Se hacía el muerto y se la metió hasta dentro
Nota: 5'5
Lo mejor: la presencia de una sátira light que dota de cierto encanto al film.
Lo peor: no escapa a las exigencias actuales de la industria hollywoodiense, obcecada en corresponder a modas juveniles.
En
días en los que el cine no es capaz de reinventarse a sí mismo, se
tiende a transformar la cultura popular para crear nuevas perspectivas
desde las que tratar la leyenda, sodomizando al monstruo para forzarle a
ser el bueno en historias que pretenden imponerse como ideales
románticos que se asientan sobre la misma premisa que inspiró a
Shakespeare en Romeo y Julieta, guiño incluido en esta comedia de Jonathan Levine,
que sin ser tan dañina como su colega crepusculera, fantasma constante
aunque las comparaciones resulten odiosas -que más quisiéramos acercar su tono a una Zombieland-, continúa subyugada a las
exigencias de una industria empeñada en contentar a todos los sectores
del público con una heterogeneidad de géneros que acaban funcionando a
medias sin satisfacer especialmente a ninguna porción. Memorias de un Zombie Adolescente
vuelve a narrar ese romance impensable e imposible entre opuestos para
desembocar en el mensaje de siempre: el amor como panacea de todos los
males de la humanidad; sí, hasta de la invasión de los muertos
vivientes. Al menos esta vez, el azúcar glacé se sirve con algo más de
sarcasmo y crítica social y aunque olvidable, la cinta tiene su punto.
Así, Memorias de un Zombie Adolescente
se presenta como una propuesta mínimamente disfrutable -y nada más-, básicamente
por dos razones. La primera es que la cinta se asienta sobre una base
cómica efectiva con tintes de serie B que, sin ser un humor
especialmente inteligente, ironiza sobre las relaciones sociales y
sobre la forma de vida de una sociedad que dormita, así como la
presencia de una sátira sobre los tópicos que acompañan al género. Porque Warm Bodies, título de la versión norteamericana homónimo de la novela de Isaac Marion
en la que se basa la historia, da pie a todo ello al configurarse su
trama como una vuelta de tuerca más consecuencia de un estrambótico
relato romántico en el que "R", un joven zombie (Nicholas Hoult), con las preocupaciones comunes de cualquier adolescente, se enamora de su menú del día, Julie, una chica humana (Teresa Palmer) hija del "gobernador"de los vivos (John Malkovich), uno de esos padres autoritarios con un par de buenos motivos para odiar a los "caminantes", que dirían en The Walking Dead.
La segunda razón por la que la película puede antojarse resultona es la buena labor direccional del amigo Levine que, en consonancia al atractivo contexto ambiental creado por el patrio Javier Aguirresarobe (Luna Nueva, Eclipse)
en el apartado de fotografía, logra que el metraje salga airoso de lo
que fácilmente podría haber constituído un rotundo fracaso, a pesar de
que se presume una sumisión del director a las exigencias de la
productora, sobre todo perceptible en el script adaptado por el propio
Levine (presión de la que seguramente prescindió el susodicho en su
anterior largometraje, de corte más independiente, la protagonizada por Joseph Gordon-Levitt y recomendable 50/50). Igual que le ha sucedido recientemente al bueno de Andrew Niccol (Gattaca) con La Huésped,
nuevamente somos testigos de cómo un buen realizador funciona a la
mitad de su rendimiento, con la sensación de que parte de su talento ha
sido sacrificado en pos de unas directrices pre-definidas y fijadas por
los de arriba.
Es el hecho de ceder a presiones del
mercado, de desear abarcar a todos los sectores de la audiencia, de
repetir la misma fórmula del éxito que la versión para la gran pantalla
de la saga de Stephenie Meyer, pero queriendo extender los brazos a ese
otro público más sediento de aventura, lo que sentencia a la cinta y la
envía a ese cupo de obras cuya existencia no genera ningún mal, pero
tampoco representa grandes aportaciones como para permanecer en el
recuerdo una vez atravesada la puerta de salida del cine. Memorias de un Zombie Adolescente enmarca
así bajo esa solapa cómica borrones de un chirriante romanticismo e
inyecciones ocasionales de una predecible acción, sin que ninguna de las
piezas logre una cohesión plena en el conjunto, quedando la película
resuelta como un mero y entretenido ejercicio anecdótico; tanto como lo
es la discreta presencia del gran John Malkovich, que a falta de
mejores opciones, también necesita ganarse el pan de alguna formaaunque sea aceptando roles facilones y tópicos como el que aquí
defiende.
En lo que respecta al resto del reparto y especialmente a la pareja protagonista en su rollo 'semi-necrofílico', se vislumbra el esfuerzo interpretativo del joven Nicholas Hoult, que con escasos movimientos faciales al menos ya es mucho más expresivo que una Kristen Stewart en su momento emocional más álgido tras la ingesta de un Activia. Teresa Palmer,
por su parte, se mueve de manera correcta en un campo en el que ya está
acostumbradísima a jugar, volviendo a ser "la chica" a la que hay que
salvar de los malos una vez más y manteniendo una aceptable química con
su compañero. Por ahí deambula también Analeigh Lipton, vista en The Green Hornet o Crazy Stupi Love, sin demasiado que aportar aquí tampoco y repitiendo el carácter de esa mejor amiga graciosilla y consejera.
Con todo, tópicos, previsibilidad, absurdeces y crepusculadas varias, a Memorias de un Zombie Adolescente
hay que acercarse con una mente abierta, siendo consciente el
espectador desde un principio de que se encuentra ante una cinta que, sin pretender dañar al género y sin ser demasiado inteligente, trata de
presentar una visión inofensiva, entretenida y ligeramente satírica del fenómeno
apocalíptico de moda, aunque se pase la mitología por el forro de los
huevos, único órgano con vida de este adorable pseudo-zombie con acné.