Revista Cine
El biopic light de "Michelle Monroe" y "Kenneth Olivier"
Nota: 7'5
Lo Mejor: La excelencia de las imitaciones de Michelle Willliams y Kenneth Brannagh.Lo Peor: No es más que un biopic entretenido con buenas interpretaciones.
Ya nos indicó Pablo en su crítica de La Invención de Hugo que el 2011 había sido un año de nostalgia en el cine. Mi semana con Marilyn no se desvía tampoco de esa línea y al igual que las mentadas compatriotas del séptimo arte, recupera una época dorada en la que las viejas leyendas del Hollywood de los 50 nos son resucitadas para contarnos una true story que ahonda en uno de los personajes más complejos de la historia cinematográfica, Marilyn Monroe. La obra logra la difícil máxima de dibujar la realidad de una diva cuyo esquema mental se antoja complicado, una interpretación de la personalidad de una estrella con la cual conseguimos un nivel empático supremo gracias al buen hacer de Simon Curtis, director principalmente curtido en TV movies y series, y el guionista Adrian Hodges (Mundo Jurásico). Un trabajo que, sin lugar a vacilación, no hubiera podido brillar a falta de la maravillosa Michelle Williams y el fantástico Kenneth Brannagh.
La película se basa en dos novelas autobiográficas de Colin Clark, interpretado en el film por el prometedor Eddie Redmayne y quien en su juventud tuvo la fortuna de escoltar a Marilyn (Michelle Williams) durante la semana del rodaje en Gran Bretaña de El Príncipe y la Corista, que dirigió su también protagonista Sir Laurence Olivier (Kenneth Brannagh). Para el mito erótico de la época, en pleno auge de su popularidad, fue un proceso angustioso en el que la filmación de la cinta estuvo repleta de discusiones con el equipo técnico, con el propio Olivier, con Arthur Miller (Dougray Scott), su esposo por aquel entonces, y consigo misma, acudiendo para paliar las presiones, sus inseguridades y su consecuente depresión a los barbitúricos y el alcohol, lo que constituía numerosas ausencias en el set.
La breve historia de esta turbulenta producción no es más que una excusa para profundizar en un personaje lleno de contradicciones e inquietudes reflexivas sobre su propio self, como fue el de la incomprendida protagonista de Con Faldas y a lo Loco (Billy Wilder). Todos los tormentos de Marilyn Monroe son reflejados en un sólo suceso de su vida que no parece nada especialmente significativo en que haya supuesto una experiencia origen de su deterioro psicológico, sino que la semana que se nos relata es suficientemente representativa y, sobre todo, experimentalmente intuitiva de un pasado doloroso y el complejo de una percepción social eterna de constituirse como un ser sólo elevado al plano físico, sin importar un interior más nutrido del que a primera vista se empeñó el mundo en contemplar, perviviendo un talento interpretativo que, como se señala en el film, resultaba instintivo y una moneda de doble cara que alzó a la actriz al éxito y la consumió.
My Week with Marilyn escenifica situaciones cotidianas con el valor añadido de poseer unos personajes con unas características particulares que devienen en la articulación de circunstancias con una carga emocional y simbólica transcendental para comprender a cada uno de los protagonistas. La esencia del film no se encuentra en la narración de la trama, sino en el desnudo de unas personalidades que se presumen apasionantes y desconocidas y de las que sólo poseemos pequeñas ideas gracias a esas viejos cuentos que de vez en cuando se rescatan en revisiones. Desde el olvido de una frase de guión por parte de Marilyn y su, en apariencia, inocente respuesta ante las represalias del director, hasta la mirada ausente de Olivier al observar a la musa en la pantalla, pasando por el aire intelectual de Arthur Miller, todo en el metraje nos sirve de espejo para resucitar a esas glorias y sentirlas "amigas". He aquí la ingeniosidad de la película.
