Brillante alegoría a los terrores contemporáneos
Nota: 7'5
Lo Mejor: Michael Shannon.Lo Peor: El final se rinde a un desenlace más hollywodiense de lo que se espera.
"El miedo es el más peligroso de los sentimientos colectivos", dijo el literato francés André Maurois. Lo mismo pensó el realizador Jeff Nichols a la hora de confeccionar esta ineludible obra, que también guioniza, y que se presenta como una mezcla de géneros que bailan entre la ciencia-ficción, el thriller y el terror psicológico profundizando en una de las emociones cada vez más acrecentada en el individuo social, el miedo, una sensación expresada en multitud de facetas que sólo el actor de Boardwalk Empire, Michael Shannon, podría haber aunado tan bien, porque en Take Shelter no estamos hablando sólo de la fobia a una tormenta, ni de la ansiedad que produce la incertidumbre de hallarse aún en brazos de la razón o en los albores de la locura, sino de los terrores actuales que se ciernen sobre la mente humana en su día a día, esos que conducen a un padre de familia a guardar un arma en el armario o, como en este caso, a un tío a gastarse todos sus ahorros en construir un refugio nuclear.
Claro que no todo fue tan complejo en la vida de Jeff Nichols, la recomendable Shotgun Stories, con Shannon como principal también, que precedió a esta última y que fue su debut en el largo, contenía unos pilares más sencillos que esta incursión en un abstracto universal en mitad de un contexto apocalíptico cuya estética recuerda en sus escenas fantásticas a la Melancolía de Lars Von Trier, sólo que a Nichols no se le va la olla y configura un film con pies y cabeza que no intenta presumir, sino invitar a la reflexión a través de un relato tenso en el que transmite un desconcierto constante y una tensión que se sostienen en la dicotomía de un protagonista que da lo mejor de sí mismo en su rol. No es de extrañar que la cinta venga escoltada por numerosos premios en festivales de honor como Cannes o Sundances, así como galardones en cuanto al reparto (aunque esencialmente dedicados a Jessica Chastain y con una ausencia de Shannon inexplicable).
Mientras que el primer film de Nichols trataba sobre la disputa entre una pareja de hermanos en la Arkansas más rural, en esta ocasión el cineasta, aunque el contexto sigue coincidiendo con los parajes más rústicos de Norteamérica, se centra en Curtis LaForche (Shannon), un padre de familia que habita en un pueblo de Ohio con su mujer Samantha (Chastain) y su hija de 6 años, quien padece sordera. Sin saber a santo de qué, Curtis comienza a tener extrañas alucinaciones relacionadas con una gran tormenta y su vida se tornará en un calvario al desconocer si sus visiones son premonitorias o fruto de una enfermedad mental.
Hay que destacar el brillante trabajo en cuanto a la manufactura de la película, cuyo prólogo ya anuncia el principio de un relato dramático y poético sobre el que hay mucho que descubrir a lo largo del metraje. Una escenificación que une el realismo y la ficción de la manera más natural posible y que hipnotiza al espectador en un ambiente desconcertante en simbiosis con la estabilidad emocional del protagonista, con el que vivimos ese estado agónico de incertidumbre sobre el que queremos saber más.
Por supuesto, esta empatía no hubiera sido posible sin el excelente trabajo de Michael Shannon, que demuestra aquí que es un todoterreno capaz de llevar él solito la carga de su batalla entre la razón y la locura. Una interpretación de órdago que nada tiene que envidiar a esos actores tan de moda que lideran los cástings de los directores más prestigiosos. ¿Cuándo pensaban extraer de este secundario todo su talento?
Jessica Chastain no nos descubre nada nuevo gracias al habitual buen hacer interpretativo del que siempre hace gala, y más recientemente en El Árbol de la Vida, Criadas y Señoras o La Deuda. Aquí resulta ser la pieza perfecta que completa a Shannon, encarnando a una mujer que sufre tanto o más la tortuosa experiencia de su esposo y que llega a preguntarse quién es realmente ese hombre al que le prepara los huevos con bacon por la mañana.
Quizás no sea tan criticable, pero Jeff Nichols, lejos de finalizar su obra con el desenlace que ya casi uno se teme, actúa un poco como Rodrigo Cortés en Luces Rojas y le coloca un broche hollywoodiense de esos que venden más. Sin embargo, una pequeña parte del espectador desea realmente que suceda de esa manera sólo por solidaridad, a pesar de que tener los pies en la tierra nos dicte lo contrario y, entonces, contra todo pronóstico, el director nos conduce al imaginario, acto que no casa demasiado cuando hemos decidido que todo lo que acontece es un drama muy real. Eso sí, no resulta ni de lejos decepcionante como la protagonizada por DeNiro.
Suerte que para sus partícipes no todo en esta película es apocalíptico, porque ofrece nuevas oportunidades para Michael Shannon, que ha demostrado que liderar un film de unas características tan especiales y complejas se le da genial, y para Jeff Nichols, que reafirma de este modo que puede ser un cineasta muy potente al que echarle el ojo. Su próximo proyecto, Mud, con Matthew McConaughey y Reese Witherspoon -mierda, bajando un escalón en el grado de confianza-. Lástima que al actor aún tardemos en verle protagonizando un film, de momento, su papel más relevante será como general Zod en Superman: Man of Steel.