El thriller que perdió su cuchillo a mitad de camino
Nota: 5'5
Lo Mejor: la imagen fría y despreciable que se ofrece de la carroña que abunda en el mundo de los magnates.
Lo Peor: que el mensaje a machete se dulcifica en el tramo final del film.
John Fitgerald Kennedy dijo que "las grandes crisis producen grandes hombres",
y grandes capullos también, y desde luego en Hollywood, muchas
películas que no pierden la oportunidad de utilizar el recurrente tema
para centrar sus tramas desde diferentes perspectivas. Llevamos ya unas
cuantas, sobre todo desde el exitoso documental Inside Job, que tratan de poner también de manifiesto su propia visión antisistema. Algunas salen bien, he ahí Margin Call, y otras salen como la cara de Dani Trejo tras una limpieza de cutis, como el culo, es el caso de Wall Street 2. La última en sumarse a este compendio de exposiciones sobre el fenómeno es El Fraude,
cuya lanza al sistema trata más de recoger un aspecto cercano a
la hipocresía humana del universo financiero que a englobar un conjunto
de fenómenos que han dado como resultado una decadencia del capitalismo. Vamos, que nos habla del capullo en mayor medida y luego, un poquito de la crisis.
Ni qué decir tiene que la mentada Margin Call supera con creces a la ópera prima de Nicholas Jarecki, suerte que a su vez, la de este último está por encima de Wall Street 2. La única producción del realizador hasta la fecha ha sido la del visionable documental The Outsider, con un repartazo de lo más lujoso para un tipo que acababa de empezar, formado por Woody Allen, Robert Downey Jr., James Toback o Harvey Keitel,
en una historia que narra el rodaje de un proyecto en 12 días sin
financiación ni guión. Es evidente que el tipo tiene buenos contactos,
porque el elenco que completa El Fraude, para su debut,
repito, en el largometraje de ficción, es de lo más respetable, y eso
que el film es un thriller de mediana calidad cuya tensión no empieza a
florecer hasta la mitad del rodaje y, aún así, sin mejorar lo
suficiente, quizás por lo facilón de sus recursos, quizás porque la
lanza de la que hablaba al inicio no termina desangrando tanto a los
déspotas capitalistas a los que retrata, élite de la que forma parte el
personaje principal.
Jarecki refleja a un protagonista muy al estilo Bernard Madoff -responsable de una
de las mayores estafas de Wall Street- para relatarnos la historia de un
adinerado empresario y padre de familia (Richard Gere) a punto
de jubilarse, que se encuentra en medio de unas delicadas y
trascendentales negociaciones con otra corporación por la venta de su
propia empresa. Como todo estereotipo de hombre de negocios, el tipo
lleva una doble vida a espaldas de su familia en la que se dedica a
tirarse a una joven artista francesa (Laetitia Casta), lo que le traerá
problemas que pondrán en peligro tanto su vida profesional, como la
personal, levantando las sospechas de su esposa (Susan Sarandon), de su hija (Brit Marling) y hasta del agente de policía (Tim Roth) encargado de investigar un posible homicidio que podría estar relacionado con el empresario.
A pesar de que la prensa especializada se ha empeñado en calificar el trabajo de Gere
como uno de los mejores de su trayectoria, el actor dista bastante de
imponerse como un buen intérprete, de hecho nunca lo ha logrado más allá de su imagen como sex symbol
galán del cine. Si acaso, es el carácter del rol el que capta más
interés, una personalidad que se debate entre la corrección o
incorrección de sus actos y que mantiene una batalla constante en el
orden de sus prioridades, básicamente una pelea entre el triunfo de su
propio beneficio o el poco de humanidad que le pueda quedar para los
demás. Se trata de uno de esos protagonistas que se encuentran
suficientemente distanciados de la bondad del héroe de la historia y se
acerca más a lo deleznable de los valores humanos.
Totalmente lo contrario a Gere como artistas de la pantalla proporcionan Susan Sarandon y Tim Roth,
que juegan en una liga mucho más profesional que su compañero de
reparto. Desgraciadamente, el actor principal copa casi todos los
minutos del metraje, con lo que el lucimiento de los secundarios es
bastante escaso, lo que provoca que sólo podamos degustar un pequeño
aperitivo de ese regreso a medias y el deseo aún mayor sin satisfacer de gozar de los
intérpretes como en los viejos tiempos.
Aún
a pesar de lo poco reseñable del trabajo del líder del elenco y de lo
insustancial de los roles de sus colegas, puede resultar un thriller
entretenido que además de contar con un esfuerzo técnico notable,
incluye algunos elementos destacables, como el intento de lanzar una
crítica contra el mundo financiero, sus magnates y la superficialidad e
hipocresía de ese reino y por antonomasia, de su culpabilidad en la
crisis actual, principalmente, por su ambición capitalista y falta de
escrúpulos. Y digo intenta porque la lanza a ese cáncer social llega a
medias, ya que lo que empieza siendo toda una declaración de
intenciones, con un protagonista al que no le importa inculpar al único
negro inocente de clase baja que conoce para que le salve el culo o con
un poli comprometido con la causa de enchironar a esos "intocables"
multimillonarios, continúa conforme avanza la trama desinflándose y el
mensaje termina por dulcificarse perdiendo ese machete dedicado al
sistema.
Al fin y al cabo, El Fraude como
la ópera prima que es, con sus virtudes y sus defectos, se impone como
un debut bastante decente con el que pasar el rato echando pestes sobre
esos hijos de puta trajeados para los que los valores sólo existen como
cifra bursátil y cuyo trasero quieren seguir manteniendo en la cima de
la élite a costa de aplastar con su gran puño capitalista a la clase más
humilde, y eso, amigos, no se paga con dinero. Para todo lo demás, Margin Call.