Revista Cine

Crítica de cine: 'Dolor y Dinero'

Publicado el 01 septiembre 2013 por Lapalomitamecanica
Colega, ¿dónde he dejado mis pesas?
Crítica de cine: 'Dolor y Dinero'
Nota: 6
Lo mejor: tomársela como la gran coña que es en realidad.
Lo peor: que no sabe cuándo terminar.
Para Michael Bay, el rey del recorte de silueta y de las explosiones de todos los tamaños y colores, del patriotismo gratuito y las camisetas ajustadas, ahora es una cuestión  personal. Él mismo califica a esta Dolor y Dinero (Pain and Gain) como su propia parcela de cine de autor entre las máquinas de ganar dinero que construye habitualmente, y da miedo lo exacta que puede resultar esa expresión una vez vista la cinta. En su misión de reivindicarse como algo más que el creador del blockbuster por antonomasia, del parque de atracciones que utiliza la simplicidad argumental como billete para permitir la entrada, el californiano que destruyó Pearl Harbour y tomó Alcatraz no ha dudado en desvelarse como un cineasta capaz de reirse de sí mismo y de todos los estandartes de su forma de hacer cine, por supuesto, sirviéndose también de un -sólo uno- recorte de silueta frente a la explosión de turno.
Que Michael Bay es un tipo muy cachondo podíamos intuirlo desde su debut con Dos Policias Rebeldes, una de sus mejores películas con permiso de La Roca. Además, hay que tener un gran sentido del humor para elaborar la filmografía más desequilibrada entre seso y músculo que se puede encontrar hoy en día, donde los hitos pasan por enfrentar a Bruce Willis contra un meteorito, descubrir al mundo a Megan Fox o fabricar toda una trilogía a partir de un marca de juguetes (y ya va a por la cuarta precisamente junto a Mark Wahlberg). Sí, Michael Bay tiene que ser un tipo divertido por narices, aunque ha tenido que desnudarse, prescindir de la habitual parafernalia de la que se rodea habitualmente y contar con "sólo" 26 millones de presupuesto para que nos diéramos cuenta.
Crítica de cine: 'Dolor y Dinero'
Porque Dolor y Dinero puede parecer tan descerebrada como su trío protagonista, y en muchos momentos lo es, pero en su ADN se aprecia un tono general malicioso, negruzco, que la acerca de forma inesperada a la obra de gente como Guy Ritchie o incluso los hermanos Coen. Sirviéndose del esquema "más extraño que la ficción", Bay ha tomado como base una alocada historia real que ocurrió a mediados de los 90 en Miami y la ha vuelo más excéntrica todavía, acercándola a la caricatura e impidiéndonos discernir lo que ocurrió de verdad de lo inventado. Por supuesto, el secuestro, tortura, extorsión e intento de asesinato del adinerado dueño de un restaurante (el siempre genial Tony Shalhoub) no tiene nada de gracioso, pero cuando son tres culturistas con Winstrol por materia gris y más adrenalina encima que 300 espartanos hasta el culo de coca, la cosa cambia.
"Los gordos deberían ser considerados antipatriotas". Con esa perla dialéctica se presenta el protagonista (Mark Wahlberg), un monitor de gimnasio que se ha fabricado una versión MTV del sueño americano. Ahí, en el retrato inicial de este hijo dañado del capitalismo y la cultura de lo superficial, se encuentra el primer signo del brillo que se esconde bajo Dolor y Dinero, respaldado además por un Mark Wahlberg que se toma al personaje muy en serio. Por desgracia, son los otros dos vértices del tríangulo protagonista, con el rostro de Dwayne Johnson y Anthony Mackie (En Tierra Hostil, Million Dollar Baby), los que terminan por deslucir la faceta más crítica de la película. Por su parte, el protagonista de A Todo Gas 6 saca partido a su tremenda vis cómica de una forma que ya le hubiese gustado saber explotar a Schwarzenegger en sus acercamientos noventeros al género, pero en este caso la culpa de que su presencia reste puntos la encontramos en una evolución demasiado forzada para su personaje, como a trompicones, por mucho que gran parte de lo que nos narra la película ocurriera realmente (como se encargan de recordarnos puntualmente unos cachondos rótulos impresos en la imagen). En cuanto a Mackie, su único pecado ha sido convertirse en una víctima del gusto de Bay por el personaje afroamericano gritón y cargante de turno.
Crítica de cine: 'Dolor y Dinero'
Por supuesto no todo van a ser buenas palabras para el hombre responsable de enfilar a Nicolas Cage como héroe de acción, ya que sí hay veces que la energia y entusiasmo de Bay trascienden a la pantalla más de lo que deberían. Me refiero a ese atropellado inicio con la cámara al hombro y, en general, a esa especie de necesidad que siempre tiene el cineasta por no dejar quieto el encuadre; acrecentada por la falta de espectacularidad -y dinero- de la función hasta el punto de que el realizador parece estar teniendo un ataque de rabia al otro lado de la lente, como necesitado de volcar toda esa potencia sin medida en cada escena a toda costa. Puede que de ahí provenga también la excesiva duración de la cinta, que estira demasiado el segundo acto por mucho que nos permita disfrutar de Ed Harris encarnando al avispado detective que persiguió a los protagonista. 
Pero si Dolor y Dinero sorprende de verdad es porque está sustentada en un tono cómico absolutamente mordaz e inesperado proveniendo de quien viene. Se trata de una pátina de mala leche y cinismo que domina a la descripción de los personajes, de sus motivaciones y modus operandi, y que le otorga a la cinta mucha más personalidad de la que se puede encontrar de media en el currículum de su director. De todas formas, y a pesar de la agradable sorpresa, Pain and Gain es Michael Bay puro hasta el punto de que parece una parodia tremendamente autoconsciente de su forma de hacer cine y, en general, de los ideales y valores que nos llegan desde el otro lado del charco. Algo así como la versión macho-guacho de Spring Breakers, donde es igualmente complicado descubrir donde empieza y termina la broma.

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