Revista Cine

Crítica de cine: Mommy

Publicado el 02 enero 2015 por Lapalomitamecanica
Madre sólo hay una 
Crítica de cine: Mommy


Nota: 8

Lo mejor: hay una secuencia que dará mucho que hablar
Lo peor: su director sigue empeñado en cometer los mismos errores
"La madre nunca será amiga de su hijo", Suzanne Clement citaba a Cocteau en Yo maté a mi madre, el debut de Xavier Dolan en 2009. Era la rabia adolescente el principal motor de este relato. Pero también su inexperiencia y obstinación como director lo que hacía interesante esa ópera prima. Así, no sólo el protagonista de ese debut parece haber madurado sino también su joven realizador, que con 25 años y cinco largometrajes a la espalda cierra un ciclo ofreciendo un díptico con la figura de la madre como núcleo de la narración.

Aunque el elemento distópico se pasa ligeramente por alto, Dolan nos traslada a una Canadá ficticia en la que una ley permite a los padres despreocuparse de sus hijos problemáticos y que el estado se haga cargo de ellos. Este es el marco en el que se nos presenta a los personajes, ya todos caras conocidas para el espectador familiarizado con la filmografía del director. Así, Anne Dorval vuelve a ser la madre, y qué madre. Interpreta a Diane, una mujer deslenguada y ordinaria pero encantadora a su manera. Decidida a sacar adelante a Steve (Antoine Olivier Pilon), su hijo violento e hiperactivo, contará con la ayuda de Kyla (Suzanne Clement), una vez más en el papel de profesora y punto de apoyo. Lo que en cuestión de elenco resulta ser toda una sorpresa es el tercero en discordia en este peculiar trio: Antoine Olivier Pilon, revelando no sólo sus dotes como intérprete sino una faceta humorística hasta ahora poco explorada en el universo Dolan.


Crítica de cine: Mommy

La dificultad a la hora de clasificar el cine de Dolan responde probablemente a un estilo cada vez más personal que recurre menos a préstamos ajenos. La filmografía del canadiense coquetea con el denominado cine queer. Y son esos escarceos los que dan lugar a la tensión sexual presente en sus obras: ya sea por la vía homosexual o en forma de complejo de Edipo. A su vez, es esa visión personal y depurada del realizador la que incide en la estética. Es capital la importancia que le dedica a este aspecto en todas sus cintas, llegando incluso a extraer poesía del white trash en el caso de Mommy. Del mismo modo se relaciona con la música, a través de la que vertebra la carga emocional de sus filmes.
Dolan es un cineasta intuitivo que a menudo ha mostrado sin pudor su desconocimiento hacia grandes directores. Ha conseguido buenos resultados confiando en su instinto pero (en el terreno musical) demuestra que éste no es siempre su mejor arma. Su empeño por recurrir a la cultura pop a la hora de mostrar lo que el pretende sus momentos fuertes y emotivos no le hace ningún favor a sus obras. A pesar de esa combinación de personajes fuertes, estética trabajada y música no logra la suficiente solidez consiguiendo que algo se desvanezca por el camino. De tal manera que la carga emocional se desinfle y el resultado final se asemeja más a un videoclip efectista que a lo que probablemente tenía en mente su director.
Crítica de cine: Mommy

Que el carácter de un director esté relacionado con su manera de hacer cine parece algo sensato de asumir. Dolan se caracteriza por su narcisismo y arrogancia. Es posiblemente esa seguridad en sí mismo la que le ha llevado a elegir el formato de Mommy. El canadiense opta por un formato vertical de 1:1 que, según el, ayuda al espectador a centrarse más en los personajes. Es un atrevimiento sorprendente el del canadiense. Y le funciona. Este formato inusual similar a la pantalla de un móvil transmite lo asfixiante de la historia que está narrando. Dolan quiere que sufras y rías con sus protagonistas. Y se puede decir que lo consigue.
El joven director compartió premio con Godard en la pasada edición de Cannes, lo que es irónico pues Godard sí rueda su filme Adiós al lenguaje con un smartphone. Dos generaciones ajenas la una a la otra. Relacionada con el formato del filme está la sorpresa que Dolan tiene preparada al espectador a mitad del filme, que, si no se puede revelar, advertimos que será una de las secuencia más recordadas. A ritmo de Wonderwall de Oasis, el plano respira y el espectador también. Si su perplejidad se lo permite.

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