El Rosebud del ciudadano Bond
Nota: 4
Lo mejor: La escena del francotirador y Javier Bardem, aunque su villano esté a años luz del de No Es País Para Viejos.
Lo peor: Un ritmo soporífero fruto de intentar dar demasiada trascendencia a un producto quesiempre se ha caracterizado por transformar la sencillez en éxito.
*Para leer la crítica de Skyfall de mi compañero Pablo, click aquí.
Con el 50 aniversario de la saga de James Bond coindiendo con el estreno de Skyfall, estaba claro que estábamos ante un momento tan clave para la historia del cine como oportuno a la hora de cuestionarnos el estado de forma de la franquicia más veterana de la historia. Tan clara queda la trascendencia de este aniversario
que hasta tuvimos un momento Bond al
servicio de su Majestad en la impresionante gala inaugural de los Juegos de Londres 2012, y qué mejor
modo que fichar a un director de renombre para crear una pieza magna que
dignifique la saga con algo más a lo que nos tienen acostumbrados. Ese era el
reto que tenía por delante la esperadísima Skyfall. Con Casino Royale tuvimos un nuevo reinicio de una franquicia que, tras
la pasada de vueltas Muere Otro Día,
necesitaba un cambio de perspectiva que aportase algo diferente. Y vaya si lo
consiguieron. A pesar de las numerosas voces que dudaron de la capacidad de Daniel Craig para ocupar el puesto del
respetado Pierce Brosnan, éstas
pronto tuvieron que sucumbir ante el poderío de un actor que supo reinventar el
personaje dándole su imprenta personal. Con Skyfall estamos ante la culminación de ese reinicio aunque, por desgracia, las elevadas pretensiones artísticas de Mendes terminen por lastrar a un blockbuster cuyo mayor delito es acabar siendo desgraciadamente aburrido.
La obra de Martin
Campbell (Casino Royale) supo dar una vuelta de tuerca al agente británico
más famoso del mundo además de servir como génesis para un punto y aparte dentro
de la longeva saga. Nos encontrábamos ante un reinicio con un tono mucho más maduro, sin gadgets imposibles y fantasmadas por metro cuadrado,
existiendo una atmósfera menos de falso realismo donde incluso hacía aparición el humor negro. El resultado fue una de las mejores películas de James Bond -sino la mejor-, donde no solo encontramos
escenas de acción para quitarse el sombrero (aunque es cierto que le falta ese punch final), sino que además se adentra en la
propia génesis del personaje perfilándolo para futuras entregas tras el trágico
final de Vesper (Eva Green). Con Quantum of Solace, sin embargo, vino la
tragedia, ya que la película de Marc
Foster fue un fracaso absoluto que invitaba de nuevo al reinicio
de la saga con el final de la era de Daniel
Craig, lo cuál hubiera sido una desgracia.
Con Skyfall, desde
luego, tenían un reto muy grande: revitalizar la saga de nuevo y recuperar ese aire de frescura no tan lejano. Contar con Sam Mendes de partida fue un rotundo
éxito, ya que su mera firma marca un antes y después en el estándar de calidad de la saga más allá del mejor entretenimiento palomitero. El otro gran
fichaje fue sin duda el de Javier Bardem
como la nueva némesis a la que Bond
tendrá que hacer frente, una apuesta segura sobre todo después de ver No Es País Para Viejos con su ya inmortal Anton
Chigurh. Vamos, que la expectación era máxima. Todos augurábamos algo diferente y al
mismo tiempo grande y, por supuesto, estaba claro que el director de la magnífica American Beauty no iba a limitarse a
crear tan solo un espectáculo de pirotecnia resultonn. Sin embargo, y siendo consciente de que la crítica en
general avala esta obra como una de las mejores piezas de la saga, sino la
mejor, es difícil ver la consistencia o el hilo conductor de todos esos elementos.
Ciertamente, Casino
Royale o Quantum pueden ser algo reprobables por no corresponder a la esencia
existencial que hacían de la saga Bond
un cine sencillo y espectacular por excelencia, pero es que con Skyfall llevamos esa
premisa un paso más por delante. Estamos ya ante otra cosa, donde el
espectáculo ha quedado teóricamente ensombrecido a favor de una historia y unos
personajes que en ningún momento de la película consiguen trasmitir vitalidad
alguna, no compensando de ninguna manera el relegar la acción a un segundo plano por debajo de las pretensiones artísticas del director.
