. Por eso la primera entrega de la franquicia sigue siendo la más potable de todas, por introducir -'introducir', palabra clave- una mitología solapada con nuestra sociedad en la que los vampiros conviven con los humanos y poseen su propia jerarquía y tradiciones. A partir de ahí, la edición transilvana de HMYV.
"Puedes llamarme 'tío Jacko', no por nada en especial..."
Esa es la razón por la que la primera parte de Amanecer parecía que iba a traer el revulsivo argumental tardío para la saga. El cacareado nacimiento del primer bebé medio humano y medio vampiro prometía nuevos aires para la historia a tenor de la reacción de los Vulturi, el clan líder de los chupasangres -con presencia testimonial en los filmes precedentes-, formado por una especie de nazis disfrazados como nigromantes del nivel 40 y aterrados ante el cambio, que ven en el retoño un peligro para el anonimato de su especie en pleno siglo XXI, donde la tecnología fabricada por los humanos complica más que nunca la ocultación de las actividades vampiras. Por fin pasaba algo que no tenía que ver con las miraditas entrecruzadas de los tres protagonistas y la siempre acuciante sombra de la zoofília, y se suponía que esta película iba a centrarse en ello. Lo hace, pero a su modo, que se traduce en alternar cada dos escenas un pase de diapositivas del archivo personal de Pattinson y Stewart del día que se compraron la cámara.
Durante el primer acto conocemos cómo es Bella una vez se ha transformado. Basicamente, Kristen Stewart con chaqueta negra y los ojos un poco más abiertos. Para dejar claro que la rivalidad entre Edward y Jacob por la virtud de Blancanieves es cosa del pasado, el realizador Bill Condon (Dioses y Monstruos, Kinsey) incrusta primeros planos de los intérpretes sonriéndose cuando ambos personajes comparten encuadre, como si el vampiro pudiera borrar de su mente al indio con su verga de supermamífero intentando zumbarse a su chica o no tuviera en cuenta que planea llevarlo a cabo con su hija recién nacida. Una niña que, por cierto, se trata de una creación digital que -suponemos- intenta recrear a una criatura que comparta los rasgos de ambos actores (porque en Hollywood usan la misma aplicación del móvil que las revistas del corazón para estas cosas). El foco no tarda en centrarse en la búsqueda de aliados por parte del grupo protagonista para la inminente batalla que se producirá cuando la adivina lo diga, no antes, no sea que no les dé tiempo a llamar a los refuerzos. Se trata de casi una hora de presentación de personajes en cascada al más puro estilo First Class, sólo que con la cuadrilla más variopinta y heterogénea de vampiros que te puedas echar a la cara. Que si las porno-vampiras, los escandinavos, los mayas... El desfile es tan estrambótico que no hubiese sido ninguna sorpresa encontrarnos a uno llamado José con traje de luces.
"¿Hacemos "El Hernán Cortés"?"
Por supuesto, cada uno de ellos tiene su poder único e intransferible, que es un tema que siempre me ha hecho gracia. Me refiero a ese don secundario y personal de la que hacen gala los chupasangres de esta saga independientemente de las habilidades tradicionales que se les asocian a estas criaturas inmortales. Tenemos al telépata, a la adivina, al que controla los elementos... y luego está Bella, que no es que tenga un poder chorra, tiene dos. El primero le permite crear campos de fuerza protectores al más puro estilo de La Mujer Invisible de Los Cuatro Fantásticos. Ni tan mal, pero es que el segundo -revelado al final de la cinta- consiste en la habilidad para mezclar un the very best moments of en su cerebro y hacérselos ver a la persona que ella desee. Nivel de utilidad "Misfits", que diríamos.