Sin embargo, esa profundidad empática que alcanza el espectador no hubiera sido posible sin dos de los enclaves interpretativos del film como son Michelle Williams y Kenneth Branagh, cuyo mimetismo con sus roles es tan intenso que la magia comienza a asomar desde el primer minuto en el que "Michelle Monroe" y "Kenneth Olivier" hacen su aparición. ¡Las leyendas están vivas! Se nota que Williams ha hecho bien los deberes, transformándose en una perfecta imitadora de la diva que contonea sus curvas como ella, gesticula como ella y es capaz de transmitir una ingenuidad y sensualidad que sólo la estrella parecía capaz de expeler y que disfrazaban una tortuosa dicotomía emocional, a la que también Williams ha sabido poner cara. Branagh culmina el círculo interpretativo encarnando a un Olivier altivo y presuntuoso que también oculta una calidad de pensamiento bien distinta de la presuponida. Aunque la intervención de los dos actores resulta eclipsante, no olvidemos quién es el protagonista de la historia, el joven Eddie Redmayne, a quien veremos en la adaptación de Los Miserables de Tom Hopper. El chico sabe desenvolverse brillantemente entre un elenco de valorados profesionales, aunque, lógicamente, sea ensombrecido por el efecto automático de dar vida a un personaje anónimo, mucho menos llamativo en este baile, por el que pasean también Dominic Cooper, Julia Ormond, Toby Jones, Emma Watson o Judi Dench.
Lástima que más allá de lo comentado, la obra de Simon Curtis se quede en un biopic sin mayor trascendencia que no permanecerá en la memoria de muchos de nosotros por no representar la misma intensidad argumental que otras grandes películas biográficas como La Red Social. Ésta que aquí se analiza es sólo un pasatiempo ameno que merece su visionado por la diversión de unas imitaciones encantadoras gracias a las que la empatía con los protagonistas es total.
"Ojalá que la espera no desgaste mis sueños" decía Marilyn, pero sus sueños terminaron por desgastarla a ella. Si bien Mi Semana con Marilyn no brilla por ofrecer una tensión en la trama, sí dibuja una tensión en la esencia de una mujer que trató durante la brevedad de su existencia de encontrarse a sí misma. Esta película no va sobre el rodaje de El Príncipe y La Corista, esta obra es un reflejo desolador de una musa cuyo talento natural y belleza se convirtieron en sus más poderosas armas para alcanzar la gloria, pero también para matarla. Nunca antes Marilyn fue tan comprendida en la gran pantalla, y puede que su sueño esté empezando a cumplirse.
Nota: 7'5
Lo Mejor: La excelencia de las imitaciones de Michelle Willliams y Kenneth Brannagh.Lo Peor: No es más que un biopic entretenido con buenas interpretaciones.
Ya nos indicó Pablo en su crítica de La Invención de Hugo que el 2011 había sido un año de nostalgia en el cine. Mi semana con Marilyn no se desvía tampoco de esa línea y al igual que las mentadas compatriotas del séptimo arte, recupera una época dorada en la que las viejas leyendas del Hollywood de los 50 nos son resucitadas para contarnos una true story que ahonda en uno de los personajes más complejos de la historia cinematográfica, Marilyn Monroe. La obra logra la difícil máxima de dibujar la realidad de una diva cuyo esquema mental se antoja complicado, una interpretación de la personalidad de una estrella con la cual conseguimos un nivel empático supremo gracias al buen hacer de Simon Curtis, director principalmente curtido en TV movies y series, y el guionista Adrian Hodges (Mundo Jurásico). Un trabajo que, sin lugar a vacilación, no hubiera podido brillar a falta de la maravillosa Michelle Williams y el fantástico Kenneth Brannagh.
La película se basa en dos novelas autobiográficas de Colin Clark, interpretado en el film por el prometedor Eddie Redmayne y quien en su juventud tuvo la fortuna de escoltar a Marilyn (Michelle Williams) durante la semana del rodaje en Gran Bretaña de El Príncipe y la Corista, que dirigió su también protagonista Sir Laurence Olivier (Kenneth Brannagh). Para el mito erótico de la época, en pleno auge de su popularidad, fue un proceso angustioso en el que la filmación de la cinta estuvo repleta de discusiones con el equipo técnico, con el propio Olivier, con Arthur Miller (Dougray Scott), su esposo por aquel entonces, y consigo misma, acudiendo para paliar las presiones, sus inseguridades y su consecuente depresión a los barbitúricos y el alcohol, lo que constituía numerosas ausencias en el set.
