Nota: 5’5
Lo mejor: que no decepcionará a los que busquen un entretenimiento ligero made in McConaughey.Lo peor: que todo acaba reducido a sí el acusado es culpable o no.Tiene gracia que llegue a nuestras pantallas un drama judicial en plena era de la democracia americana en la que un nobel de la paz nos enseña que concederle a alguien el beneficio de la duda o el derecho a un juicio ya no está de moda, siendo preferible pasar directamente a la acción. Por el mismo sitio se pasan los dilemas morales en The Lincoln Lawyer (El Inocente en castellano, gran labor de traducción del famoso mono), la nueva cinta del realizador Brad Furman (The Take, 2007) y del guionista John Romano, responsable de series de televisión como Dark Angel o Monk entre otras, quien la ha adaptado de una novela de Michael Connelly.
Al igual que en el mundo que todos conocemos, tanto la búsqueda de la verdad como el deseo de hacer justicia pasan a un plano secundario. En El Inocente se nos presenta a un abogado criminalista que se mueve como pez en el agua en use mundo de mentiras, apariencias y favores. Especializado en librar a delincuentes de la cárcel, el personaje interpretado por Matthew McConaughey (EDtv, 1999, Lone Star, 1996) experimenta en sus propias carnes la convicción de que nada es lo suficientemente grave hasta que le toca a uno de cerca. La oportunidad de ascenso en su carrera se le presenta en forma de defensa de un niño rico de familia influyente, acusado del asesinato de una prostituta. Lo que prometía ser algo aparentemente sencillo se vuelve una ardua tarea. Como bien indica el titulo de la versión original, el filme se centra más en el abogado protagonista que en el acusado y sus acciones, lo cual, en mi opinión, resta interés a la trama y por ende al conjunto final.
Si bien las interpretaciones son buenas, los personajes podrían llegar a considerarse un poco endémicos, incluso habituales ya del subgénero: McConaughey - con pose de triunfador, seductor, seguro de sí mismo y bueno en su trabajo - halla el equilibrio perfecto entre sobornos, contactos y la ley que debe cumplir. Su ex mujer, también abogada, encarnada por Marisa Tomei (Antes que el diablo sepa que has muerto, 2007, The Wrestler, 2008) con la que comparte una niña pequeña, las dos son personajes poco profundizados de los que no sabemos demasiado. Lo mismo ocurre con su amigo del alma, William H. Macy (Magnolia, 1999, Inland Empire, 2006) con quien resuelve todos los casos que le asignan y el prospero heredero al que encarna Ryan Phillippe (Se lo que hicisteis el ultimo verano, 1997). Todos ellos, figuras que casi se mantienen por la función arquetípica a la que apelan en el imaginario del espectador que por la información que tenemos sobre sus vidas.
El inocente tiene buenos elementos para triunfar pero no termina de enganchar todo lo que debería. La trama es sencilla, le faltaría un poco más de profundidad ya que reduce todo en una instancia final a la inocencia o culpabilidad del acusado sin cuestionarse en ningún momento la causa o el motivo de sus acciones. Le falta un poco de chispa aunque si hay que reconocerle que en conjunto es bastante amena. Cuenta con un guión correcto y contenido, que desvela los detalles en el momento adecuado y que, como cualquier drama judicial, plantea el dilema moral de defender a alguien a quien se sabe culpable; algo que el protagonista, sorprendentemente, no se cuestiona hasta que las cosas se vuelven en su contra. A pesar de que hay momentos en la película en los que parece que se condena la actitud del protagonista, quien parece estar por encima de la cuestión ética evitándoles la cárcel a los criminales, el esquema que sigue es bastante más simple ya que todoSPOILER termina saliendo bien para el personaje principal pues consigue ser capaz de compaginar perfectamente su defensa del acusado con el escarmiento merecido a quien le ha perjudicado.FIN SPOILER