
Nota: 5
Lo mejor: Stallone, aún en plena forma e intentándolo sin descanso.Lo peor: el personaje de Schwarzenegger y ver a Sam Neill en papeles
Aunque, como decimos, su punto de partida no esté mal del todo, la cosa ya empieza a oler en el prólogo, centrado en la última huida del protagonista de una cárcel regular. La fuga está plasmada de forma bastante tosca y poco inspirada por el discreto realizador Mikael Hafstrom (Sin Control, El Rito), aficionado a las cortinillas y al clasicismo más espartano en general, que se sirve de recursos con muy poco mérito para justificar la escapada (como celdas de aislamiento que les ofrecen a sus inquilinos la posibilidad de acceder al panel de control). Por lo menos, para hacer tiempo durante el primer acto, el protagonista no tiene reparos en explicar paso por paso cómo lo ha hecho, prometiendo la misma claridad y transparencia para la huida definitiva que está por venir. Es una vez que Breslin acepta el trato y es trasladado a las instalaciones de marras cuando entra al tablero el jugador encarnado por Schwarzenegger, que no es el monitor del gimnasio de la cárcel, sino un preso de máximo valor, y también el momento en el que todo se empieza a ir al carajo definitivamente.Ambos titanes, antaño moldeados en testosterosa sólida y a día de hoy algo más pellejudos (uno más que otro), apenas tardan 5 minutos de metraje en partirse la cara desde que sus personajes se conocen, con el consiguiente y esperado resultado en tablas, aunque satisfaciendo el instinto más primario del espectador potencial de Plan de Escape. El problema en esta anunciada reunión reside en un elemento tan crucial como es la manera en la que ambos roles establecen su relación, con Breslin recién llegado a la prisión y el personaje de Arnie, que lleva 6 meses encerrado, siguiéndole a todos lados como si fuera su perro faldero, a punto de agarrarle el bolsillo del pantalón por fuera (al más puro estilo T-Bag). Más allá de futuras explicaciones rocambolescas que ofrece el guión para llenar este tipo de lagunas, la persistencia del personaje de Arnie por entablar amistad con Breslin resulta cansina, forzada y, sobre todo, indigna del intérprete que la está articulando. El guion del debutante Miles Chapman juega tan mal con las claves del personaje que incluso acaba intoxicando a la verdadera historia: la maldita fuga.
Porque si Escape Planfracasa estrepitosamente en el desarrollo de cualquier personaje que no sea el de Stallone, bien sea el imperturbable alcaide al que da vida Jim Caviezel (Person of Interest, La Pasión de Cristo), el ejecutivo sin escrúpulos encarnado por Vincent D´Onofrio, o el intrascendente doctor con los rasgos de Sam Neill, donde verdaderamente decepciona es en la articulación de la esperada fuga final, en la que las casualidades y las conveniencias del guión juegan un papel tan crucial como el rotulador para las cejas en el look de Stallone. Varias trampillas estratégicamente colocadas, un puñado de guardas de seguridad que tienen los monitores de adorno y el desaprovechamiento supremo de la tecnología más puntera –los drones traen el desayuno pero no patrullan-. Después, Plan de Escape no se desvela por ningún lado como el dueto de lujo que nos habían prometido y sí como una oportunidad de oro desaprovechada, disfrutable sólo para el que perderse a estos dos iconos salvando el día a las puertas de los 70 no sea una opción.