La breve historia de esta turbulenta producción no es más que una excusa para profundizar en un personaje lleno de contradicciones e inquietudes reflexivas sobre su propio self, como fue el de la incomprendida protagonista de Con Faldas y a lo Loco (Billy Wilder). Todos los tormentos de Marilyn Monroe son reflejados en un sólo suceso de su vida que no parece nada especialmente significativo en que haya supuesto una experiencia origen de su deterioro psicológico, sino que la semana que se nos relata es suficientemente representativa y, sobre todo, experimentalmente intuitiva de un pasado doloroso y el complejo de una percepción social eterna de constituirse como un ser sólo elevado al plano físico, sin importar un interior más nutrido del que a primera vista se empeñó el mundo en contemplar, perviviendo un talento interpretativo que, como se señala en el film, resultaba instintivo y una moneda de doble cara que alzó a la actriz al éxito y la consumió.
My Week with Marilyn escenifica situaciones cotidianas con el valor añadido de poseer unos personajes con unas características particulares que devienen en la articulación de circunstancias con una carga emocional y simbólica transcendental para comprender a cada uno de los protagonistas. La esencia del film no se encuentra en la narración de la trama, sino en el desnudo de unas personalidades que se presumen apasionantes y desconocidas y de las que sólo poseemos pequeñas ideas gracias a esas viejos cuentos que de vez en cuando se rescatan en revisiones. Desde el olvido de una frase de guión por parte de Marilyn y su, en apariencia, inocente respuesta ante las represalias del director, hasta la mirada ausente de Olivier al observar a la musa en la pantalla, pasando por el aire intelectual de Arthur Miller, todo en el metraje nos sirve de espejo para resucitar a esas glorias y sentirlas "amigas". He aquí la ingeniosidad de la película.
Sin embargo, esa profundidad empática que alcanza el espectador no hubiera sido posible sin dos de los enclaves interpretativos del film como son Michelle Williams y Kenneth Branagh, cuyo mimetismo con sus roles es tan intenso que la magia comienza a asomar desde el primer minuto en el que "Michelle Monroe" y "Kenneth Olivier" hacen su aparición. ¡Las leyendas están vivas! Se nota que Williams ha hecho bien los deberes, transformándose en una perfecta imitadora de la diva que contonea sus curvas como ella, gesticula como ella y es capaz de transmitir una ingenuidad y sensualidad que sólo la estrella parecía capaz de expeler y que disfrazaban una tortuosa dicotomía emocional, a la que también Williams ha sabido poner cara. Branagh culmina el círculo interpretativo encarnando a un Olivier altivo y presuntuoso que también oculta una calidad de pensamiento bien distinta de la presuponida. Aunque la intervención de los dos actores resulta eclipsante, no olvidemos quién es el protagonista de la historia, el joven Eddie Redmayne, a quien veremos en la adaptación de Los Miserables de Tom Hopper. El chico sabe desenvolverse brillantemente entre un elenco de valorados profesionales, aunque, lógicamente, sea ensombrecido por el efecto automático de dar vida a un personaje anónimo, mucho menos llamativo en este baile, por el que pasean también Dominic Cooper, Julia Ormond, Toby Jones, Emma Watson o Judi Dench.
Lástima que más allá de lo comentado, la obra de Simon Curtis se quede en un biopic sin mayor trascendencia que no permanecerá en la memoria de muchos de nosotros por no representar la misma intensidad argumental que otras grandes películas biográficas como La Red Social. Ésta que aquí se analiza es sólo un pasatiempo ameno que merece su visionado por la diversión de unas imitaciones encantadoras gracias a las que la empatía con los protagonistas es total.
"Ojalá que la espera no desgaste mis sueños" decía Marilyn, pero sus sueños terminaron por desgastarla a ella. Si bien Mi Semana con Marilyn no brilla por ofrecer una tensión en la trama, sí dibuja una tensión en la esencia de una mujer que trató durante la brevedad de su existencia de encontrarse a sí misma. Esta película no va sobre el rodaje de El Príncipe y La Corista, esta obra es un reflejo desolador de una musa cuyo talento natural y belleza se convirtieron en sus más poderosas armas para alcanzar la gloria, pero también para matarla. Nunca antes Marilyn fue tan comprendida en la gran pantalla, y puede que su sueño esté empezando a cumplirse.