Schwarzenegger acribilla a los diez negritos
Nota: 6
Lo mejor: su reparto, con Schwarzenegger en su elemento y la mejor Mireille Enos.Lo peor: un desarrollo algo caótico.
Si no contamos su presencia testimonial en la sagaLos Mercenarios,esta Sabotage supone el tercer título que nos trae Arnold Schwarzenegger en su segunda juventud cinematográfica, un año después de regresar por la puerta de atrás con una película tan autorreferencial y desenfadada comoEl Último Desafíoy hacer de cortesana para Stallone en la directamente fallidaPlan de Escape. Ahora, en el ocaso de una carrera que ya forma parte de la historia del cine, justo antes de ponerse por última vez en la piel de roles clave como Terminator y Conan para cerrar el ciclo, el hombre al que mejor le sienta el olor a puro del celuloide nos demuestra en Sabotage que aún es capaz de mantener caliente el trono del género incluso cuando el resto de elementos no le acompañan. En este caso, un bien escogido reparto y unas secuencias de acción firmes son las claves de la función, lastrada por las ínfulas de uno de los guionistas más infames del mundillo, Skip Woods (Hitman, X-Men Orígenes: Lobezno), empeñado en acercarse a uno de los iconos del misterio a toda costa. Aunque compartan título, la Sabotage que nos trae el realizador y también coguionista David Ayer no tiene nada que ver con el clásico que rodó Hitchcock en 1936, sino que sus referencias vienen de otro maestro del suspense, maestra en este caso: Agatha Christie. Y es que el guión del sacrificable Woods no esconde en ningún momento que la novela Diez Negritos ha sido la inspiración para el proyecto hasta el punto en que su título original era Ten, cambiado a última hora seguramente para que la cinta no salga perdiendo por goleada en la evidente comparación. De esta forma, por mucho que sea Arnie quien nos da la bienvenida con una escopeta talla XXL y la cinta esté protagonizada por un escuadrón de la DEA en lugar de por inocentes invitados a una cena en un mansión apartada, nos encontramos ante la enésima representación de una ratonera, jaula o laberinto criminal que ha servido de inspiración a decenas de títulos cinematográficos y televisivos, como Cazadores de Mentes, Identity o D-Tox, donde todos los personajes son susceptibles de convertirse en la próxima víctima y la identidad del minotauro permanece en secreto.
La búsqueda de 10 millones de dólares, robados durante el asalto a la mansión de un señor de la droga, es la excusa para el enfrentamiento entre los miembros del pelotón de asalto que lidera el personaje de Schwarzenegger. Como viene siendo habitual, el ex gobernador se rodea aquí de un reparto kilométrico para no tener que aguantar él solito todo el peso del proyecto. La excusa, algo mejor maquillada que en El Último Desafío, funciona especialmente bien por la necesidad que plantea la historia de conocer al resto de sospechosos, pero también difumina alguna participación destacable, escondiéndola entre los que más talento o metraje poseen. Es el caso de los losties Josh Holloway y Harold Perrineau, así como del ex aspirante a estrella Sam Worthington, escondido tras una perilla de chivo y muchos más kilos encima de los que caben dentro de un avatar; o de la siempre competente Olivia Williams, en la piel de la detective que investiga a los protagonistas. La película funciona a la hora de establecer su premisa no ya por la simpleza con la que es planteada, sino porque ésta viene acompañada de una descripción de personajes mucho más cuidada de lo que acostumbra la media del género y que desemboca en auténtica camaraderia (como la saga Los Mercenarios, por ejemplo). De hecho, la destrucción del pelotón es el común denominador de la historia, sin que el espectador se vea obligado a sobrevivir únicamente gracias al carisma del "Chuache", al esfuerzo de Mireille Enos en la piel de una agente de la ley con poco o nada que ver con Su Linden de The Killing y a la buena mano de Ayer para las secuencias más movidas, alternando el uso de la cámara al hombro que tan bien exprimió en Sin Tregua con resultados más que dignos, cerca de lo que sería una versión deluxe del programa estadounidense Cops.
Es una pena que la ambición de Sabotage se haya quedado en la mera apariencia, ya que en la progresiva eliminación de este grupo de psicópatas podríamos haber encontrado no sólo el digno relato de acción que sin duda es, sino la película de misterio que realmente nos habían prometido y que sólo hace acto de presencia de forma artificial. Sencillamente, Woods no tiene ni idea de cómo mantener el suspense ni el juego de espejos y acaba apostando por una resolución tan coherente como intrascendente, maquillada por algún tiro más de la cuenta y una historia de venganzas metida con calzador. Sin duda, él es el principal saboteador del último espectáculo creado para los fans del ex político más explosivo.