Wes Craven se cachondea de su saga
Nota: 5
Lo Mejor: Las coñitas que se dedica a sí misma.
Lo Peor: Los múltiples vacíos del guión, con una trama que es una chorrada.
Para ser sincera, no sabía cómo pillar esta cuarta entrega de una de las slasher movies más representativas del género, si como una coña de 111 minutos de duración o como un bodriete salido de la mano decadente del cineasta. Al final me he decantado por la primera opción, porque me ha sacado unas cuantas carcajadas y porque qué narices, hoy, Craven, me has pillado de buen humor. Recuerdo la primera con cariño, ese inicio con Drew Barrymore haciendo unas palomitas que jamás se iba a comer y esa mozuela medio retraída interpretada por Neve Campbell. De eso han pasado ya 15 añazos y, tras un par de secuelas que no lograron mantener ni un ápice del espíritu de la primera, Wes Craven busca de nuevo recuperar sus orígenes en esta última. No esperéis encontrar en Scream 4 un argumento currado en el que las piezas encajen a la perfección, de hecho, cuando termine, ni siquiera os pongáis a discurrir en dichas piezas, porque podríais encontrar más agujeros en la trama que una confesión de La Pantoja en el caso Malaya. Sin embargo, el director no ha hecho esta película con ese objetivo, sino que el tío debe de estar cachondeándose de nosotros en el sillón de su casa. Amigos, bienvenidos a la coña de Craven.
El responsable de cintas de terror de lo más respresentativas de finales de los 70 y gran parte de los 80, como Pesadilla en Elm Street o Las Colinas Tienen Ojos, no pasaba por su mejor racha. Sus últimas dos obras de medio pelo tirando a bazofia estrenadas en España, La Maldición y Vuelo Nocturno, no tuvieron una gran acogida por parte del público, que no veía en Craven el mismo talento para el terror que demostró en su día. Un tipo que gusta mezclar el miedo y el susto fácil con unas claves de humor y sarcasmo. Si hay algo que salva a Scream 4, es precisamente eso. Hay que ir preparado para lo que uno se va a encontrar cuando acomode su trasero ante la pantalla, ni expectativas altas, ni el deseo de encontrarse una película con una trama y un misterio currados, pero -tuneando una frase de Shakespeare- la sencillez es el alma del ingenio y, aunque sea, no aburre.
No es necesario hablar demasiado del argumento del film. La historia nos sitúa nuevamente en Woodsboro, 10 añitos después de la primera experiencia. De nuevo, una serie de asesinatos comienzan a sucederse y ya sabéis quién es el autor, nuestro querido enmascarado, Ghosface. También os conocéis el objetivo, la eterna víctima Sidney Prescott. Estos crímenes se inician nada más publicar la protagonista su último libro y sucede un poco lo de siempre, llamaditas misteriosas en las que la voz de un tío con amigdalitis aguda y más pesado que uno de Telefónica vendiéndote un ADSL; se pone a cabrear al personal con su particular forma de acojonar y su vacile, hasta que uno no se da cuenta y ya tiene un cuchillo jamonero clavado en toda la espaldaca. Pues eso, que Ghostface empezará a cargarse a todo el entorno de Sidney hasta llegar a ella. Nada nuevo bajo el sol.
A pesar de vendernos la misma milenaria moto y como ya he comentado, el aspecto positivo del film y lo que le procura un entretenimiento digno es la burla constante que Craven y el guionista de siempre, Kevin Williamson, se profesan a sí mismos. Vamos, que se acerca más a una Scary Movie que a una cinta de terror seria. Los personajes son igual de idiotas que siempre, sobre todo los adolescentes a quienes dan vida Emma Roberts, como hija de Sidney, o la guapa de Hayden Panettiere, entre otros acnerosos de instituto que no reúnen mayor inteligencia que la plantilla de colaboradores de Sálvame, es decir, la contenida en media neurona, pero es que la policía ya directamente comparte el mismo cociente intelectual que los concursantes de Mujeres y Hombres y Viceversa. Las motivaciones del asesino para cometer sus actos tampoco es que sean de lo más rebuscadas, de hecho, son más tontas que las de un villano de Pokémon. Así que uno está visionando una cinta en la que hay un vacile constante del director con una historia en la que no se ha roto mucho la sesera.
Los protagonistas hacen un poco el trabajo de siempre, Campbell con su cara de circunstancia constante como si nunca hubiera roto un jodido plato, Courteney Cox de seductora mujer a la que el bótox le ha ayudado a que siga pareciendo la misma reportera hiperactiva de la primera entrega, y David Arquette en su línea, como un agente más bien paradito que mejor estaría vigilando supermercados que en la comisaría. El reparto juvenil, con Emma Roberts, Panettiere o Roy Culkin, da la talla teniendo en cuenta el nivel paródico del film.
Craven tampoco se deja la piel en la técnica a la hora de rodar. Hay escenas interesantes que crean tensión en las apariciones de Ghostface y con las que uno acaba partiéndose la caja gracias a que son acompañadas por comentarios estúpidos que los personajes escupen antes de palmarla y que otorgan a la película un tono cómico aún más claro, pero tira a lo sencillo, el ruidito fuerte cuando hace su aparición el psicópata y la musiquilla tensa en las persecuciones.
Regresando a la trama, directamente os he de decir que es tan absurda como el próximo hit veraniego de King África, y que el film peca de numerosos agujeros argumentales, pero quiero pensar que no era ese el objetivo de Craven y que todo esto se ha tratado de una parodia. Simplemente, ha querido ofrecer al espectador un entretenimiento fácil con el que reirse un rato y recordar las gilipolleces típicas de las slasher movies, adolescentes tontacos que pasean solos aún sabiendo que un tipo con un cuchillo anda deseando destriparlos.
Por lo tanto, sólo unos consejillos si decidís visionar Scream 4: Dejad las expectativas como fans de la saga -aunque sea de la primera- a un lado e id con la mente abierta, no esperéis nada medianamente serio y, por último, no os planteéis la coherencia argumental ni rebusquéis demasiado en los fallos del guión, porque entonces la película es un auténtico bodriete.