Revista Cine
Vaticano Undercover Productions presenta...
Nota: 3
Lo mejor: Jonathan Rhys Meyers, que vale para mucho más que esto.
Lo peor: un mensaje pro-cristiano tan gratuito como hilarante.
Rodada en 2009, La Sombra de los Otros es una de esas películas que se tiran chupando nevera en el almacén de los estudios esperando a que a algún creativo se le ocurra la forma de encajarla en nuestra parrilla. Y es que la originalmente titulada Shelter (Refugio) no es una cinta fácil de vender a pesar de que parezca el típico anzuelo para parejas con ganas de abrazarse en la oscuridad de las salas. Lo que tenemos delante es un híbrido mal cuajado entre thriller criminal (de ahí lo de "La Sombra...") y relato sobrenatural ("...de los Otros") en el que los dos géneros asoman con la misma frialdad que su actriz principal, sumergida quién sabe por qué en este telefilm de mal disimulado discurso religioso que debió quedarse en el cajón de los guiones no rodados de Más Allá del Límite, hasta que alguien decidió rescatarlo.
Como suele suceder en los relatos de misterio con toques fantásticos, la gracia de la historia está en un primer acto durante el que se establece la pregunta central en torno a la que gira todo el interés. En este caso, ese interrogante tiene como eje a un joven recluido voluntariamente en un psiquiátrico. Adam es un vagabundo que sufre un desorden de personalidad extremo para el que solicita la ayuda de Cara, una psicóloga que defiende una teoría tan denostada en el cine como imperante en la actualidad de su campo: la doble personalidad no existe y es una creación voluntaria de una mente que oculta otra enfermedad. Lo que sigue es el típico torrente de pruebas que alternan la resolución del caso hacia un lado u otro y que realmente consiguen introducir la curiosidad en el espectador. Hasta ahí perfecto, pero luego llega el Espíritu Santo cargado de mala ostia y se acaba el chollo.
Sin
destripar el argumento de la cinta, que por lo menos intenta mantener
el suspense hasta el final, basta decir que la resolución del enigma es
mucho más disparatada de la que nos proponía el guionista Michael Cooney
en su anterior acercamiento a los trastornos mentales con la más
tramposa y efectiva Identity. Aquí, si el espectador no se ha percatado del giro a
medio metraje, la trama se encarga ella solita de tirar por tierra toda la propuesta. En ambos casos, la desconexión del respetable es inevitable, aunque lo que más escuece no es la falta de
sutileza del relato al saltar del drama forense al terror más chabacano,
sino el mensaje pro-católico introducido con calzador en esa resolución
y que vendría a ofrecer la idea de que si no rezas ni crees en dios,
estás jodido.
No seré yo quien aproveche la crítica de un telefilm alimenticio
para cascarse una apología a la honestidad de los mensajes ideológicos
en el cine, pero cuando una idea no funciona, no funciona. De la misma forma que otros relatos de terror han intentado reinventar la figura del slasher construyendo al monstruo en torno a mitologías asentadas (el asesino de Halloween, mutantes de la era nuclear,...), La Sombra de los Otros intenta hacer algo parecido con la fe cristiana rozando, como todo hijo de vecino esperaría ante semejante premisa, el bochorno más absoluto de no ser por un esforzado Jonathan Rhys Meyers, que hace tiempo nos dejó claro -en Match Point, concretamente- que es algo más que el protagonista del anuncio de Hugo Boss.
En definitiva, la segunda película de los directores de Underworld: El Despertar, los suecos Måns Mårlind y Björn Stein, es todo premisa. Uno de esos films que consigue atraparte desde su planteamiento y que logra que te vayas sintiendo estúpido a medida que avanza el metraje y el vacile se hace más evidente. Para colmo, una actriz de indiscutible talento hace aquí un Nicolas Cage de manual, que consiste en tirar de nombre y poner constante cara de preocupación para no tener que esforzarse. Al final, todo el mérito es del ex Tudor Jonathan Rhys Meyers y sus continuos cambios de registro por necesidad argumental, única razón de
peso para refugiarse a La Sombra de los Otros.