Por lo menos, el guión tiene el detalle de tomarse a coña en algún momento todo el tema de la imprimación de Jacob en Renesmee. Ya sabéis, ese frotis hormonal que tuvo el lobito con la infante al final de la anterior película y que sirve para que el personaje tenga una excusa para seguir rondando por ahí en lugar de estar enterrando un hueso en el jardín trasero de su casa. Pero lo que de verdad llega a una especie de techo en la tónica de absurdeces argumentales habituales de la saga es la decisión que toma el clan protagonista al comienzo de la cinta, consistente en reverlarle su verdadera identidad al padre de Bella (Billy Burke), no sea que se muera de pena sin conocer a su nieta. Nuevamente, Jacob sirve de excusa al desvelarle su propio secreto al personaje justo después de un striptease capaz de erizarle el bigote al pobre hombre. En lugar de asesinar tanto al lobo por su indiscrección como al señor Bella por saber demasiado, los vampiros deciden prescindir de la única regla de su código, la privacidad, y hacer partícipe al hombre de su secreto para que tenga la imagen completa. Porque son vampiros "buenos", no lo olvidéis. Por lo menos, todo sea dicho, alguna de las nuevas incorporaciones al clan principal no esconde su dieta basada en sangre de humanos inocentes, que ya es algo.
"Creo que he dejado el hamster ahí dentro demasiado tiempo."
Eso sí, si hay hostias bien hechas, cualquier panorama mejora. Así funcionamos, chicas. Amanecer Parte 2 cuenta con la única pelea de más de dos minutos de duración -me lo he inventado, pero la de Eclipse no puede durar mucho más- de toda la saga. Ofrece desmembramientos, muertes y, en general, todo eso que jamás parecía que fuese a llegar. Se trata de un combate que acentúa un clímax retrasado hasta la saciedad y en el que la violencia no sólo es necesaria para despertar al espectador que os describía en el primer párrafo, sino también para cerrarle la boca al personaje de Michael Sheen, que se ha tomado al pie de la letra "el método Depp para blockbusters", confeccionando un rol tan afeminado y sobreactuado como el que exhibió en Tron Legacy. Eso sí, cuando el presupuesto de la película no supera los veinte millones y hay alguna posibilidad de hacer ruido en la temporada de premios, el tío es un actorazo. Palabrita. La escena tiene ritmo, combates simultáneos y está bien rodada. Pero claro, también tiene un problema: que NO ES REAL. No sucede. Es una premonición de la adivina.
"Entonces, ¿No nos hemos fostiado con los Vulturi?"
Una vez ya hemos hablado de la única escena e intérprete de toda la cinta que merecen la pena, hay que reconocer que el resto del reparto -y por tanto la película- se beneficia de la mayor distribución coral que hace el guión de los personajes. Ya no asistimos solamente a un triple show de carencias interpretativas propio de una ficción original de La Siete donde todo gira en torno a la habilidad de Stewart para mantener la boca abierta sin que le entren moscas, mientras Pattinson y Lautner compíten por protagonizar la mayor tasa de planos por minuto susceptibles de aparecer en el forro de una carpeta. Todo ello permanece, pero durante menos tiempo, con lo que duele menos.
Lo que duele de verdad, lo mires por donde lo mires, es que una saga sin historia y cimentada en unos pilares tan endebles como es el carisma de tres actores con menos sangre caliente que sus personajes se haya convertido en ese fenómeno al que todos hemos asistido y que concluye con esta película. Amanecer Parte 2 podría ser rescatable de forma aislada por esa pelea y alguna de las nuevas incorporaciones al reparto. Pero no. Es esa conclusión. Ese "evento" destinado a todos aquéllos que han convertido a la saga literaria de Stephenie Meyer en una de las más vendidas de lo que llevamos de siglo. Sus escasas virtudes están sepultadas por tics y amaneramientos recolectados durante cinco títulos que imposibilitan recomendar este título a cualquiera ajeno a la obra. Aunque obviar el mérito que supone acercar el papel impreso a la generación Tuenti y 'Guassap', sea de la forma que sea, sería tan injusto como decir que La Saga Crepúsculo ha aportado algo al séptimo arte.