Nota: 6
Lo mejor: la paliza que le da Christian al matón del instituto con la bomba de la bici.
Lo peor: las escenas de postal y la música que acompaña recuerdan a Babel.Más allá de los intereses económicos, militares y políticos que Estados Unidos pueda tener en África, Asia o Europa, la sección de mejor película extranjera en esa gran ceremonia que es la de los Óscar en ocasiones parece conllevar el lastre de un sentimiento de culpa que empaña la decisión del dichoso premio, incluso la elección de los filmes que competirán en esta sección. El fantasma de la dominación encubierta que los dueños del mundo ejercieron y ejercen en otros continentes parece querer ser condonado mediante la entrega de la estatuilla en esta sección. No me atrevería a decir que esto sea el caso de En un mundo mejor, ni que sea una mala película, pero ¿Por qué triunfan con tanta frecuencia en la gala norteamericana las que nos hablan de las miserias extremas de otros territorios? Sin ir más lejos, se me ocurre Babel (Alejandro G. Iñárritu) en 2006, Tsotsi (Gavin Hood) en 2005, En un lugar de África (Caroline Link) en 2002 o En tierra de nadie (Danis Tanovic) en 2001, ninguna de ellas terrible, pero manteniéndose en la línea de lo expuesto anteriormente.En un mundo mejor nos muestra cómo la agresividad está presente en los pequeños momentos de nuestra vida cotidiana y cómo la violencia genera más violencia mientras que la falta de comunicación contribuye a ello. Uno de los niños embrutecido por el dolor de la muerte reciente de su madre y el otro aparentemente inmune al acoso y el maltrato que sufre en el colegio. Cada uno experimenta la violencia y se enfrenta a ella de manera distinta. A través de Anton (Mikael Persbrandt), el personaje más idealista de toda la película, aprendemos que el sentido de la venganza y la maldad son algo natural en el ser humano - independientemente de su condición y sus circunstancias - pero no innato, sino que se desarrolla a partir de algún tipo de frustración previa. Es más, el título de la película en danés (Hævnen) significa “venganza”.La interpretación de los actores y actrices es buena, ofreciéndonos el retrato de dos sociedades completamente diferentes en las que todos y cada uno de los personajes principales recurren a la violencia en un momento dado, unos con más facilidad que otros. Desde los niños Elias (Markus Rygaard), Christian (William Johnk Nielsen), sus padres Ulrich Thomsen y Trine Dyrholm), hasta el matón del instituto (Simon Maagaard Holm), el mecánico (Kim Bodnia) que no conoce otra forma de tratar a la gente y el cacique africano (Gabriel Muli) que se dedica a rajar a las embarazadas.
Sussane Bier (Cosas que perdimos en el fuego, 2007, Hermanos, 2004) repite aquí el mismo esquema con el que obtuvo la nominación a mejor película de habla no inglesa en los Oscar en 2006 con Después de la boda: paralelismo superficial entre el primer y tercer mundo, personaje protagonista perteneciente al primero pero arreglando el tercero sufre una crisis personal que le obliga a replantearse su visión de la humanidad. De hecho, tanto Después de la boda como En un mundo mejor comienzan exactamente igual: con un travelling que acompaña a una furgoneta en cuya parte trasera descansa el protagonista a la vez que un grupo de niños (indios en la primera y sudaneses en la segunda) le siguen corriendo. Probablemente, la intención de Bier en esta última cinta era desarmar la imagen de Dinamarca de sociedad equilibrada, comparándola a su vez con un colectivo africano y enseñándonos como la violencia está a la orden del día en cualquiera de las dos comunidades. Reconozco que la película me ha gustado, pero teniendo en cuenta que competía con Canino (Giorgos Lanthimos, 2009) e Incendies (Denis Villeneuve, 2010) en los Oscar, y con Yo soy el amor (Luca Guadagnino, 2009) en los Globos de Oro, los premios que se ha llevado su directora bajo el brazo no me han parecido del todo justos. Susanne Bier, cuyos orígenes en el cine se asocian al movimiento dogma de los años noventa, es una maestra de los melodramas familiares con trasfondo que consigue reelaborar el género insuflándole vitalidad y adaptándolo a entornos cercanos y actuales. En un mundo mejor es una cinta correcta, que consigue turbar al espectador con pequeños detalles desagradables y bien conseguidos – lo cual no es fácil – aunque quizás a ratos se hace algo larga (dura casi dos horas) por culpa de un guión absorbente (a cargo de Anders Thomas Jensen, un habitual de Bier) pero no demasiado bien planificado como para plantear un debate complejo.