Nota: 6
Lo mejor: el primer paseo de Barnabas en 1972 y Eva Green.
Lo peor: que es mucho más infantil de lo que pretende.
Si hace quince años se le hubiera ocurrido a Tim Burton maquillar a Johnny Depp de vampiro, ahora estaríamos hablando de una de las películas más emblemáticas de la filmografía de ambos, entonces, ¿Qué ha pasado? Que entre sombreros de copa y muchos polvos de talco de por medio, Depp y Burton se han hartado de organizar fiestas de disfraces para góticos trasnochados desgastando un estilo que empezó reivindicando la originalidad casi desde la marginación y que ha terminado al servicio de la horda de adolescentes en la que se ha convertido el público que da de comer a las majors. Porque si la pérdida de garra del sello Burton llevaba siendo evidente desde hace unos años, a nadie debería extrañarle que el siguiente trabajo del realizador, tras convertir uno de sus peores trabajos (Alicia) en la cinta más taquillera de su filmografía, fuera otro trío rutinario con sus habituales compañeros de cama Depp y Bonham-Carter. Lo que no quiere decir que estemos ante una mala película, pero sí ante munición de primera para sus detractores.
Partiendo de que se trata de una adaptación de la serie
Lo que se echa de menos en Sombras Tenebrosas es un poco más de mordida, una vez conocemos al protagonista de la historia, Barnabas Collins (Johnny Depp), un vampiro que tras pasar 200 años encerrado en un ataúd despierta en los setenta con la idea de regresar a la casa familiar y limpiar el polvo como si nada. Los mejores momentos los encontramos en ese contraste entre la mentalidad y las formas de Barnabas, criado en el siglo XVIII, frente a la norteamérica de los 70 con su música festiva, sus "modernas" carreteras y esos hippies tan adorables como alimenticios. Más allá de esa recopilación de sketches de "Las Aventuras del Vampiro Con Cara de Susto", ni la descripción de la familia, clave entre los engranajes de esta maquinaria, ni la trama que nos cuentan, alcanzan el nivel que marca su protagonista, que termina inevitablemente arrastrado al festín de sirope de fresa en el que se torna el espectáculo. Pero como decimos, no tiene sentido reclamar más oscuridad cuando la dirección hacia la luz en lugar de las sombras se convierte en el único rumbo al quedarse la trama en el 1.0 de héroe marginal contra bruja maciza (Eva Green), que para colmo, ya nos habían contado de forma idéntica en el prólogo.
Si por lo menos encontráramos personajes para el recuerdo más allá de la última creación de Depp, tan repetitivo como genial, y de Eva Green, faro entre la niebla allá por donde pasa, podríamos estar hablando de una revisión generacional de la fórmula de La Familia Adams, en vez de una cinta simpática y simplona. Los que más salvan el tipo son Michelle Pfeiffier y Jackie Earle Haley ajutándose a dos roles como son el de la cabeza de familia y el lacayo "Igoriano" que son pan comido en sus manos. Por su parte, la desconocida Bella Heathcote hace lo que puede con el papel de la endeble damisela en apuros, aunque la peor parte es para dos actorazos como Jonny Lee Miller en el rol del codicioso tío (un personaje que le pega tanto el protagonista de Cisne Negro a Vin Diesel) y para una
Más allá de defectos concretos o aislados, lo que más duele de Sombras Tenebrosas es atisbar no demasiado lejos la oportunidad perdida por mucho que la amenaza de secuela sea más que evidente. Lo que podia haber sido un homenaje total a la figura del vampiro tal y como nos lo ha descrito la historia del cine se queda en un relato amable, a ratos insustancial, pero que termina sacando las carcajadas suficientes como para pasar a la historia como una peli media de Tim Burton y no como el naufragio que mucho proclaman y que sí fue Alicia. Porque Sombras Tenebrosas se quedará lejos de sus expectativas y no dejará de ser un cadáver sin vida, todos de acuerdo, pero nadie puede negar que se trata de uno muy bien embalsamado. Lo que de verdad huele aquí es la pereza de un realizador que se resiste a madurar en paralelo con su audiencia empeñado en mantener a su público siempre adolescente, y a estas alturas y sin un discurso a la altura, como que no basta con pintarse las uñas de negro para resultar interesante.