De una fábula para adultos y un whisky on the rocks
Lo mejor: es lírica estética en estado puro.
Lo peor: los fragmentos musicales para los espectadores más reacios a las cancioncillas.
Me gustaría decirte que el amor de verdad es el que no te hace sufrir, el que perdura eternamente, el correspondido, el que soporta mil huracanes y continúa entero como el primer día, el que es capaz de traspasar fronteras, atravesar montañas, cruzar océanos de tiempo y transformar tu rutina en un pasaje de arcoiris, unicornios de colores y piruletas, pero lo siento, amigo, esto no es Disney, esto es un crudo relato sobre la vida real y, aquí, la mayoría de las veces ese paseíto por el paraíso dura lo que " un cubito de hielo en un whisky on the rocks", como diría un famoso canalla con un doctorado en estos asuntos.
Y es que, Mathias Malzieu no nos trae una de esas historias en las que chico conoce a chica, ambos se enamoran y acaban contrayendo matrimonio con un baile final al son de I'm a Believer, no, el autor francés de la novela original en la que se basa La Mecánica del Corazón viene a darnos una par de hostias en toda la cara y a estrujarnos el alma con un cuento crudo y conmovedor en formato animado, que si bien en apariencia parece enfocado a una audiencia infantil, la intención es totalmente contraria, porque la aventura del protagonista no se entiende sin la experiencia del amor y, sí, también del desamor, por ello el film sólo puede cobrar su sentido completo a través de unos ojos ya veteranos que han derramado en forma de lágrima más de un desengaño.
Así pues, Malzieu, quien guioniza y dirige el film junto a Stéphane Berla, elabora una narración destinada eminentemente a un público adulto que nos transporta a Edimburgo, a la que, quizá, fue la noche más gélida de 1874. Bajo el cielo estrellado de la capital escocesa una mujer exhausta a punto de dar a luz camina con gran esfuerzo a través de una senda nevada que conduce hasta la puerta de una enorme mansión. Allí, Madeleine, la propietaria de la casa, recoge a la muchacha y le ayuda en el parto, pero la comadrona detecta algo extraño en el recién nacido, su corazón está congelado. Madeleine sustituye el órgano por un reloj, pero para que Jack pueda vivir con dicho mecanismo, deberá respetar tres reglas: " la primer
que pudo vivir al menos unas semanas mientras ella le amó y, por qué no, la misma sobre la que tarde o temprano derramaremos nuestra copa de whisky cuando ya no importe un carajo si las malditas agujas del reloj funcionan o no.