¿Y dónde está lo elemental, querido Watson?
Nota: 4
Lo mejor: el tiroteo en el bosque y el gag final.
Lo peor: que "más" no siempre significa "mejor" al hablar de segundas partes.
Que Guy Ritchie no iba a crear una obra inmortal sobre la figura del famoso detective con esta película estaba más que claro desde que hace 3 años estrenara la primera parte, divertida a rabiar...y ya. Sherlock Holmes nos servía como entretenimiento de primer orden sin apenas discusión mientras revitalizaba al mito para las nuevas generaciones. Su mayor acierto quizás estuvo en un alejamiento deliberado de la recreación más estoica del investigador en favor de un Downey Jr rebosante de carisma. Pero como historia independiente dentro del amplio mundo audiovisual al que ha dado pie la obra de Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes quedaba muy coja de misterio y tensión a pesar de que el oportuno giro final de rigor y el siempre espléndido trabajo de Mark Strong enmascararan un poco el asunto.
Pero ya tenga una vocación más ligera o no, en cualquier película sobre el detective más famoso de todos los tiempos debería ser tan o más importante que la recreación del personaje una trama criminal sólida, y por desgracia, esta segunda parte ha hecho más hincapié en lo primero y ha descuidado más aún su historia hasta el punto de que no me tiembla la mano si os afirmo que Sherlock Holmes 2 no va de nada. Dos excesivas horas con sus también excesivos nueve minutos de nada. No hay un gran misterio que ponga a prueba a la mente policial más brillante de Inglaterra. Solo un Moriarty recordándonos constantemente lo malvado que es sin que sus acciones parezcan tener la mínima repercusión en la persecución por medio mundo a la que le somete un Holmes más mortadeliano que nunca.
Porque tirar de fórmula hubiera sido coger cualquier otro caso un poco aparente y envolverlo con la misma pirotécnia y aura de colegueo que hace que la primera parte sea tan divertida, y otra cosa es acercar a Sherlock Holmes al espíritu de esas road-movies vacías que se basan en gags entre unos actores que se repiten entrega a entrega. No es que la relación Holmes-Watson no evolucione, es que están exactamente igual que el día en el que se conocieron, con Watson castrado por su esposa y Holmes actuando de Pepito Grillo cabrón. Para colmo, las novedades no pesan y lo de Noomi Rapace es más que nada un ejercicio de pasarela y acercamiento por Hollywood antes de su contundente aterrizaje con el Prometheus de Ridley Scott.
La gran baza del film es el villanísimo Moriarty, clásica némesis literaria del detective que en la primera entrega quedaba relegada a la figura de titiritero en la sombra en una inteligente forma de dejar la puerta abierta a cualquier intérprete. Tras sonar con fuerza el nombre de Brad Pitt, finalmente la responsabilidad ha recaido sobre el no menos talentoso -aunque algo menos vistoso- Jared Harris (Mad Men, Fringe). El problema no es ya que el superdotado obsesionado con Holmes de las novelas se haya transformado en un megalomaníaco de manual merecedor de un rol estelar en cualquier parodia de James Bond, sino que sus actos, por muy contundentes que sean (su primera aparición en el restaurante, por ejemplo) no parecen importarle a nadie. Sí, Moriarty juega estupendamente al ajedrez, pero todo el mundo sabe que Sherlock tiene planeado el jaque desde los títulos de crédito y la duda no aparece en ningún momento. Básicamente porque al no haber trama criminal ni misterio que reventar en las narices del villano, cuando Sherlock pille a Moriarty este no tendrá nada que hacer contra un protagonista que en la primera escena es capaz de dar una paliza a 4 matones de metro noventa mientras hace malabares con una manzana.
Lo que tenemos entre manos, en definitiva, es un acercamiento mayor hacia el "síndrome del parque de atracciones" del que adolecen muchas secuelas de blockbusters que no solo tira por el tierra el potencial y atractivo que tiene cualquier historia de Sherlock Holmes (como podemos ver actualmente en la serie de la BBC, Sherlock), sino que además desaprovecha a personajes como el hermanísimo Microft (que de ser "medio gobierno inglés" en las novelas pasa a ser "medio barril irlandés") o el gran villano Moriarty y su clásico clímax en las cataratas para futuras entregas -que las habrá-. Eso sí, para el que busque tiroteos bien rodados (especialmente el del bosque) y peleas a cámara lenta, no es habitual encontrarse un reparto de nominados al Oscar y a un director que sabe manejar la cámara al mando. Cartelería para recipientes de palomitas de primera. Con suerte, para la tercera espabilan y esto se queda en un susto.