Revista Cine

Crítica de cine: 'Mil Maneras de Morder el Polvo'

Publicado el 07 julio 2014 por Lapalomitamecanica
Sigue siendo imposible hacer reír en el Antiguo Oeste
Crítica de cine: 'Mil Maneras de Morder el Polvo'
Nota: 4
Lo mejor: Charlize Theron y el guiño a Regreso al Futuro.Lo peor: Seth MacFarlane, más sobrepasado en su triple faceta de protagonista, guionista y director que Robert Rodríguez.
Asegurar que el western vive una segunda juventud siempre está de moda, aunque, a la hora de la verdad, cuesta tanto encontrar una cinta del género en la cartelera como que las pocas que llegan logren recaudar lo invertido. A pesar de ello, no tenemos tan lejos ejemplos como Django Desencadenado, el remake de Valor de Ley o nuestra Blackthorn, así como las series Deadwood, Hatfields &McCoys o, en menor medida, Hell on Wheels. Pero si salimos hacia territorio peligroso y nos adentramos en la cara más oscura del Antiguo Oeste, donde aún resuenan los chillidos de la araña gigante que controlaba Kenneth Branagh en Wild Wild West, en ese lugar donde puedes encontrarte tanto a Johnny Depp hacendo el indio junto a El Llanero Solitario como a un Jackie Chan de Shangai con los huevos aún de apodarse "Kid", te darás cuenta de que hacer reír en el Antiguo Oeste es una asignatura pendiente que ni Seth MacFarlane, tras darse a conocer con Padre de Familia y confirmarse con la cachonda Ted, ha podido enmendar.  
Sobra decir que, como western, Mil Maneras de Morder el Polvo ni siquiera llega a suponer una decepción, por mucho que nos duela ver a Liam Neeson desperdiciar la carta de forajido sanguinario de esta forma. No, su intención es mucho mas compleja que la que se deduce de su sinopsis de la misma forma que Ted nos contaba muchas mas cosas que el salto a la madurez de su protagonista. Aquí, MacFarlane se ha atrevido a salir de la cabina de doblaje para poner rostro a un antihéroe, Albert, un pastor al borde de la depresión después de que su novia de toda la vida le haya dejado por cobarde. En realidad, el símil entre ambas historias no se esconde demasiado, con dos niños grandes en el centro del foco, acorralados entre la espada y la vida adulta por mujeres cansadas de que no se tomen las cosas en serio. Donde sí difieren es en su dimensión contextual, de una manera rápida y mortal además.
Crítica de cine: 'Mil Maneras de Morder el Polvo'
Porque hacer una película del Oeste es mucho mas complicado que calzarles ropajes de época a un grupo de actores y soltarles en Almería a ver qué pasa, mas difícil resulta la tarea cuando la pretensión pasa por realizar una critica general al género, como es el caso. En Mil Maneras de Morder el Polvo, como en Condemor, El Pecador de la Padrera, sobran kilos de sal gorda y faltan muchas cosas, desde una mayor cantidad de guiños referenciales a un trato mas cuidado hacia los personajes. No solo todos y cada uno de los roles secundarios permanecen estancados durante toda la cinta en la casilla de salida, sino que es su principal protagonista el mas desafinado de todos. La diferencia se nota de forma aplastante, ya que por un lado tenemos a los tópicos mas recurrentes del oeste, como la prostituta descarada, el joven puritano o el pistolero despiadado; y por el otro a Sheth MacFarlane con sombrero. Porque Albert es Seth MacFarlane de la misma forma que también es Brian Griffin o John Bennett (el rol de Mark Wahlberg en Ted), es decir, un ciudadano medio del siglo XXI, con sus inseguridades cosmopolitas y preocupaciones contemporáneas. Puede que el relato que nos ocupa hubiese funcionado de otra forma con Albert transformado en una suerte de viajero temporal que, cual Fry de Futurama, es arrancado de sus raíces para verse obligado a sobrevivir en un ambiente inhóspito. Pero no así, con esa apariencia de neoyorquino con afeitado profesional y ortodoncia de las caras que luce el creador y protagonista del invento, mas desubicado que Mel Gibson en un Bar Mitzvá.
Tampoco ayuda que, haciendo uso de un bien ganado poder de convocatoria, MacFarlane haya decidido rodearse de todoterrenos de la talla de Giovanni Ribisi, Charlize Theron o Liam Neeson, capaces de hacer que el protagonista muerda el polvo en cada escena compartida. Sencillamente, a MacFarlane le faltan tablas y este proyecto esta muy lejos de resultar el mas conveniente para que luzca su talento como actor tradicional. Sólo sus escenas con el chulesco empresario al que da vida Neil Patrick Harris pasan desapercibidas gracias a que el humor y carisma del rubio de Cómo Conocí a Vuestra Madre también pertenecen a este siglo, hasta el punto de que su rol en Mil Maneras de Morder el Polvo es una suerte de Harvey Stinson con bigote, muletillas incluidas, y mucha menos chispa
Crítica de cine: 'Mil Maneras de Morder el Polvo'
Porque no es lo mismo controlar a un osito digital que a todo un periodo histórico, MacFarlane se ha visto sobrepasado en este proyecto desde la faceta mas visible, la de intérprete, hasta la construcción de unos diálogos atropellados y sin gracia, pasando por una realización que apenas sabe sacarle partido a los planes generales, no hablemos ya de secuencias con algo de dinamismo o acción. Acostumbrado a la inmediatez y facilidad para el gag que le han concedido 10 años de experiencia al frente de varias de las series animadas mas populares de los últimos años (y del Show de Cleveland), la misión de arrancar unas sonrisas entre los manojos rodantes del desierto está por encima de lo que parece un especial de Saturday Night Live, dejándonos a Regreso al Futuro 3 a y la animada Rango como los exponentes mas parecidos a lo que debería ser una comedia ambientada en el Oeste. O quizás es que el cineasta ha considerado que necesitaba equilibrar el ejercicio mas sesudo que ha supuesto la resurrección de la serie Cosmos (de la que actúa como uno de sus principales productores), pero lo que esta claro es que, entre romances con Charlize Theron o Amanda Seyfried y quedar como el bueno frente a Liam Neeson y NPH, el tipo se ha quedado a gusto.

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