Crítica de Cine: 'Sinister'

Terror de mercadillo con norteamericano tonto incluido


Nota: 5
Lo mejor: que la violencia explícita perturba, no asquea.
Lo peor: que es el plato de siempre, cocinado como de costumbre y servido en la misma vajilla.
Ellison Oswalt camina desconcertado por el largo pasillo de la casa, sin encender una luz durante su trayecto, con dos cojones, a lo mucho hay algún asesino en serie o ser demoníaco, pa' qué gastar. Desde que se trasladó con su esposa y sus dos hijos a ese lugar para inspirarse en su próxima novela criminal, los sonidos rarunos, proyectores que se ponen en marcha solos o cajas que aparecen en su desván, desvelan cada noche al protagonista. Ellison prefiere no dar importancia a los fenómenos extraños. Únicamente él conoce el cruento asesinato de una familia en ese lugar, pero prefiere omitir el dato a su mujer, seguro de que no le gustaría saberlo. Además, técnicamente, los mataron en el jardín. Nuestro amigo continúa hasta llegar al final del pasillo y ante él, una caja de cartón aparecida de la nada. No, no es la asesina de la historia, lo cual seguro que hubiera sido más interesante, sino que de ella emerge una pequeña y espigada figura humana practicando contorsionismo nivel Reagan a la par que emite un grito ensordecedor. ¡Coño! ¡Es su hijo! Inmediatamente lo saca de la caja e intenta calmarle. Claro, tiene terrores nocturnos, se lo lleva a la camita y aquí no ha pasado nada. Todo muy normal. Y así un largo etcétera de situaciones inexplicables e indicios de muerte inmediata insuficientes para que Elli, "el listo", abandone el hogar. "¿Me lo estás diciendo insidious?" Sí, amigos, es él, el tonto del culo de película americana que no huye, sino que prefiere enfrentarse con un puto bate de béisbol a sabe dios qué. Y por capullo, se merece todo lo malo que le suceda.

Para algunos Sinister era prometedora, otros intuían que iba a ser la misma mierda comercial llena de tópicos sobre casas malditas, escritores que empiezan a enloquecer, fantasmas de críos y demás recursos habituales de este terror que vende fácil. No se equivocaban estos últimos, partidarios quizás de un cine de género más exigente, porque, a pesar de que el tercer largometraje de Scott Derrickson (Ultimátum a la Tierra, El Exorcismo de Emily Rose) entretiene gracias a ciertas imágenes perturbadoras que se esfuerzan en mostrar más violencia de la que acostumbran en los últimos tiempos este tipo de cintas, e incluso es reconocido también el buen hacer a la hora de lograr una ambientación tenebrosa y oscura, la trama posee demasiadas incoherencias como para que el aficionado medio se mantenga condescendiente, por no mencionar la decepción que supone el trasfondo argumental, que se rinde a los típicos cuentos de campamento desembocando en un desenlace del todo predecible. Terror de mercadillo válido para conformistas.
A esa atmósfera siniestra ayuda también el homenaje al formato Súper-8, que chupa tanta cámara como Ethan Hawke, del que sinceramente, se esperaba un trabajo mucho más sobresaliente, sobre todo teniendo en consideración que se trata de un intérprete que ha llevado su carrera por los derroteros de un cine más independiente. Su personaje aquí, un escritor desesperado por recuperar el éxito que tiempo atrás le elevó a la fama, contiene tantas influencias de Jack Torrance como del Homer Simpson del El Resplandior. Aún así y pasando por alto la estupidez de su rol, es Ethan Hawke, que nunca molesta.

En definitiva, Sinister no es más que un pasatiempo efímero que satisfará a los que se entretuvieron con películas como Insidious o La Maldición de Rookford, pero que decepcionará, sin duda, a un público cuyos parámetros de exigencia se encuentren más allá de juegos de fantasmas y hombres del saco, esta vez con un poquito más de sangre, sí, pero con una historieta que se confiesa como un cuento barato de estilo retro-japonés, abandonado, al fin y al cabo, a los mismos y manidos recursos de siempre.