Cuando Hitchcock encontró a Allen
Nota: 8'5
Lo mejor: un guión que camina entre el thriller en tensión creciente y la comedia más afilada.
Lo peor: un desenlace algo fantástico y poco contundente que parece haber virado por el camino fácil.
Francia, la verdadera madre del cine desde que los hermanos Lumière inventaran el cinematógrafo y Georges Méliès aportara su ingenio para desarrollar las técnicas de su lenguaje. Francia, lugar de artistas y de talento heredado del Renoir padre pintor a un Renoir hijo director inmortal por su obra La Gran Ilusión. Francia, que fue testigo del nacimiento de la Nouvelle vague abanderada por Goddard y Truffaut, tendencia que precedió a una nueva época dorada representada en Luc Besson, Léos Carax o Jean-Pierre Jeunet. Y ahora, en pleno siglo XXI, el cine francés volvió con Hazanavicious y su The Artist
a coronar las cimas del éxito con un séptimo arte que nuevamente juega
en una liga superior y se impone como modelo a seguir. Para confirmar
que este auge no es un hecho aislado llega François Ozon con En la Casa, otra bestia parda de la producción francesa que trata de confirmar la nueva oleada de gloria.
Esta
vez el monstruo llega despacito y sin hacer mucho ruido, convirtiéndose
en la sorpresa del pasado Festival de Cine de San Sebastián, en el que
se llevó la Concha de Oro, no sin antes pasar por Toronto y hacerse con el Premio Fipresci
de la crítica internacional. Así, su realizador, que ha dirigido
principalmente dramas poco contundentes, aunque con algunos títulos
recomendables como Bajo la Arena o El Tiempo que Queda, logra por fin su ópera magna, cuyo libreto para orgullo patrio bebe directamente de la obra teatral española El Chico de la Última Fila, del madrileño Juan Mayorga.
Precisamente, es el guión el punto más brillante de En la Casa, un script ingenioso y original que recuerda al más puro estilo del mejor Woody Allen de Annie Hall,
sin alcanzar su virtuosidad, claro, pero con una maestría y elegancia
brutales en el manejo de la sátira intelectual, sin olvidar algún
particular recurso narrativo propio del neoyorquino. Pero es que la obra
de Ozon no sólo se enmarca en el género de la comedia, sino que
más allá de eso es un señor thriller cuyo suspense también parece tomar
influencia de su más icónica referencia, Alfred Hitchcock,
creando una trama oscura, morbosa y que va tornándose cada vez más
perturbadora conforme avanza el metraje hasta llegar a un plano final que
despeja todas las dudas acerca del muso inspirador de ese... ¡Suspense!
Dicha tensión descansa sobre una trama que gira en torno a Germain (Fabrice Luchini),
un profesor de literatura de instituto que cierto día ordena a sus
alumnos una redacción centrada en lo que han hecho el fin de semana.
Corrigiendo en su apartamento los escritos junto a su pareja (Kristin Scott Thomas),
uno de ellos le llama particularmente la atención, no sólo porque el
lenguaje literario apunta maneras, sino porque Claude (Ernst Umhauer),
el autor estudiante, narra cómo decide escoger a uno de sus compañeros de clase con el
objetivo de entrar en su hogar y llegar hasta lo más hondo de la
intimidad de la familia -y de la madre del
clan- por medio de viles tretas para ganarse su confianza.
El
morboso e inquietante relato provoca que el profesor convoque a su
alumno para investigar la veracidad de la historia y
darle una charlita acerca de lo inmoral de sus actos. Claude,
manipulador nato, convence a Germain para que sea su mentor en el arte
de la escritura, pero el chico no cejará en su empeño por escribir su 'biopic' con la familia de su compañero, hasta el punto de que sus acciones
serán inducidas de manera que obtenga una buena historia. Mientras, el maestro,
que asesora a su pupilo, se cuestionará hasta qué punto son reales las
narraciones y hasta qué límites está dispuesto a llegar el joven, al
mismo tiempo que se encuentra enganchado, junto a su esposa, al relato.
Este
curioso e inquietante argumento no sólo se sostiene en una intensidad in
crescendo y una ironía fina, sino que también se apoya en unas
actuaciones principales realmente espléndidas. Con mucho del carisma del
Allen actor se encuentra Fabrice Luchini, que encarna
magistralmente a ese escritor fracasado que frustradamente se dedica a
la educación, pero que es capaz de reirse de sí mismo tanto como los
personajes del realizador aficionado al clarinete. La otra pieza fundamental del elenco es Ernst Umhauer,
que como el adolescente perturbado y encabronadamente listo sabe dar la talla tanto como su experimentado colega de
reparto. Ni qué decir tiene, claro, que Kristin Scott Thomas está
asimismo sobresaliente en su rol de mujer incomprendida por su pareja,
Germain, demasiado ocupado siempre con sus asuntos -niños psicópatas y esas cosas- como para atender a
las de la mujer y frívolo siempre ante las decisiones de ella, lo cual ha ido mermando la relación.
A
pesar de una trama creativa, un libreto magistral, unas interpretaciones
brillantes y una manufactura que, además de contar con una lustrosa BSO
de composiciones clásicas cortesía de Philippe Rombi, osa acertadamente acercarse a recursos que nuevamente nos conducen al recuerdo del viejo Woody, En la Casa no puede conformarse como una obra perfecta, debido principalmente a la
flojera de un final que desentona con la fuerza del resto del metraje,
escapándose por la vía del desagüe más sencilla.
Y así de discreta, como el reservado alumno de la última fila, que todo lo observa sin que nadie le vea, llega En la Casa,
la última producción independiente que ha logrado colarse entre las
sorpresas del año, porque de películas como Argo o Lo Imposible, con una estrategia promocional y un hype colosales, puedes hacerte a la idea de la clase de cinta con la que vas a toparte, pero lo bueno de sorpresas inesperadas como la francesa, es que cuando superan de forma incalculable las expectativas, saben el doble de bien.