Como toda película de Bond que se precie,
los inicios siempre nos dan el aperitivo ante el espectáculo que vamos a
contemplar. El de Skyfall consiste en una persecución en moto que salva los muebles pero que recuerda en
exceso a The Bourne Supremacy, y que
desde luego no resulta innovadora de ninguna manera. A partir de ahí, la historia despega manteniéndose a pocos pies de altura con un poco emocionante atentado dentro del MI6
y un 007 abatido por haber fallado en la misión con la que dá comienzo Skyfall. Un arranque que nunca parece
terminar de carburar hasta bien entrada la mitad de la película con la tardía
aparición de un esperado Javier Bardem.
Hasta entonces, lo único que obtenemos es una caricatura de un Bond melancólico después de que M le echase a los lobos (con barba incluida
para enfocar mejor su abatimiento), junto con una historia que no va a ninguna parte más
que al tedio más absoluto. Evidentemente, todo el metraje de Shangai, con
el juego de luces y sombras que consigue Mendes,
es un deleite para los sentido y parecía el preludio de lo que estaba por
venir. Nada más lejos de la realidad.
Y es que Skyfall
da la sensación de no terminar de arrancar, de intentar diseñar un marco con demasiadas pretensiones para un cuadro en ocasiones mediocre en su conjunto. Y entonces llega la caballería con el rostro de Javier Bardem y su denteroso Silva para enmendar el entuerto… O no. Aunque, estando el panorama tan escasito, es de lo mejor de la película, el villano de esta nueva pieza de la saga
no pasará ni de lejos como uno de los más grandes de la historia del cine. La
interpretación de Bardem es ejemplar, pero las motivaciones de su personaje terminan por desdibujarlo en una escena final que roza la
parodia y nos regresa al mal sabor de boca del final de Quantum. SPOILERSkyfall no
es más que la mansión donde se crió el pequeño Bond y que es asaltada por Silva y su tropa de expendables. Un giro que intenta -de nuevo- generar recorrido personal en el protagonista y que vuelve a caer en la parodia. Por no hablar de la
aparición de un respetado Albert Finney
que raya la broma más burda. FIN SPOILER.
El gran pecado que tiene Skyfall es que su historia está simplificada a la mínima expresión y su ritmo no suple las carencias como sucede, sin ir más lejos, en la saga Bourne, donde la sencillez argumental nunca ha sido un problema. A esto añadirle que tenemos
un metraje de 140 minutos plagado de insensateces
como todo el plan de Silva para
acabar con M. SPOILER¿De verdad era necesario dejarte atrapar para soltar
el clásico discursito vanidoso para posteriormente ejecutar un plan de fuga (contando con la inestimable
incompetencia de un teenager Q para su éxito) y montar un cacao
en los juzgados a son de Tejero para matar a M? ¿No entra Bond en la casa de su jefa sin que le pillen cuando le dá la gana? FIN
SPOILER. Una Judi Dench que en esta ocasión es más protagonista de la
historia, ya que desde que el proyecto se pusiera en marcha, se nos anunció que Skyfall supondría una retrospectiva del
pasado de la veterana directora del MI6,
sacando a relucir sus fantasmas del pasado. Finalmente, Judi Dench vuelve a interpretar a Judi Dench siendo un eje principal de escaso entusiasmo. Sus “pecados” no
resultan ser tan capitales, pero lo peor de todo es que no suponen realmente ningún valor añadido para la trama de Skyfall. Más de lo mismo para la aportación del siempre impecable Ralph Fiennes.
Otro ingrediente demasiado insípido para una historia que tan solo
recurre a él como guiño a la vieja guardia de la saga Bond.
En conclusión, posiblemente no nos encontremos ante una mala
película pero sí ante una decepción máxima dentro de una escala de expectación
que lamentablemente no se ha cumplido. El fichaje de Sam Mendes quería aportar una propuesta diferente e innovadora. Evidentemente, lo ha conseguido, aunque el resultado no haya sido el deseado. El
esfuerzo por profundizar en sus personajes (la batcueva de Bond y su mansión sobrevuela la imitación más burda de TDKR) acaba lastrando el espectáculo y, por supuesto, el ritmo con momentos
muertos incomprensibles. Bardem
intenta llevar el barco a buen puerto, pero su excéntrico Silva ni quiere dominar el mundo, ni tiene esbirros de renombre, ni
quiere derrocar el gobierno -eso sí, tiene una isla para él solo-. Sus motivaciones no convencen en absoluto, su plan carece de base lógica y para colmo tiene menos minutos en escena que Anthony Hopkins en El Silencio de los Corderos. Cierto que Mendes consigue a nivel técnico una
joya, pero el precio es demasiado alto y no compensa en absoluto. Skyfall no es Rosebud, ni Silva el Joker de Nolan. Ambos están demasiado lejos de las excelencias prometidas y por eso Skyfall es la mayor decepción del año donde sólo Craig dá la talla. Porque eso sí, él ya es nuestro James Bond.